La última etapa de Maurice Blanchot: su alejamiento de la vida pública y una obra incomparable.
Uno de los autores más populares del siglo XX se ganó la fama gracias a sus innumerables esfuerzos por desaparecer. Se trata de Maurice Blanchot quien, ya siendo un intelectual reconocido, decidió abandonar la vida pública para entregarse al pensamiento y la escritura de una forma completamente distanciada de los medios y los lectores. Su influencia en la literatura es tal que permanece en la memoria como una de las grandes voces de su tiempo.
Los comienzos de Maurice Blanchot
Maurice Blanchot nació el 22 de septiembre de 1907 en una pequeña localidad de Saône-et-Loire, en Francia. Creció en una familia acomodada y recibió una formación clásica, estudiando en la Sorbona, donde comenzó su carrera como periodista y crítico literario. En sus primeros años, escribió para diversas publicaciones de corte político y literario, en particular para revistas conservadoras. Sin embargo, estas colaboraciones tempranas no representan el pensamiento que desarrollaría más tarde; a tal punto hubo un viraje en su pensamiento, que las ideas más contundentes que desarrollaría son completamente opuestas a sus ideas de la juventud.
Su pasión por la comunicación y el pensamiento le convirtieron pronto en un crítico literario y filósofo sumamente reconocido. Su pensamiento ha influido en corrientes filosóficas como el pensamiento postestructuralista y el existencialismo. Escribió novelas, ensayos y reflexiones filosóficas en las que exploró temas como la muerte, el lenguaje, el silencio y la relación entre el escritor y su obra.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Blanchot experimentó un cambio importante tanto en su vida como en su pensamiento. Formó parte de la Resistencia francesa, lo que lo llevó a revisar sus pensamientos y tomar una nueva posición en sus ideales políticos y filosóficos. Comenzó a distanciarse de cualquier compromiso político explícito, adoptando una postura más radicalmente literaria y filosófica. La guerra también lo expuso a situaciones extremas, incluido un momento en el que estuvo al borde de ser ejecutado por un pelotón nazi, algo que marcó profundamente su visión sobre la muerte y el sufrimiento, dos temas recurrentes en su obra.
Algunas de las obras más significativas de Blanchot son Thomas el oscuro, El último hombre, El espacio literario, La escritura del desastre, La locura de la luz y El instante de mi muerte. Entre los rasgos característicos de su obra podríamos señalar su empeño por trabajar con una narración donde se borran las fronteras entre realidad y ficción, y se aprecia la obsesión por pensar y cuidar el lenguaje. Se lo considera uno de los autores más significativos del siglo XX y uno de los críticos literarios más extraordinarios de la historia.
Maurice Blanchot falleció el 20 de febrero de 2003, a los 95 años, dejando tras de sí un vasto legado literario y filosófico. Lo recordamos con entusiasmo por su firme defensa del espacio literario como un territorio autónomo, donde el pensamiento y la escritura encuentran su máxima libertad. Sin duda, una de las grandes voces de la literatura.
Su alejamiento de la vida pública
Una de las curiosidades más llamativas de la vida de Blanchot fue su alejamiento total de la vida pública sobre el final de su vida. Se negaba a conceder entrevistas y evitaba cualquier posibilidad de ser fotografiado. Esta actitud alimentó el misterio ya existente en torno a su figura y sirvieron para convertirlo en el gran mito literario que hoy conocemos. Se convirtió en una especie de «escritor fantasma» cuya obra tan enigmática colaboró con que se asentara su imagen. A tal punto que su influencia en la literatura y la filosofía sigue siendo inmenso.
La reclusión deliberada de Blanchot ha dado lugar a muchísimas interpretaciones, y aunque las causas que lo llevaron a adoptar este hermetismo no están del todo claras, parecen ser tanto personales como filosóficas. En primer lugar, era un defensor de la independencia intelectual y creía que los autores debían distanciarse de sus obras, quedar invisibles para que éstas adoptaran todo el protagonismo. Además, estaba convencido de que la exposición pública del escritor interfiere con el acto creativo, despojándolo de la neutralidad necesaria para que el texto hable por sí mismo. Su obra, especialmente sus ensayos, explora la idea de la «muerte del autor», donde la presencia autoral debe quedar al margen del proceso literario.
Otra posible causa de su distanciamiento podría ser una consecuencia de la experiencia que vivió el escritor durante la Segunda Guerra Mundial. Una circunstancia en la que el escritor fue testigo de la violencia extrema y estuvo cercano a la muerte. Esto influyó fuertemente en su personalidad y se vio reflejado en su obra; uno de los principales temas que derivaron de esta experiencia fue su mirada sobre el papel de la literatura y el compromiso político. Aunque se involucró en la Resistencia y, antes de la guerra, colaboró con publicaciones de derecha, su experiencia con la guerra y el fascismo lo hizo replantearse su enfoque. Este choque con la realidad puede haberlo impulsado a rechazar cualquier forma de protagonismo público, considerando que lo esencial de su reflexión debía surgir desde la escritura, no desde la visibilidad.
Por otro lado podríamos mencionar que Blanchot veía la escritura como un espacio donde el ego debe diluirse, una visión influenciada por sus lecturas de autores como Kafka y Mallarmé. Según su filosofía, la desaparición del escritor era necesaria para que la literatura tuviera un carácter impersonal y universal. Su autoimposición de un «anonimato radical» sería, entonces, coherente con esta postura, y estaría motivado por el deseo de no interferir en la interpretación que los lectores hicieran de su obra.
Blanchot no se imaginaba que el efecto de su decisión sería exactamente opuesto al buscado. La prensa y los lectores se obsesionaron con él y se convirtió en una figura absolutamente atractiva para críticos y lectores. Y aunque su vida privada se ha mantenido en casi en el total anonimato, esta falta de exposición hizo que su obra, centrada en la desaparición, el silencio y la muerte, adquiriera una dimensión aún más enigmática. En lugar de protagonismo, Blanchot eligió la «presencia ausente» como su postura definitiva, convirtiéndose en un mito de la literatura del siglo XX mientras seguía produciendo obras de alta complejidad filosófica. Su figura sigue despertando interés y numerosas preguntas sobre el ego y la literatura.
Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.