Le leí decir hace poco a Orhan Pamuk en una entrevista con Luis Alemany que para escribir necesita meterse en las casas, y que esa la razón por la que vive en Estambul y escribe sobre esa ciudad. Al leerlo irremediablemente atravesamos puertas y ventanas de un mundo mágico de una calidad literaria abrasiva. El libro que se suma a nuestro extenso catálogo del desván de los libros perdido es «Me llamo rojo» de Orhan Pamuk. Sí, no se trata de un libro olvidado, pero ¿acaso no es aconsejable recordarle nuestro afecto a diario a las personas que queremos?
Viajar en el tiempo lector
La trama de «Me llamo Rojo» es sencilla, pero encierra una serie de retorcidos caminos que deben ser encarados con consciencia y paciencia lectora. Les recomiendo que estén atentos y no se pierdan los minuciosos giros narrativos de los que se vale Pamuk para adornar su literatura: como un paseo por una arabesca ciudad, llena de rincones mágicos y exquisitos.
En el siglo XVI el sultán Murad III del Imperio Turco busca la forma de inmortalizarse en la historia a través de un retrato. Pero existe una traba: la ley islámica impide este tipo de caminos narcisistas. No obstante ello, el sultán ha sido tentado por este anhelo de una forma irrevocable y decide no claudicar en su empeño. Contrata entonces a un grupo de artistas con el fin de que trabajen en secreto en su obra. Así lo hacen.
El conflicto se desata cuando tiene lugar un asesinato, que marcará el inicio de una serie de sucesos que podrían colocar a este libro en una clarísima trama de novela criminal. Pero no; Pamuk no se queda en lo superficial. Por eso aunque nos plantea una historia de corte policíaco, la va torciendo hasta llevarla a sus propios intereses: su afán es explorar las razones que nos llevan a convertirnos en lo que somos. Y en ese punto, el peso que ejerce nuestra cultura sobre nuestras decisiones.
Este libro, en particular, es una clara exploración de las diferencias culturales entre oriente y occidente, en lo que cada una de ambas culturas le debe a la otra, en lo que le pertenece, en lo que la vuelve digna. Y esta reflexión es una de las cosas más valiosas que encontrarán en este libro, y que podrán descubrir también en otras obras de Pamuk.
Narradores versátiles
Una de las características más representativas de este libro es su estructura: capítulos cortos y claros que llevan de título el nombre del narrador de cada uno de ellos. Y de esto se desprende la segunda gran característica de esta obra: la existencia de varios narradores, cuya forma de acercarse a las historias está más cerca de la oralidad que de la escritura.
Estos oradores, además, no se detienen en narrar sólo los sucesos vinculados al asesinato, nos muestran la ciudad, sus rincones, las experiencias que tienen lugar en esta Estambul tan lejana.
La forma de acercarse al lector que utiliza Pamuk no falla: elementos propios de la metaficción que nos permiten ser parte de los acontecimientos; el narrador se dirige a nosotros, nos pregunta, nos insta, y de una forma irrevocable, nos vemos inmersos en la trama, como cuando niños leíamos aquellas novelas de «Elige tu propia aventura». Esta es otra peculiaridad de su obra que puede ser sumamente atractiva para los lectores, y de la que también tenemos mucho que aprender.
Un libro difícil de clasificar
«Me llamo rojo» es un libro de intriga, de amor y de realismo. A la vez que un viaje a través del tiempo y una mirada reflexiva sobre el universo turco.
Es por otro lado, una novela que trasciende el género de la novela policíaca o negra, contraviniendo sus propios fundamentos: se estructura de una forma disfuncional. A Pamuk no parece interesarle resolver el conflicto o las causas que llevaron a él, sino que intenta vislumbrar lo que rodea al conflicto, lo que respiran los habitantes de un imperio ya en decadencia. Y esa es sin duda una de las cosas más atractivas de este libro y de toda su obra.
Por otra parte, considero que es una maravillosa lectura para descubrir una narrativa muy diferente a la que estamos acostumbrados; para acercarnos a un autor oriental que nos permite establecer una clara distinción entre lo que su mundo ha aportado y ofrece a la literatura, a la vez que es capaz de reconocer aquello que occidente le ha dado. Un autor parado en la frontera, quizá, punto en el surgen las mejores cosas, como el sol rojo del poniente.
Dice Pamuk que necesita meterse en las casas para contar sus historias. Y yo les aseguro que al leerlo también nosotros entramos en ellas y las habitamos. ¡No dejen de leer este maravilloso libro!
Comentarios1
Qué ganas de leer los libros cuando leo tus artículos. Tienes la capacidad de transmitir ese amor hacia la obra que el propio autor tendría problemas para hacer con tanta pasión y sutileza. Un abrazo, Tes.
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