Ya sabemos lo importante que es la lectura en el desarrollo de la imaginación de los niños y también lo mucho que influye en la pasión lectora la genética. Hoy vamos a hablar sobre las diferencias que existen en el aprendizaje a través de textos planos y de textos dinámicos.
Hipervínculos = hiperactividad
La opción parece clara: si leemos un texto lleno de hipervínculos que nos ayudan a completar la información, tendremos un contenido mucho más amplio y profundo. Pues bien, no todo lo que reluce es oro. Leer en Internet, es decir, en un texto que se completa con decenas de otros, puede resultar tan agobiante y confuso que al final nos enteraremos mucho menos de lo leído que en un libro tradicional.
No siempre nuestra intuición funciona correctamente. Aunque creemos que cuanto más información reciba nuestro cerebro más aprenderemos, deberíamos saber que es totalmente al revés. Si la cuestión es aprender, lo mejor es buscar textos planos, donde la información se presente detallada y aquellos «valores agregados» se encuentren en el mismo texto del que deseamos aprender.
Los textos orgánicos, de perspectiva múltiple o interconectados consiguen que nuestro cerebro se apabulle y que no pueda sacar una conclusión en claro.
La tercera opción es utilizar Internet como herramienta pero haciendo un uso similar al de un libro tradicional. No obstante, este desafío es bastante complicado, teniendo en cuenta las decenas de posibilidades que se abren ante nuestros ojos cada vez que encendemos el ordenador.
Aprender exige concentración
Los efectos cognoscitivos del hipertexto no son, como hasta ahora se creía, el futuro ideal para la educación. Más aún, la estructura del hipertexto es una traba que dificulta muchísimo la lectura porque exige que se realicen múltiples tareas a la vez (tareas que no tienen nada que ver con el ejercicio que la lectura implica en sí misma).
Descifrar hipertextos es una actividad que, si bien incrementa la carga cognitiva del lector, debilita su capacidad de comprensión, volviendo sumamente difícil la retención de lo leído. Según lo han revelado numerosos estudios, los lectores de hipertextos terminan vagando de forma distraída sobre los textos, saltando de página en página, sin prestar atención a la información que de ellas se desprende.
Aprender en textos planos, por su parte, exige una concentración absoluta, sin posibles distracciones en conceptos secundarios. Los lectores acostumbrados a leer textos planos demuestran una capacidad de comprensión mucho más elevada que los otros.
Hace unas décadas se creía que con el tiempo la humanidad se habituaría al aprendizaje a partir de hipertextos, sin embargo no ha sucedido así. Por lo visto no es posible acostumbrarse a este tipo de arquitectura porque nuestro cerebro tiene una estructura que lo condiciona a comprender y recordar mejor aquella información que se encuentra organizada y que se le ofrece sin distracciones. Es decir que está mejor preparado para comprender la información de las páginas planas que los textos salpimentados de vínculos dinámicos.
Internet ¿es amiga de la educación?
Internet no fue creada por educadores con el fin de optimizar el aprendizaje; allí todo se presenta de forma desordenada y nos obliga a la fragmentación de la concentración. De acuerdo a su estructura, representa un sistema perfecto de interrupción, que exige la división de la atención para la realización de una múltiple tarea.
En este punto habría que aclarar que no solamente estamos hablando de las páginas con contenido informativo, nos referimos a lo que exige en general el manejo de esta herramienta. Los lectores de hipervínculos, están acostumbrados a realizar múltiples tareas simultáneamente: varias pestañas abiertas (que les permiten controlar lo que ocurre en ese preciso instante en diferentes puntos del planeta), posibilidad de refrescar sus casillas electrónicas (para comprobar si hay nuevos mensajes), y ni hablar del resto de notificaciones automáticas (Redes sociales, páginas de interés, aplicaciones de todo tipo, etc).
Al usar Internet sentimos que cada segundo es imperioso y, de alguna forma, nos sentimos obligados a controlarlo todo a cada instante, como si ocurriera algo terrible de no hacerlo. Todo esto genera en nosotros una expectativa y una ansiedad que nos impide aún más la concentración. ¿De qué forma vamos a retener los conocimientos si recibimos mucha más información al segundo de la que nuestro cerebro puede procesar?
Y si es tan dañino ¿por qué nos sentimos tan atraídos? ¿No es evidente? La realización de la multitarea y nuestra relación con Internet nos produce un placer inaudito. Que se nos interrumpa un asunto específico con nuevos eventos, produce cierta satisfacción. Para nuestro cerebro estos asuntos anecdóticos generan adicción; la misma es alimentada por los cientos de hipertextos que se desprenden de cada cosa que leemos, por las actualizaciones automáticas y por todos los eventos que suceden en la Red mientras nosotros «la habitamos».
Decíamos que no todo lo que reluce es oro, y también es cierto que no todo lo que parece dañino lo es al ciento por ciento. En este caso, la posibilidad de realizar múltiples tareas activa una parte de nuestro cerebro que había permanecido adormecida antes de la «Era Internet». Podríamos decir, entonces, que Internet nos vuelve más tontos a la vez que más inteligentes.
Para terminar conviene decir que si hiciéramos lo posible por aprovechar las verdades posibilidades que esta herramienta nos ofrece, podríamos potenciar muchísimo nuestro aprendizaje. Pero mientras sigamos permitiendo que los vicios que la red promueve en nosotros nos dominen, seguiremos aprendiendo sin aprender del todo, y viviendo sin vivir completamente.
Comentarios1
Interesantísimo artículo para todo el mundo, en especial, para aquellos que estamos metidos en el mundo de la educación. Felicidades por los detalles y por rabiosa actualidad que tienen los contenidos.
Un abrazo.
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