No existe un placer mayor que la lectura. La satisfacción de crecer mientras disfrutas de una buena historia no tiene precio. Por eso, escribir estos artículos sobre los mejores cuentos de la historia es un verdadero placer. Aquí les traigo la entrega VIII con otros tres autores imprescindibles: Raymond Carver, Alexandr Pushkin y Julio Ramón Ribeyro.
«Mecánica popular» de Raymond Carver
Raymond Carver es uno de los precursores del llamado realismo sucio. Su estilo parco y directo, donde rara vez encontramos adverbios y descripciones extensas lo ha convertido en uno de los fundamentales referentes de la literatura minimalista.
El relato escogido para hoy se titula «Mecánica popular» y es un escueto ejemplo de lo mucho que se esconde detrás de las historias de este imprescindible autor.
Hace tiempo leí algo que me pareció sumamente perfecto para describir su narrativa. «Carver no hace dialogar a sus personajes, sino, más bien, acentúa la incomunicación«; creo que no hay más que agregar. Y en este relato esa premisa se hace muy visible.
Un hombre está a punto de abandonar su hogar, donde vive con su mujer y su hijo. Ella le dice que está contenta de que finalmente se vaya, aunque, cuando él está a punto de marcharse le dice que se llevará al hijo. Ella intenta impedirlo y forcejean con el cuerpo de la criatura.
Es difícil hablar sobre algo escrito por Carver, porque la profundidad de sus textos puede ir hasta el límite que nosotros deseemos. Para ser breve (para ser fiel a aquello de lo que Carver gustaba) diré que como en todos sus textos, Raymond presenta vidas normales y entrelazadas: de seres miserables que viven a la deriva, que sufren y que no son capaces de anteponerse al dolor de otro modo que haciendo daño a los seres que más quieren.
«La tempestad de nieve», de Aleksandr Pushkin
En la literatura rusa del siglo de oro las historias se desarrollan en un manto de melancolía y sordidez. Y en este relato de Aleksandr Pushkin, «La tempestad de nieve«, no faltan estos elementos.
María Gavrílovna es hija de un hombre adinerado que vive en el pueblo de Nenarádovo; es una joven muy hermosa e inteligente que cuenta con varios pretendientes. Sus padres desean unirla con alguien que provenga de buena familia y que pueda asegurarle un rotundo bienestar.
Pero María está enamorada de Vladímir Nikoláyevich, un pobre alférez del ejército. El amor de los jóvenes es mutuo y, pese a las reticencias de la familia de la joven, consiguen llevar una relación en secreto: encontrándose en lugares estratégicos y enviándose cartas a escondidas.
Finalmente, él le propone casarse e irse juntos a vivir a otro lugar; convencido de que tarde o temprano sus padres entenderán que es amor verdadero y dejarán de oponerse, diciéndoles: «-¡Hijos, vengan a nuestros brazos!» Pero las cosas se tuercen, el día previsto para la fuga una tormenta de nieve trunca el plan. Ella sale de su casa para ir en busca de su amado, él se pierde y no encuentra el camino hacia la iglesia, donde su amada ha de esperarle junto al sacerdote. La situación se resuelve muchos años después.
A decir verdad, Pushkin es un poeta extraordinario y eso queda en evidencia al leer sus relatos: de cada una de sus frases emana poesía; una poesía intensa que te permite conocer a fondo las sensaciones que mueven el desarrollo de los acontecimientos y planean sobre las relaciones. Seguranmente esta es una de esas grandes y tiernas historias que nunca me canso de recomendar y releer.
«La primera nevada», de Julio Ramón Ribeyro
El último relato también tiene a la nieve como uno de sus elementos protagónicos. En este relato Julio Ramón Ribeyro nos narra de forma alucinante la relación entre dos jóvenes peruanos perdidos en la gran París. «La primera nevada» es un relato de extranjeros por y para extranjeros.
Paso a paso, Ribeyro va introduciéndonos en la vida de dos personajes que se encuentran en una fría París.
El protagonista, un peruano que alquila una habitación de hotel en París, que se rodea de libros y lleva una vida silenciosa es visitado por un compatriota, de nombre Torroba.
Torroba es un hombre que vive a la deriva con sus bártulos, que no tiene dónde dormir y que va buscándose la vida, aprovechando cualquier situación que puede. Al principio, le pide a nuestro protagonista que le guarde algunas cosas mientras consigue una habitación para alquilar. Pero a medida que pasan las semanas cada vez gana más confianza, hasta que se instala en su cuarto.
Es interesante la forma en la que Ribeyro encara el sentido de extranjerismo porque al protagonista, pese a venir de la misma tierra, Torroba le resulta sumamente extraño y no le apetece que esté cerca. Hay un párrafo que me parece especialmente bueno. Dice:
Este es el número VIII de los artículos sobre los mejores cuentos de la literatura universal, espero que les haya gustado. A continuación les dejo los siguientes enlaces a los anteriores: I , II III (Horacio Quiroga, Franz Kafka y Julio Ramón Ribeyro), IV (Allan Poe, Saki y Óscar Wilde), V (Juan José Arreola, Guy de Maupassant y Roberto Arlt), VI (Rodolfo Walsh, Isaac Asimov y Franz Kafka) y VII (Elías Jauregui Castro, Rodolfo Walsh y Andrés Neuman).
Comentarios1
Tomaremos nota de esta nueva entrega 😉
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