Las mejores obras dramáticas del siglo XIX

Cada género literario tiene sus adeptos. Ellos encuentran en él un lugar donde disfrutar poniendo en marcha sus dotes detectivescas, donde desconectar de la dura vida rutinaria disfrutando de situaciones cómicas, donde sentir ese amor que no logran alcanzar en realidad o donde dejar fluir sus sentimientos y su parte emocional. En este último caso, eso es algo que se consigue leyendo novelas dramáticas.

A lo largo de la historia muchas han sido las obras de este tipo que han conseguido encogernos el corazón, hacernos sentir vivos. No obstante, aquí les recomiendo algunas que, sin duda alguna, merece la pena leer y que se enmarcan dentro del contexto histórico del siglo XIX.

Madame Bovary no es sólo una recomendación sino casi incluso una obligación pues está considerada como una de las mejores novelas de todos los tiempos. Gustave Flaubert fue quien la publicó en el año 1857 y ella gira entorno a la figura de Emma Bovary.

Ella es una mujer casada que lleva una vida infeliz y que, rompiendo con todos los convencionalismos y con las reglas morales impuestas por la sociedad, se niega a vivir de una forma que no le gusta y junto a un hombre al que no ama.

Por ello, vivirá una tórrida y escandalosa relación extramatrimonial con un don juan, Rodolphe Boulanger. Pero no será su único amante, también entrará su vida un nuevo amor (León) que, al igual que el anterior, la acabará abandonando.

El final será trágico pero no desvelaremos cual es, queda en sus manos descubrirlo.

Los juicios sociales

Igualmente relevante en la historia de la literatura universal, y en concreto en la francesa, es la obra Rojo y Negro de Stendhal. En el año 1830 fue cuando vio la luz este trabajo que toma como escenario el país galo en el siglo XIX.

Con este libro su autor quiso mostrar de una manera descarnada la realidad de aquel momento, caracterizada por las situaciones crueles y pintorescas que rodeaban a la burguesía.

Para ello se toma como protagonista a Julien Sorel, un joven provinciano y muy ambicioso, dispuesto a todo o a casi todo para dejar a un lado la pobreza que le tocó por suerte y así escalar posiciones en la sociedad francesa.

La sociedad norteamericana, por su parte, es la coprotagonista de La Letra Escarlata que fue publicada en 1880 por Nathaniel Hawthorne.

Desde el principio hasta el final de estas páginas, el drama está presente en cada palabra, en cada frase, en cada párrafo. Y es que en aquellas se narra la historia de Hester Prynene, una fémina que está acusada de ser adúltera, por lo que debe llevar en el pecho una A que la identifique como tal.

Repudiada, insultada y humillada esta mujer luchará por vivir lo más feliz posible al lado de su hija, de un padre cuyo nombre no ha querido desvelar, y del marido al que ha sido infiel.

Su fuerza y su coraje son los que hacen que Prynene siga mirando con la cabeza bien alta al pasar entre sus vecinos, esa sociedad estrictamente religiosa y con fuertes convicciones morales que la someten continuamente a un juicio.

El personaje clave será el reverendo Dimmensdale quien guarda un secreto, por cobardía, que perjudica a la protagonista.

Tres novelas dramáticas magistrales son estas que en estas líneas hemos expuestos. Tres trabajos que muestran la innegable calidad narrativa de los escritores del siglo XIX.

 

 



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