El retrato de Dorian Gray (1891), El fantasma de Canterville (1891) o El príncipe feliz (1888) son algunas de las narraciones más importantes que salieron de la pluma del escritor irlandés Oscar Wilde. Esas le dieron éxito, pero sus obras de teatro también contribuyeron a catapultarlo a las más altas cimas del mundo literario.
En concreto, ahora queremos adentrarnos en esos trabajos de dramaturgia que le dieron fama y que aún hoy siguen representándose en escenarios de todo el mundo:
El abanico de Lady Windermere
En el año 1892 fue cuando se acometió el estreno oficial de esta obra, que toma como protagonista a la mujer que le da título. Esta es una dama que un día es informada de que su esposo le está siendo infiel con otra, con Mrs Erlynne. Un hecho este que hará que se enfrente a su marido, al que le pide explicaciones. Sin embargo, este no sólo le dice que es mentira sino que, además, se atreve a invitar a la presunta amante a la fiesta de cumpleaños de su mujer.
Tan ultrajada se sentirá Lady Windermere, que no dudará en abandonar su hogar y seguir a Lord Darlington, que acaba de declararle su amor. Pero si enrevesada es la trama, más aún se complicará cuando Erlynne acuda a la casa de ese otro hombre para hablar con la protagonista y pedirle que vuelva con su marido.
Esa conversación entre ambas féminas resultará fructífera, pues la esposa decidirá regresar a la vivienda, pero todo se complicará aún más cuando ellas, escondidas, asistan a una conversación entre los dos personajes masculinos que acabará complicando la situación de todos.
La importancia de llamarse Ernesto
En 1895 fue cuando Oscar Wilde decidió estrenar esta obra teatral, que se ha convertido en una de las más insignes de su bibliografía y que ha tenido numerosas adaptaciones desde entonces.
Una comedia de enredo es esta, que toma como protagonistas a dos hombres, que tienen una doble vida. Así, frente a su día día, en ocasiones aprovechan para romper con la rutina y tener vidas más divertidas e intensas y lo hacen utilizando otra identidad, concretamente la de Ernesto.
Y eso lo que traerá consigo será un sinfín de problemas, malentendidos y absurdos, sobre todo en el plano amoroso, que pondrá a los caballeros en serias tesituras.
Una mujer sin importancia
1893 fue, por su parte, el año en el que se puso por primera vez en escena esta otra obra que toma como escenario una casa de campo inglesa. En ese paraje bucólico y aparentemente tranquilo, se reúnen diversos personajes que mantienen conversaciones de lo más banales, aunque también tendrá cabida la proposición de un trabajo a Gerald como secretario de Lord Illingworth.
Sin embargo, ese ambiente tranquilo se complica en el momento en el que aparece la madre de Gerald. Y es que se topa con el hecho de que el hombre que le ha ofrecido el trabajo a su hijo es precisamente su verdadero padre, con el que décadas atrás tuvo un romance y que, al descubrir, el embarazo la dejó tirada.
Un descubrimiento que posiblemente pueda desencadenar la tragedia.
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