«Migrante», de Giovanni Collazos —Editorial La Garúa—

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Resulta tan difícil a veces encontrar un libro que me interpele de raíz. Ya no valen esos poemas de la infancia que me hicieron amar y abrazar la poesía, porque un presente como éste, tan lleno de arrugas y de púas, necesita ser dicho-pensado con otras palabras. Tampoco las infinitas (a veces en formato de espiral) alternativas que ofrecen las librerías con los nuevos poetas me conforman, porque necesito hallar en la poesía algo sangrante que sea presente y cuestione la tradición y no me sirven los libros idénticos con distintos nombres. Un libro que sea en sí mismo una pregunta. Un texto que desgarre no sólo el sentimiento sino la idea, que cuestione la identidad, pobrecita aplastada por los roles y cadenas que la ponen al servicio del sistema. En «Migrante» de Giovanni Collazos (Ediciones La Garúa) me he encontrado al perderme. Es éste un libro donde la sangre brilla y el pensamiento se presta como refugio, para conseguir entender desde lo íntimo lo que es de todos, y desde la madurez revisar las astillas de la infancia.

La migración como punto de llegada

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Yo, que leo a Vallejo con voracidad y siempre creo entenderle un poco más, que nunca del todo, y que siempre ando buscando a alguien que me lo explique sin robarme lo que de Vallejo llevo, he llegado a «Migrante» pensando en que hallaría callejones que condujeran a «Trilce» o a los «Poemas humanos», pero ¡qué equivocada estaba! Lo que encontré es un libro que comparte rasgos con la poesía vallejiana pero que tienen más que ver con la inquietud poética que con el resultado. Lo que los hermana a Vallejo y Collazos es el deseo de escribir para explicar por qué somos lo que somos. En ambos hay un búsqueda a través del lenguaje de la interpretación del deseo, de las rajaduras de la vida y del dolor, pero la voz de Collazos se inclina por el empeño de racionalizar dichas experiencias, mientras que en Vallejo todo parece herida que sangra. Esto deviene en poéticas bastante diferentes. Lo aclaro porque quien se acerque a este libro pensando en Vallejo, se dará un palo.

Dice Maurizio Medo en el prólogo que Collazos es un nómada que se resiste a la posibilidad de partir, por eso su poesía es la más peruana que ha leído. Él también se acuerda de Vallejo. No comparto esta idea del todo. Y me explico. Creo que la escritura de este libro parece surgir tomando como punto de partida la huida, la extrañeza de la extranjería, la idea de que nunca habrá hogar materno al que regresar, es decir, está escrito desde una especie de no lugar donde el lenguaje también adquiere nuevas formas, intereses y batallas. «Migrante» es entonces un libro fronterizo, que vive en ese territorio donde todo está a medio camino entre la pérdida y la tierra prometida.

Quise partir de esta idea porque existe en España una poesía invisible que no la escriben españoles y que la crítica académica continúa manteniendo fuera de sus lecturas, como si fuera cosa de otro mundo, como si se tratase de una poética ni extranjera, como la que escribiría un peruano que nunca se ha ido de Lima (que no un anglosajón). Es una poesía que se conforma de estéticas versátiles que hacen del lenguaje una forma de estar en el mundo para pensar el tiempo este nuestro que tenemos, el lugar que habitamos. En esa poesía se encuadra este libro, por eso a Collazos no habría que leerlo como peruano sino, y como él mismo lo sugiere, como nómada, migrante y viajero, como a un apátrida que va en busca de una forma que explique lo que duele. Y eso que duele está aquí, en Portugal, en Oporto, en España, en Madrid.

«Migrante» se presenta entonces como una construcción identitaria completa que traza un puente entre la poesía latinoaméricana y lo que la extranjería nos hace. Podríamos decir que es un libro escrito en y desde la frontera, y no sólo porque su tema principal sea la migración sino porque además se empeña en hacer una fusión del lenguaje: como si todas las palabras pudieran convivir en un espacio en el que no existe nacionalidad, ni orilla. Así, términos absolutamente latinos conviven con palabras castellanas, el pasado con el presente, la playa de Lima con las calles empedradas de una Oporto o una Madrid. Construye así Collazos un nuevo estado de nacionalidad, donde todos podríamos ser bienvenidos.

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Deconstruir el canon

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Una de las cosas que más me ha fascinado de «Migrante» es ese repensar a través de la forma. Apenas comenzamos la lectura entendemos que debemos prestar muchísima atención no sólo al mensaje que guardan los poemas sino a su estructura, porque a través de ella se transmite una búsqueda estética insurrecta que se sale y contradice los caminos impuestos (y fijados) por los cánones.

En la estructura de los poemas hay una sombra que siempre se nos escapa (esto también puede recordarnos a Vallejo), algo que se nos está diciendo pero no aparece a la vista. Y esa forma, vaporosa e inasible, aparece para poner en duda todo lo conocido: mundo, palabra, tiempo, experiencia. Esto hace que algunas imágenes sean más difíciles de seguir-atrapar y otras ofrezcan una claridad rutilante. Tenemos así poemas como «Sensistemalismo» (que podríamos denominar redondos), «Grieta» (que pertenece a los invertebrados del libro) y «Suburbio» (donde se destaca una intención que se halla entre la narrativa y la poesía).

La deconstrucción avanza sobre la identidad y reflexiona en torno a los mecanismos de domesticación (que echan raíces en el lenguaje para perpetuar roles y conductas y anidar en nuestros lazos afectivos). Da la sensación de que forma, lenguaje, mensaje e identidad se pusieran al servicio de una idea (lo que nos han enseñado podría no ser justo) para dejarlo todo patas arriba y volver a edificar (cuando este volver nunca es empezar de cero). La poesía puede contarlo y transformarlo todo; eso parece querer decirnos Collazos, que hasta emprende en «Anuncio» la búsqueda de empleo a través de un mensaje en clave revolucionaria.

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La ternura como refugio

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La experiencia migratoria colectiva es sin duda el más importante tema de este libro, pero Collazos avanza sobre ella desde lo íntimo, para posarse sobre ese desarraigo que nos deja solos, casi abandonados, en un mundo que no da lo que promete y en el que estaremos marcados para siempre. Esta experiencia abarca desde la precariedad laboral (que podemos leer en «Desempleo»), hasta el deseo sexual delimitado por las imposiciones de roles, clase y género («Elástico» permite una mirada interesante al respecto), y pasando por una reinterpretación visual sobre el mismo mundo conocido-desconocido (como en «Malecón» o «No lugar»).

Hay en «Migrante», decía, una reflexión desde la frontera sobre la nueva identidad que abrazamos cuando emigramos. Y en muchos de los poemas la infancia o el pasado con su brillo enfermizo se aparecen como un monstruo de dos cabezas para empujarnos al derrumbe de la esperanza. Y no quisiera dejarme fuera los maravillosos textos que hay sobre los mecanismos de supervivencia frente a la nostalgia del terruño.

Pienso que también es éste un libro que trata acerca de la ternura, que se asoma en el momento menos pensado con forma de barca, de huella, de sol. Creo que es una de las cosas que más rápido perdemos y, de hecho, la asumo como la más triste pérdida vinculada a la migración. La ternura se hace añicos ese primer día que cruzamos la frontera y alzamos los ojos, para bajarlos casi inmediatamente. Ya desde ese primer momento y en adelante, cada vez se volverá más esquiva, más extraña.

He descubierto con asombro que este libro parece escribirse también desde esa búsqueda desesperada por ese brillo-chispa-ilusión que parece diluirse con la madurez pero sobre todo con la extrañeza que provoca esa sensación de no tener casa a la que volver, y que se proyecta en otras extranjerías que duelen igual que la propia. Y pienso en poemas como «Estupor de un gato», «Negro» y «Naufragio». Asimismo hay poemas que dejan al descubierto otra tristeza, más personal, no ya relacionada con lo que la violencia institucional nos arrebata, sino con el endurecimiento al que nos autocondenamos, mientras construimos barreras que frenen el vacío, para que tanta tristeza no nos desborde y nos aplaste. Y pienso en «Panza de burro», «Argumosa» y «Seseo» (creo que es el que mejor representa ese intento desesperado de recuperar la ternura).

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El lenguaje como declaración de principios

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Y termino volviendo al lenguaje. Me interesa e impacta la forma en la que Collazos se aferra a él; porque veo que en la elección de las palabras hay una declaración de principios. Hay muchas palabras proletarias que deambulan y contradicen las estructuras del sistema y sus fronteras. Palabras como lampa, suarda, lumpen, ganzúa, caguayo, que nos obligan a entender que estamos ante una poesía terriblemente social, anticapitalista y que se apoya en un lenguaje trabajado al detalle que nos permite divisar a un poeta que quiere integrarse sin perderse.

No leas «Migrante» si buscas una poesía clara y en línea con los afectos domeñados. Es éste un libro duro, que exige una entrega lectora aguda, y se encuentra limado de sensiblería. Por otro lado, plantea su forma, como decía, una cierta dificultad en la lectura, porque el hilo que conduce de un poema al siguiente (y a veces entre imágenes dentro de un mismo texto) es casi inasible. Lee Migrante si crees en la poesía como espacio de pensamiento y cambio. Espero que como me ha ocurrido a mí, te conmueva y punce hasta la extrañeza.

«Migrante» nos obliga a repensarnos y repatriarnos. ¡Es una lectura exquisita que les deseo a todos!


 
 
MIGRANTE
Giovanni Collazos
La Garúa Ediciones
978-84-947739-4-5
60 páginas
10,00 €



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