«Mil doscientos pasos», de Juan Cruz Ruiz (Alfaguara)

 

La memoria es uno de los temas centrales de la obra de Juan Cruz Ruiz. En ocasiones pasa de costado sobre otros temas, en su novela más reciente Mil doscientos pasos es el eje concéntrico en torno al cual pivotan un montón de otros temas, como la violencia, la ternura de la infancia, el descubrimiento de la traición y también del deseo. Una novela hermosa, con un ritmo que tira de las pausas y silencios para ofrecernos el espacio de rumiar lo contado, mientras nosotros mismos viajamos en el tiempo. Que nadie se la pierda.
 
 

Un rincón de la infancia

Después de la publicación de obras maravillosas como Ojalá octubre, Crónica de la nada hecha pedazos, Primeras personas y El niño descalzo, Juan Cruz Ruiz vuelve a la infancia, a las calles de una isla donde el mar y el polvo se confunden y a la mirada crítica sobre el mundo en una novela que no nos deja indiferentes.

Lo primero que impacta al acercarse a esta novela es el trabajo de la memoria en su relación con la geografía. La prosa de Juan Cruz Ruiz se apoya en descripciones fascinantes sobre los lugares y los rostros, y nos entra desde ahí, una especie de paisaje literario que tiene su propio tono y que nos invita a conocer a los personajes. En ese trabajo de memoria y geografía, el autor es capaz de trabajar con su propio material real para transformarlo en material importante para todos, algo sólo posible a través del matiz de la ficción.

Un hombre regresa a su isla, su casa, la tierra que lo vio nacer, el lugar donde aprendió la felicidad pero también donde se originó su tristeza y su rabia. A través del relato va llevándonos de la mano por esas calles: la escuela, la casa, el muro… Y en todos ellos nos presenta a aquellos personajes que se encuentran ligados a esos espacios. Es muy interesante la forma en que en su memoria se han ido guardando esos lugares, sus matices coloridos y grisáceos, todos atravesados por las relaciones con las personas.

Mil doscientos pasos es una reconstrucción novelada de una infancia herida por los conflictos sociales y la fiebre de querer formar parte de un mundo que, por otro lado, se mostraba tremendamente hostil. Es también un testimonio de la relación con una geografía que ya no existe, pero que palpita en la memoria, quizá en el empeño de hacer las preguntas importantes en torno a los límites de la realidad, y cuánto del mundo sensible cabe en esa definición.

Una novela sobre el miedo

La incomprensión es uno de los temas más importantes de esta novela, la gran fragua en la que se ha gestado el sentir del personaje. Me parece muy significativo el trabajo de la vulnerabilidad del protagonista, porque a partir del miedo va configurándose en él no sólo una forma de relacionarse, sobre todo una mirada: el miedo dicta esa mirada. La lectura de estas memorias, en las que el personaje se sumerge en lo más hondo de su infancia y adolescencia nos ofrece interrogantes sobre nuestra propia experiencia, y la manera en la que nos hemos relacionado con el miedo y con la mirada.

En la escritura de Juan Cruz Ruiz la herida siempre es fértil. Sus personajes suelen sentirse ajenos al mundo que habitan pero, por otro lado, ser totalmente conscientes de que esa distancia u orfandad, no los hace invulnerables a su daño. Así, aunque sufren del extrañamiento de los que se saben en el borde de las cosas, sufren intensamente por no estar en el centro. En esta novela, la mirada del protagonista atraviesa del borde al centro a través de una narración llena de momentos intensos y de reflexiones importantes sobre la naturaleza humana.

La nueva novela de Juan Cruz Ruiz podría ser una hermosa forma de entrar en su obra donde lo esencial es la indagación de nuestros miedos y de los mecanismos que elaboramos para enfrentarnos al terrible miedo que nos supone el mundo. Que nadie se pierda esta novela donde la vida es cuerpo, sueño y memoria.

MIL DOSCIENTOS PASOS // Juan Cruz Ruiz // Alfaguara //
978-84-2046-164-9 // 216 páginas // 18,90 €