Te invitamos a leer «Monoblock» de Karina Sacerdote (También el Caracol).
En los últimos años la literatura argentina ha sido testigo del resurgimiento de un tipo de novela social donde se trabaja especialmente la lucha de clases. En ese territorio contamos con maravillosas obras como «Cometierra» de Dolores Reyes (Sigilo), «Chicas muertas» de Selva Amada (Random House) o «Un publicista en apuros» de Natalia Moret (Random House). Desde diferentes temáticas y perspectivas, muchas obras argentas trabajan temas como el feminicidio, la discriminación de clase y las oportunidades en la vida, y nos invitan a pensarnos desde un lugar crítico. «Monoblock» de Karina Sacerdote (También el caracol) podría incluirse en esa misma línea, ya que se trata de una novela que se ambienta en un territorio poco habitual en el mundo del libro: los barrios marginales que surgieron como respuesta al crecimiento de la brecha entre clases sociales y el avance de la industrialización sobre las ciudades. Una novela dura pero escrita con acierto y buen gusto que voy a recomendarte aquí.
Porque no hay luz
Porque no hay luz en el mundo que nos salve. Quizá ese podría ser el punto de partida de la perspectiva de toda la novela. La dureza de los acontecimientos, la inexistencia de una esperanza que saque a los personajes de su pozo, es el punto de anclaje al que se aferra Sacerdote para explorar una realidad cotidiana a la que la literatura le ha dado la espalda.
Germán vuelve al barrio que lo vio crecer, del que se fue pensando en no regresar, y decide que en él no se cumplirá la profecía de su padre: el barrio te chupa. Se empecina en convencerse de que él es distinto y que el barrio no conseguirá «convertirlo» en lo que quiere. Sin embargo, una a una ve caerse todas sus esperanzas y poco a poco vuelve a una vida que se había prometido, había llegado a su fin. Con él entramos en la historia y a medida que avanzamos conocemos a una serie de personajes, que forman parte de su pasado y que le recuerdan quién fue, intentando devolverlo a la raíz.
En lo personal no me gustan las historias donde no parece haber una salida ante la tristeza. Si buscamos en la literatura la fuerza para salir adelante, pensar que no existe una luz, puede volver insoportable nuestra rutina. No obstante, creo que en este caso, pese a la dureza del relato, Sacerdote escoge un tono que siempre deja lugar para la luz y nos invita a creer en un futuro distinto para los personajes.
La violencia que conduce
La violencia es uno de los temas fundamentales del libro. La violencia que todo lo atraviesa, que destruye todas las infancias y que se convierte en madre y gestora del futuro. La violencia que corrompe las mentes más inocentes y que convierte en verdugos a los que un día fueron víctimas inocentes del sistema. En ese sentido, sin proponérselo, o al menos sin hacer alarde de ello, Sacerdote nos permite una lectura sobre la forma en la que vivimos y conformamos nuestras sociedades. Y es ésta una de las cosas que más me ha gustado del libro: esa mirada hacia los mecanismos de poder que circundan todas las relaciones humanas.
Violencia, deseo y esperanza parecen los motores de toda la historia. Quizá podría encontrarse una nueva mirada sobre todos ellos. Cada uno sabe encontrar las fuerzas donde puede. No existen parámetros idénticos para todos. Desde esa perspectiva resulta verdaderamente interesante la novela y su estilo.
Me ha interesado especialmente la relación que Sacerdote establece entre las vidas de los personajes y el tono del relato. Sin irse hacia una escritura forzada, se centra en un lenguaje que expresa con precisión lo que quiere sin romper el tono lírico que a lo mejor deseamos de todo buen relato. En ese sentido, hay un interesante equilibrio entre lo que cuenta y la forma en que lo cuenta.
Una novela distinta
Karina Sacerdote escribe con precisión, nos lleva paso a paso, nos anima a querer ver más y nos regala una obra interesantísima, a ratos cruda pero también luminosa, en tanto y en cuenta nos muestra una realidad distinta. La vida detrás de las avenidas, donde empiezan los barrios marginados, donde los jóvenes se ven condenados a vivir una vida que no desean, porque el barrio y sus sinergias grises los absorben. Esa realidad es la que encontramos en esta novela, con sus luces y sus sombras.
Si bien esta novela podría enmarcarse en una nueva corriente de literatura argentina enfocada en la visibilidad de las clases invisibles para el mundo de la literatura, no existe ese tono moralista que suele aparecer en textos de este tipo, y aquí encuentro cierta luz. Sacerdote trabaja con la trama como si fuese parte de un todo. Nadie es santo. Nadie se salva del dolor. A todos los corroe el poder y el deseo de venganza. Ése es seguramente el mayor poder de la novela, y una buena razón para no perdérsela.
MONOBLOCK
Karina Sacerdote
Editorial También El Caracol
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