Junto a Rosalía de Castro, Carolina Coronado es una voz ineludible de la poesía española. No obstante, a diferencia de la mayoría de los poetas hombres de su generación, sobre ella no existe gran bibliografía circulando en la red. En un pobre intento de cambiar esta línea injusta contra la obra de tantísimas mujeres, he decidido aprovechar el aniversario de su nacimiento para escribir una pequeña nota en torno a su poesía. Coronado es una poeta que nadie debería perderse.
Entre Carolina Coronado y un poeta sevillano
Para leer y disfrutar a Carolina Coronado es imprescindible ubicarse temporalmente. No podemos leer de igual forma un poema de nuestro tiempo que uno del siglo XIX. En el caso de Coronado encontramos una gran inspiración en la poesía anglosajona del siglo anterior; siendo Lord Byron uno de los poetas a los que más admiraba y leía.
Durante su vida Coronado se movió en círculos elitistas; no obstante, luego de su fallecimiento su voz y su prestigio se fueron apagando. Cuando se la intentó recuperar, se la denominó «la Bécquer femenina». Desde siempre las mujeres hemos tenido que soportar esa idea de que no tenemos identidad sino cuando somos comparadas con la creatividad de algún hombre.
Lo curioso (aunque más que curiosidad despierta rabia en nosotros) es que estos poetas no fueron del todo contemporáneos y, de hecho, ella publicó su poesía antes que el poeta sevillano. Así que, teniendo en cuenta esa idea comparativa, ¿no sería más lógico denominar a Bécquer «el Coronado masculino»?
Por otro lado, debemos tener en cuenta que lo que a simple vista puede resultar halagador no es más que la representación de un mecanismo milenario a través del cual el arte de las mujeres ha sido menospreciado. Y si a esto le sumamos las diferencias estéticas de ambos poetas, la cosa se vuelve todavía menos entendible.
Al zambullirnos de lleno en la poesía de Coronado, habiendo pasado por la de Bécquer, encontramos diferencias rotundas. Lo que en el poeta sevillano es un canto al amor donde la mujer es objeto para ser mirado y admirado por sus finos contornos, y donde las comparaciones y metáforas apuestan por una superficialidad que a día de hoy puede resultar por momentos espantosa; en Coronado es una mirada abstracta sobre las relaciones, y una búsqueda interior encubierta en poemas románticos.
Leer a Coronado es internarse en una mente llena de recovecos, donde la búsqueda de la independencia salta a la vista y donde el dolor atraviesa la médula. Sin duda, aquella comparación que sí sirvió para granjearle cierta fama (lo que la ha ayudado a no correr la misma suerte de otras poetas de su tiempo, como la gran Eulalia de Llanos) no tiene un real fundamento, más que sostener esa idea de que las mujeres somos en tanto y en cuanto somos comparadas con ellos. Cortarle las alas a una poeta como la Coronado, hilvanando sus versos a los de un autor que se ha quedado en la superficie estética y reflexiva de la lírica me resulta por tanto indignante.
La obra de Carolina Coronado
La poesía le llegó a Carolina a edad temprana. A los diez años se creó un personaje imaginario llamado Alberto y comenzó a dedicarle pequeños poemas. Entre las cosas que se destacan de esa primerísima poesía podríamos señalar el empleo de un lenguaje adulto, cerca de la poesía medieval, donde el objeto poético impregnaba de melancolía sus versos. Se dice que Coronado se enamoró de Alberto y le juró lealtad eterna, como si de una persona real se tratase.
Al mirar sus versos en perspectiva podríamos decir que, al igual que supieron hacer otras mujeres extrapolando sus deseos carnales a la poesía místico religiosa, Coronado necesitó crear un personaje en quien proyectar sus deseos, esos deseos que en un mundo dominado por hombres, incapaces de atender las reales necesidades de las mujeres, era imposible satisfacer.
En la obra de Coronado la pérdida ocupa un papel fundamental. El dolor del desamor, el desarraigo y el rechazo social son algunas de las formas que adopta esa pérdida, que otorga una mirada melancólica sobre la experiencia vital y da a su poesía un carácter sombrío. Así leemos en uno de sus versos:
Otro de los elementos que llama la atención al leerle es la fuerte presencia de la muerte. Rebuscando un poco en su biografía podemos enterarnos de que aparentemente sufría de catalepsia crónica y que eso la llevó a desarrollar una neurótica y obsesiva relación con la realidad y la muerte. Declaró haber muerto y resucitado, y padecía ataques de histeria y violencia que la volvían inaccesible: el miedo a que en una de sus crisis catalépticas le enterraran viva, la llevó a tomar toda clase de precauciones para evitarlo.
A simple vista puede resultar un razonable trastorno; aunque sus temores de la muerte y su neurosis la llevó a tomar la decisión de embalsamar a su marido cuando éste falleció, y conservarle en su casa. Y aquí su biografía resulta fascinante. Este personaje que se aparece en sus poemas bajo nombres como «el silencioso» o «el hombre de arriba», y sería un compañero constante en su poesía.
Y a ese hombre, y también a ese espejismo (ese otro personaje inventado que le incentivara a escribir tan gloriosos versos), así como también a la juventud y la infancia perdida les escribe versos como estos:
A lo largo de su vida Coronado tuvo que enfrentar la crítica popular; a su condición de poeta no le ayudaron demasiado sus débiles nervios. Pero en lugar de amedrentarse, escribió un poema increíble que es «La poeta en el pueblo» en la que plasma esa idea de la mujer escritora, rara y con ojos de loca.
La lucha de Coronado por la libertad de la mujer es otro de los temas que no debemos dejar fuera al hablar de ella. Criticó en varias ocasiones la desigualdad planificada en la educación; cuando los hombres acudían a la universidad las mujeres eran educadas en el bordado y «la ciencia del pespunte» dice Carolina.
Además, como bien lo apunta Juan Ignacio Codina en su libro «Pan y toros», Carolina Coronado fue también una férrea antitaurina; y en una época en que la fiesta sangrienta ocupaba un lugar fundamental de la cultura popular, denunció el maltrato animal y abogó por entretenimientos más acordes a una sociedad evolucionada.
Gracias a proyectos como el de la nuevita editorial feminista Ménades, las injusticias contra las autoras silenciados por el patriarcado comienzan a saldarse. ¡Qué alegría más grande me ha dado saber que uno de los primeros títulos que verán la luz será «La emancipación de la mujer», de Flora Tristán! Tristán es una contemporánea de la Coronado a la que también le debemos muchísimo en nuestra lucha igualitaria.
Comentarios1
Gracias por esta publicación, no conocía a esta poeta. Interesante
¡Qué bien, Bucle! Te la recomiendo muchísimo, ¡es maravillosa! Un abrazo y gracias por leerme y comentarme. 🙂
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