4 mujeres que han dejado su huella en la literatura

A esta altura ya es más que evidente e innegable que las mujeres escritoras no gozan de la misma visibilidad que los hombres. Hace uno días lo comprobábamos con la transparente escritura de Gamel Woolsey, a quien poquísimas personas conocen pero que fue una verdadera y comprometida autora.

Vivimos en una sociedad donde hombres y mujeres parecemos trabajar en pos de la invisibilidad de las escritoras; al evitar nombrarlas o al escoger una y otra vez referentes masculinos. Intentando hacer algo diferente, hoy les traigo un artículo en el que hablo de cuatro mujeres que considero imprescindibles para la literatura universal. Lo relevante no es que hayan sido mujeres, sino que hayan dejado obras innovadoras y extraordinarias.

La mujer que se hizo monja por amor al arte

La religión ayudada por los lingüistas a su servicio nos ha intentado convencer de que Sor Juana Inés de la Cruz fue una de las consagradas más apasionadas por el señor y por la iglesia. Recuerdo a mi madre recitando algunos de sus versos y haciéndome creer que todo eso lo sentía por su dios. Lo cierto es que, lo que me atrae de ella y lo que más me maravilla, es que fue capaz de prescindir de su vida privada para alcanzar su libertad. Si la tuviera delante le preguntaría «¿Cómo conseguiste engañarlos a todos?» ¡Su inteligencia era alucinante!

En aquella época (siglo XV) los únicas posibles caminos para las mujeres eran el matrimonio y la vida consagrada. En ambos, las mujeres se convertían en esclavas: de un hombre o de una congregación. Sin embargo, ella consideró que en una congregación tendría más libertad que en una vida marital. Posiblemente no se equivocara, el peso del patriarcado era todavía más fuerte que el que existe hoy en día (me cuesta imaginarlo del todo, pero era así) y la mujer-esposa se encontraba a merced de los caprichos del hombre que le tocaba por marido.

Ella prefirió confinarse en un convento para dar rienda suelta al arte. Gracias a esta decisión pudo dedicarse a la poesía a tiempo completo y convertirse en una de las fundadoras de ese género amoroso que se encuentra entre lo erótico y lo romántico.

Sor Juana fue un verdadero ejemplo de lucha; capaz de prescindir de las comodidades mundanas para abocarse completamente a la literatura y de maquillar sus deseos usando como figura la de cristo, para poder mantener así su plan de vida.

Toda su poesía es relevantísima para la literatura de su tiempo, y si a esto le sumamos que fue una de las primeras escritoras en alcanzar la fama, podemos decir que sin ella la literatura no sería lo que es. Por eso, es imprescindible para las letras.

El modernismo se vuelve argentino

Por mucho que he intentado encontrar un nombre femenino de la altura de Sor Juana después de ella, no he encontrado nada. Es como si hubiera un vacío absoluto de autoras en los siglos siguientes. En los libros de historia literaria apenas unas pocas mujeres aparecen, y muchísimos hombres (muchos de los cuales ni siquiera son imprescindibles). Así que la siguiente autora nos ubica ya en el siglo XIX, y es Alfonsina Storni.

Sin ella a la poesía feminista argentina posiblemente le faltaría un referente en el que apoyarse. En su obra se nota una gran influencia del modernismo, una poesía europeísta que dotó de elementos simbólicos las letras latinoamericanas. Ella fue una de las voces de la literatura bonaerense que más colaboró con la fusión de aspectos literarios europeos con elementos propios del país.

El realismo mágico empezó antes de García Márquez

Y ya acercándonos a este siglo no podemos dejar de mencionar a María Luisa Bombal. Nacida en Chile en el año 1910. No publicó demasiado a lo largo de su vida, sin embargo lo que vio la luz fue de una relevancia inaudita.

Gracias a su forma tan auténtica de manipular las letras, dotó a la narrativa de un montón de elementos que la volvieron vanguardista.

Seguramente, fue una de las figuras más representativas del movimiento precursor del realismo mágico y cultivó novelas y cuentos que fueron absolutamente influyentes para la literatura que vendría después.

La infancia perenne se escabulle tras la pluma

Para terminar, parándonos en esta época, con los ojos más puestos en unas décadas atrás mencionaré a Ana María Matute. Hace poco alguien me dijo que le había parecido una verdadera revelación en sus años de juventud pero que sentía que se había estancado, escribiendo siempre la misma historia. En lo personal, la relevancia de su obra no tiene explicación.

Creo que es una autora que supo encontrarle la vuelta a la guerra civil, que fue capaz de entender antes que nadie que las guerras no llevan a ninguna parte y, seguramente esto fue posible porque nunca abandonó a la niña que lleva dentro. En su obra la infancia se escapa por los cuatro costados y esto es lo más absolutamente innovador e incuestionable. Indudablemente en ella pesó la literatura rusa al punto de obligarla a entender su propia vida a través de las letras, y en ella, de los recuerdos.

Si es como dicen algunos que todos escribimos la misma historia una y otra vez porque necesitamos buscar algo que ni siquiera somos capaces de comprender qué es, puedo entender que ella escribiera la misma historia pero su maestría hace que sus protagonistas siempre sean diferentes, aunque todos se parezcan en algo, en que no soportan el paso del tiempo y el peso de la adultez. Quizás solo quienes perciban esta como la realidad cotidiana sean capaces de entender su obra y disfrutarla; pero nadie debería negar su importancia en el mundo de la literatura.