Mujeres mapuches en «Memoria iluminada»

La poesía se abre camino sin importar las barreras ideológicas, geográficas o idiomáticas. Se muestra y cruza bordes que parecían infranqueables. Hace unas semanas llegó a mis manos La memoria iluminada, una antología maravillosa de poesía mapuche. Sobre ella hablé y sobre ella continúo escribiendo ya que es un libro que (considero) no debería faltar en la biblioteca de nadie que se jacte de ser un buscador en la profundidad de la poesía.

En la poesía mapuche hay muchas y potentes voces de mujeres que escriben. En un mundo que escucha poco, ellas se paran y gritan. Y aunque en este libro nos encontramos con una amplia variedad de autores, quiero resaltar la presencia de algunas mujeres que me han sorprendido y me han conmovido.

Imágenes que se amasan con tierra

Entre los poemas que aquí encontramos hay muchos que se aferran a la tierra y hacen pie en ella para ofrecernos milenarias imágenes.

En los poemas de Liliana Ancalao nos encontramos con una desnudez llena de ternura, de infancia y de tierra. Dice:

…y concluye:

Las mujeres, olvidadas por tantas culturas, abrigan, nutren, cosechan; son esos individuos silenciosos que sostienen en pie a la familia pero de los que casi no se habla. En la poesía de Liliana la tierra se manifiesta como ese hogar de a ratos hostil que hay que abrazar para aprender a hacer de la intemperie un sitio cálido.

Y vuelve a esta idea Sonia Caicheo que nos regala una poesía limpia y y sonora donde la mujer también es protagonista. Sonia dice que una mujer isla es aquella que fue madre sin leer la Biblia y se manifiesta contra las hegemonías y los patriarcados de una forma intensa y rutilante.

…dice y abraza un lenguaje franco que parece querer incomodarnos, y lo hace.

Jaqueline Caniguán, por su parte, se aferra a una poesía sumamente intimista donde el agua inunda cada verso; esa misma agua que se considera germen de toda vida va entrometiéndose en sus palabras y las moja. Hay mucha vida en cada una de sus poesías pero también mucha tristeza; quizás porque no puede haber nacimiento sin muerte, como tampoco camino sin pérdida.

Dice:

Y canta con una voz que lo invade todo.

Memoria de un pueblo

En la poesía de Graciela Huinao nos encontramos con un precioso homenaje a sus antepasados. Dice:

Y ese temor rotundo que ilumina la memoria de todo el pueblo mapuche solamente se apaga con la muerte; como si cada uno de los integrantes de este grupo llevara el color del archipiélago metido en la frente. A través de su poesía, Huinao también nos ofrece música y un trozo de tierra amasado.

En esa misma línea se escucha la poesía de María Isabel Lara Millapán que nos invita a acercarnos al color y los sonidos de la naturaleza, que van gestando puntos de referencia en la memoria, inamovibles y eternos; imágenes perennes que se comparten de generación en generación y que vuelven la tarea del poeta significativa, como la voz que llama a los muertos y que clama por la libertad de un pueblo.

Van de la casa a la tierra y vuelta a la tierra. En la lírica de Faumelisa Mauquepillán, que ya no necesita presentación, nos encontramos con el aullido de la loba que necesita respuestas. Llena de preguntas, Faumelisa nos escupe frases como:

…y nos obliga a mirar hacia adentro, donde nadie más que nosotros puede llegar y comprender que no hay distancia, que al final del camino, en el abismo que se esconde en cada uno, todos nos parecemos.

Poesía intimista que araña

La poesía de Roxana Miranda Rupailaf también es de esas que se te meten profundo y horadan. Entre los poemas escogidos para esta antología hay uno maravilloso, difícilmente olvidable. Dice:

Y aparecen pájaros, agua, y mucha luz; porque esa es sin duda la mejor forma de caracterizar su poesía. Es como un enorme farol que parece marcar el ritmo y el rumbo de la poesía y de la vida.

La voz de Maribel Mora Curriao me sorprendió muchísimo. Desconocida para mí hasta ahora, todos los poemas que escogió para esta antología me han parecido fabulosos. Su poesía persigue a la muerte, para nombrarla, para darle forma y para conseguir así andar el camino hacia el exilio. A simple vista parece haber mucha oscuridad en su lírica; sin embargo, si ahondamos, podemos hallar el vuelo de los pájaros (de las garzas blancas) y los rayos del sol invadiendo de luminiscencia todas sus palabras. Y sobre todo, encontré un grito de libertad, de esa libertad añorada por los que vivimos en las ciudades (contra la que nos esforzamos por huir pero a la que todos echamos de menos).

Las mujeres que hablan e iluminan

En Memoria iluminada hay una exquisita poesía que se nutre de los colores de la tierra y del vuelo de las aves valientes. Podemos mirar a lo largo y ancho de esta antología y asomarnos a la cultura, al bagaje idiosincrático de un pueblo capaz de nombrar a la tristeza como nadie ha sabido hacerlo.

La historia los condena, ellos luchan. Las sociedades se vuelven contra todo el pueblo, ellos se unen más, aúllan y exigen sus derechos. La literatura habla de los hombres, ellas escriben y se muestran. Así es el pueblo mapuche, así son las mujeres mapuches. Una civilización que ha sabido enfrentarse al odio con su mejor bandera:  la cultura y la búsqueda interior. 

Si bien nos hacen creer que una de las mejores formas de conocer a un pueblo es leyendo la historia que se ha escrito sobre él; esto no es cierto. La mejor forma de conocerlo es escuchar a su gente. Así que, si quieren conocer a los mapuches no lean lo que los libros dicen sobre ellos. Mejor, escuchen a sus poetas que nos cuentan la verdadera historia, la que importa, la que surge de las entrañas de la tierra.