Hoy volvemos con otro libro para nuestro ciclo el desván de los libros perdidos. Y en esta oportunidad vamos a un título fundamental de la literatura que en su momento marcó una inflexión rotunda en el género de ficción porque ofrece no sólo una historia de distopías extrañas sino también una nueva forma de contar, un lenguaje auténtico. «La naranja mecánica» de Anthony Burgess.
El lenguaje de «La naranja mecánica»
Esta novela vio la luz en 1962 y es uno de los grandes hitos de la literatura anglosajona del género, que se da la mano con «1984» (G. Orwell) y «Un mundo feliz» (A. Huxley).
Decía que esta novela aporta también un lenguaje propio auténtico. Así es. Burgess creó una jerga adolescente que llamó ‘nadsat’ y que es la que utiliza mayoritariamente Alex, el protagonista de la historia que es también el narrador. Este lenguaje mitad ruso mitad anglosajón (cockney para ser más precisos) y con muchas licencias de Burgess que ha creado una serie de palabras propias y de formas auténticas para llamar a las cosas, puede resultar difícil de comprender al principio, pero una vez que nos situamos, nos lanzamos y nos sentimos parte de la historia, llega un punto en el que estamos totalmente familiarizados con el lenguaje.
Una de las ventajas que otorga este detalle a la obra es la atemporalidad. Si se hubiera decantado por una jerga adolescente realista la historia habría quedado enmarcada en un contexto histórico específico. Es evidente que el vocabulario y la sintaxis son dos detonadores fundamentales de la edad de una obra.
La traición a la historia
Seguramente el autor de este libro imprescindible no imaginó antes de publicarlo lo que se vendría después. Años y años de ver su obra convertida en otra cosa: el film de Stanley Kubrick que no respetaba, según el autor, el sentido de la obra. Sí, seguramente, a muchos de nosotros nos encanta esa película pero, por lo visto, a Burgess sólo le trajo dolores de cabeza. A tal punto que decía:
Esa mala conducta estuvo ligada a la supresión del capítulo final del libro, del epílogo para ser más exactos, en el cual el protagonista conseguía abandonar la violencia y decantarse por una vida de provecho. Según Burgess, siempre que se trabaja en una historia es importante mostrar la capacidad de transformación moral de los personajes, y eso fue lo que intentó hacer con ese final; no obstante, su editor lo veía como una traición al personaje y de ahí que supusiera que la única forma de publicar la obra fuera eliminando este final. Como Burgess padecía una circunstancia económica adversa, aceptó.
Alex es un joven con una alta capacidad creativa cuya característica más prominente es su adicción a los vasos de leche que matizaba con algo más fuerte. Un chico que además escogía cualquier camino que lo llevara a la violencia, que parecía el objetivo final y deliberado de todas sus elecciones.
A través de este libro Burgess trabaja temas importantes en la organización social, como los métodos para suprimir el deseo criminal de los delincuentes. A través de la novela nos encontramos con la siguiente pregunta: ¿es mejor ser malvado por propia decisión o bueno porque nos obligan? Esta pregunta también lleva al nombre de la historia. El libre albedrío, la capacidad para elegir es lo que diferencia al hombre de una naranja mecánica: uno es un organismo con independencia y decisión propia y el otro un organismo con color pero sin voluntad propia.
Además, Alex posee, según Burgess, los tres atributos fundamentales en un hombre: el uso de un lenguaje elocuente, la capacidad para jugar con el lenguaje y crear nuevas palabras y la fascinación-admiración por la belleza, que, en este caso suele encontrar en la música de Beethoven. Es además, un joven que, teniendo la oportunidad de corregir su camino escoge una vida licenciosa de ladrón, violador y asesino.
«La naranja mecánica» es sin duda una novela para reflexionar y con muchas escenas de alto contenido violento. La agresión social y la incapacidad de los sistemas para actuar en consonancia a ella son también elementos que se escapan de esta lectura. He pensado que en estos días tan difíciles para la paz podría ser interesante esta relectura, por eso la he escogido para el desván de los libros perdidos.
Comentarios1
Probablmente sea un buen momento para releer "La naranja mecánica" En mi caso, sería para leer por primera vez. He visto la película al menos 5 o 6 veces, me impacto desde la primera y no puedo dejar de verla si me entero que la retransmiten. Desconocía las discrepancias de su autor con el director de la película, pero me parece que lamentablemente sucede más a menudo de lo que creemos. Apropiadísimo artículo, Tes. Un abrazo.
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