Corría el año 1939 cuando el poeta chileno Pablo Neruda se disponía a avanzar con la escritura de su poemario «Canto general». El autor buscaba un refugio tranquilo, apartado del vértigo de las grandes ciudades, donde pudiera concentrarse y escribir sin prisas. Un pequeño aviso en un diario le dio la idea: se ofrecía un terreno y una pequeña casa en Isla Negra, por entonces un pequeño poblado de pescadores, casi desierto.
Junto a su esposa Delia del Carril, Neruda decidió ir a conocer la propiedad ubicada sobre la costa del Pacífico, cerca del puerto de San Antonio y a poco más de cien kilómetros de Santiago. Finalmente concretó la compra y se quedó con la casa de un viejo capitán de navío español, pero tuvo que terminar de construirla.
La casa de Isla Negra sería la favorita de Neruda, que tenía otras dos residencias en Chile. Allí aprovechó para disfrutar de su amor por el mar y fue modificando la edificación a semejanza de un barco. En cada habitación incluyó diversas colecciones de mascarones de proa, barcos en botellas, mapas y una gran selección de conchas marítimas.
Neruda, con el tiempo, construyó diversos agregados a la casa original. La primera ampliación, que concretó con ayuda del arquitecto español Germán Rodríguez Arias, la inició en 1943 y la terminó dos años más tarde.
En 1965 realizó una nueva ampliación y después planeó otra para terminar en 1973, aunque por las circunstancias políticas no pudo hacerlo y recién se completó en 1992, casi veinte años después de su muerte.
Hoy, la casa de Isla Negra tiene más de quinientos metros cuadrados y funciona como un museo. Neruda había legado el edificio al Partido Comunista, fue expropiado durante la dictadura militar y luego volvió a manos de sus dueños. El actual museo tiene el orgullo de incrementar sus visitantes cada año: en 2007, fue recorrido por más de 100.000 personas.
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