Nombrar a Beatrix Potter es realizar un conjuro que trae consecuencias. Ratas, conejos, cerditos y mofetas salen de sus madrigueras e invaden nuestro mundo. Criaturas fantásticas, atrevidas y políticamente incorrectas que al conocerlas nos cambian la perspectiva para siempre. Nombrar a Beatrix Potter es tomarse en serio la literatura infantil. ¡Qué locura! ¿No? Sin embargo, ¿qué sería de todos nosotros sin las historias que formaron contundentemente nuestros universos mágicos? Nombrar a Potter es aliarse con una de las cuentistas más fascinantes que ha dado la literatura.
¿Digo demasiado? Puede ser, aunque en lo personal es la pura verdad. Hallar a Potter me ayudó a comprender que había otros universos posibles y que en todo lo que vemos subyace una historia desconocida. Hoy se celebran los 150 años de su nacimiento y yo no puedo resistirme a nombrarla y a atreverme con ese conjuro, pese a sus sabidas consecuencias. Sobre ella escribo hoy.
El regalo que nos hizo Potter
Suelo preguntarle a mis amigos «¿Conoces a Beatrix Potter?» Cuando la respuesta es «NO», les hablo de Perico y de Carlota, y generalmente saben perfectamente quiénes son. Y es que ellos han sabido arreglárselas solos perfectamente, recorriendo el mundo y haciendo de las suyas en las cabezas infantiles (y adultas). Gracias a ellos el universo de Beatrix sigue y seguirá vivo por muchísimo tiempo: es una suerte tener esta certeza.
Beatrix Potter nació y se crió en una sociedad machista, sin embargo las imposiciones y el contexto social no tuvieron la suficiente fuerza como para conseguir alejarla de sus sueños. Su única intención era dibujar mundos de fantasía, en los que creía con todas sus ganas, y se abocó a ese sueño con todas sus energías; hasta que su sueño fue una realidad que le cambió la vida para siempre y que transformó rotundamente el mundo mágico de los cuentos infantiles.
Su pasión y su gran comprensión de la naturaleza le permitieron desarrollar habilidades diferentes a las de cualquier chica de su edad. Su interés por los aspectos relacionados a las relaciones entre especies en el mundo natural, la ayudaron a hacer importantes descubrimientos para el mundo de la micología y fue también gracias a esa gran capacidad de observación, que pudo darle a los animales de sus historias una personalidad única convirtiéndolos en referentes inolvidables de la literatura infantil.
Primeros y apasionados pasos
Pero vayamos al principio. El 28 de julio de 1866 en Kensington (Londres) nacía una bebita en el seno de una familia victoriana acomodada a la que llamarían Helen Beatrix Potter. Ahí comienza la historia, aunque ¿quién sabe? quizás Perico, Carlota y el resto de sus amigos ya estuvieran viajando cual reyes magos para reunirse cerca de la cuna y empezar a llenarle la cabeza de historias divertidas que la obsesionarían pocos años más tarde y la convertirían en escritora.
Como solía ocurrir en las familias adineradas de aquella época, Beatrix y su hermano Bertam pasaron casi toda la infancia alejados de sus padres: viviendo prácticamente aislados en el piso de arriba de la inmensa casa donde estaban sus dormitorios y la sala de estudios en la que eran educados por institutrices y maestros.
Y en esa soledad, los dos hermanos desarrollaron un especial interés por los animales, con quienes establecieron estrechas relaciones. Esta fascinación por el mundo animal tocaba su punto máximo con la llegada del verano: toda la familia se dirigía a Escocia donde tenían una preciosa finca. En ese rinconcito la mente de Beatrix volaba, y en ese espacio alejado del ruido y el glamour londinense comenzaron a cobrar vida las criaturas que poblarían sus cuentos y que nunca la abandonarían.
Mujeres equivocadas que cambian la historia
Beatrix nació en la época equivocada. Pese a su pasión y su dedicación al estudio de las plantas, los esfuerzos de su familia por conseguir que ingresara en los Reales Jardines Botánicos de Kew, fueron en vano. Es increíble pensar que todo habría sido diferente para ella si hubiera tenido una cuota mayor de testosterona. Sin embargo, lo que a otra persona podría haberla hecho cambiar de rumbo en Beatrix provocó el efecto contrario: continuó trabajando y estudiando a la naturaleza con más ahínco. ¿Cómo no voy a admirarla si fue una héroe?
Gracias a sus conocimientos pudo crear diseños impresionantes y muy detallados de hongos, fósiles, flores y una gran variedad de especies animales. E incluso sus importantes descubrimientos llegaron a oídos del mundo académico gracias a uno de sus tíos que era científico. Así, la sociedad científica oyó lo que Beatrix tenía para contar sobre el reino animal, y quedó deslumbrada por sus hallazgos. Sin embargo, continuó dejándola al margen.
El largo camino a la publicación
Pese a que Potter escribía y dibujaba desde muy joven sus intentos de ver publicados sus cuentos no dieron frutos al principio. Tan es así que, cansada de enviar de viaje a sus personajes a las oficinas donde editores de traje y corbata (hombres, por supuesto) decidían si serían o no interesantes para los niños (¿qué podían saber ellos?, me pregunto) comenzó a apañárselas sola y a fabricar pequeñísimas encuadernaciones que regalaba a sus seres queridos.
Pero la vida dio vueltas y vueltas y, finalmente, apareció Norman Warne, quien se convertiría en su editor y quedaría completamente prendado del universo de Potter. Así comenzaron sus aventuras como escritora reconocida, que no terminaron hasta… que no terminaron, me dicta Perico. Y así es, porque sus valientes criaturas continúan entrometiéndose en nuestras bibliotecas y cambiándonos la vida para siempre. ¡Tenemos que nombrarte más seguido, adorada y hermosa Beatrix Potter!
Debes estar registrad@ para poder comentar. Inicia sesión o Regístrate.