Hay ciertos autores que tienen la extraña habilidad de noquearme. Los leo y es como si todo mi mundo colapsara y mis propias certezas se fueran al garete. Son esos autores y autoras (¡maldita lengua sexista!) sin los cuales no podría vivir; cuyas obras son absolutamente responsables de que hoy sea quien soy. La lista es larga y a medida que más leo y más conozco, más se engrosa.
Marta Navarro ha llegado hace poquito a mi vida pero ya se encuentra en esa lista. Es una autora a la que estoy segurísima de que volveré y a la que les recomiendo acercarse.
En su poesía hay una fuerza vital capaz de envalentonarte frente al miedo y de contagiarte la pasión por la palabra como mejor herramienta para el cambio.
Nómada y luchadora
Marta Navarro García nació en Zaragoza y cultiva con igual intensidad su amor por las letras y su lucha contra el especismo. Es colaboradora del Diario.es y se encuentra vinculada a varios organismos que trabajan por la igualdad social y la feliz convivencia entre todos los animales en el planeta.
Como poeta ha sido galardonada con el Premio Victoria Kent de Poesía y consiguió el Accésit del Premio de Poesía Gabriel y Galán.
Hace unos meses me puse en contacto con Marta, a raíz de leer algunos poemas en su blog Entre nómadas, y me hizo llegar su fabuloso poemario titulado «Ocho islas y un invierno». Aquí va mi pequeña lectura. Nuevamente aprovecho para recomendarles que no se pierdan a esta fabulosa poeta (a mí me gusta poetisa, pero no la uso para evitar posibles malentendidos).
Este poemario reúne características muy llamativas y, aunque la propia autora dice ya no reconocerse en estas palabras —la poesía nos exige desaparecer en las palabras escritas. Un buen signo de estar en el camino es sentir que aquello que ayer nos pareció fundamental hoy parece tener poco sentido—, creo que es una excelente e interesante lectura. Su poesía te conmueve, te inquieta, y te pone de cara a tu propio invierno.
Vivir, amar, escribir…
Este poemario se abre con esta cita maravillosa de Pedro Casaldáliga; y creo que es sumamente apropiada ya que, a lo largo de estas páginas nos encontramos con una serie de lugares, seres, paisajes y momentos que parecen ser esos nombres amados, esos nombres sin los cuales la poesía y la escritura no serían.
Con un estilo que roza el surrealismo y una cuidada forma de trabajar la estética en la composición de los poemas, Marta Navarro, nos va presentando experiencias disfrazadas de elementos que parecen adoptar el protagonismo aunque nos quieran llevar a pensar y sentir algo ajeno a ellos.
En estas páginas hay nombres, han experiencias y hay amor. A juzgar por su poesía, parece que Marta no debería temer a esas dos preguntas clave.
Arquetipos líricos
A lo largo de este poemario me encontré con figuras reiterativas que pueden ser sumamente exquisitas y las cuales son trabajadas por Marta de una forma excepcional. Voy a quedarme con dos que me parecen muy fuertes y a las que ella dota de una fuerza descomunal.
El agua. Según la teoría del psicoanálisis este elemento se encuentra vinculado con nuestras raíces. Nuestro primer ambiente era un universo líquido en el que flotábamos, (¿empezábamos a recordar, quizás?). Pero hay más que eso, la presencia del agua en nuestros sueños y, por ende, en nuestro arte, puede estar relacionada con la maternidad o incluso la fertilidad. En la obra de Marta, este componente parece llevarnos a la concepción de la feminidad como algo que va mucho más allá de la procreación (ese estigma que se nos viene imponiendo de forma cultural desde hace siglos). Este intento de dotar a este concepto de una nueva forma, absolutamente revolucionaria y contestataria, me ha parecido absolutamente maravillosa.
Las cicatrices. Este elemento podría llevarnos a aquella huella que se marca a fuego en nuestra psique a causa de nuestras experiencias. A la vez, en nuestras propias marcas se aloja la experiencia de toda nuestra especie (recogida en mitos y leyendas que nos han alimentado directa o indirectamente). En la poesía de Marta las cicatrices se van haciendo camino, son portadoras de esos nombres amados y llevan un peso azul, por esos lastres que cargamos como especie y de los que aún no conseguimos desprendernos.
Me atrevería a decir que hay en la poesía de Marta un voluntario intento de unir ambas piezas para darles a cada una la fortaleza que le pertenece. Como si quisiera gritar que es mujer en un mundo de hombres y que siente la responsabilidad de revisar esas cicatrices que carga en sus pupilas y apropiarse de aquellas que realmente le pertenecen, aprendiendo a dejar a un lado las que se le han inculcado y que pesan tanto que intentan empujarla hacia abajo.
Sociedades con pedigrí
Hay también en este libro un claro espacio para la denuncia social; para hablar de la desigualdad con la suficiente lucidez sin olvidar que la poesía nos permite ofrecer belleza en la crueldad, luz en las sombras. Entre los poemas de Marta que más me han gustado se encuentra «Lara» un potentísimo manifiesto de crítica a una realidad colmada de injusticias.
Es sumamente interesante la habilidad con que la autora nos arrastra hasta el final de nuestro patio; nos hace abrir los ojos para ver esas otras realidades que aparecen aturdidas de cicatrices. Leer a Marta es empatizar con esas vidas que parecen tan lejanas y que, en el fondo, como aquellos arquetipos que nos remiten a nuestra esencia, se parecen a nosotros. Porque todos queremos vivir y deseamos que la vida no nos acogote.
Fluidez en la escritura
Sí, Marta parece derramar las palabras, dejarlas suspendidas sobre la hoja y son ellas las encargadas de llegar hasta nosotros y revolvernos. Marta cumple en este poemario con todo el cometido de la poesía; porque, si ella (la poesía) no nos sacude, no nos obliga a revisar nuestras premisas, ¿para qué sirve? ¿qué sentido tiene escribir si no transformamos el alma de quien la lee? ¡Marta te transforma, créanme!
Lo que escribimos surge de una región escondida de nuestra mente; una región a veces sórdida y por momentos tierna: un espacio al que no podemos acceder si nos lo proponemos pero que conserva la raíz de nuestras palabras, de nuestros poemas. Al escribir nos desnudamos y las palabras fluyen frente al abismo. Y así parece hacerlo Marta al ofrecernos esta poesía cargada de simbolismo.
Y creo que hay un poema que lo deja bien en evidencia. En él la autora parece afirmar que sus experiencias van armando una escalera de su psique hasta sus manos. Y su enorme casa, llena de pasillos y recovecos, se abre paso a través de la poesía y la lleva a (y la llena de) poesía.
La mejor forma de conocernos a nosotros mismos es creando; cuando leemos también estamos creando, unificando las experiencias de otro con las propias, dotando a ese universo simbólico del autor de nuevos significados. ¡Ese es el milagro de la lectura: la mejor manera de visitar esa inmensa casa que es nuestra mente!
Comentarios1
Una nueva autora que desconocía, a la cual anoto para disfrutar con su lectura.
Gracias por estás magníficas recomendaciones.
¡¡Sí, Rapsódico, es maravillosa!! Prontito habrá nuevo libro, te mantendré informado. Besitos.
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