La casa del escritor

 

Cuando tú vas a Chile, y visitas la casa "La chascona", de Pablo Neruda, te encuentras con su mundo de caracolas y millares de figuras alegóricas del mar y sus adentros. Un amigo mío, Luis Hernáez, escritor también, me había dicho, hace mucho tiempo, que al llegar a la casa del poeta chileno, se sintió sobrepasado por algo inexplicable, y las lágrimas corrieron por sus mejillas. "El ...

Un amor que palpita solitario, 11º entrega

Entrega exclusiva número 11 del poemario Un amor que palpita solitario de Teresa Domingo Català. A LA MEMORIA Fueron tus labios golondrinas tristes en el suspiro azul de las acacias, allá donde el amor pierde su nombre. Resguardada del clima y de los cauces, subiré a los andamios más golosos que cubrían la casa con los clavos. Respiraré el hollín de las especies en una chimenea con retales aliviando las sílabas ...

Dos loros

 

Mi hermana Leny andaba ociosa ese caluroso día de mayo. Me di cuenta de su estado de ánimo por esa mecánica mueca de desprecio que le subía al rostro al observar las formas perezosas de la siesta vagando por el patio. Tenía la mirada vencida de quienes sólo se reaniman un tanto, al oír, de cuando en cuando, el llamado a la vagancia ...

Leyendo el futuro

 

Desde muy niña, leía las manos. Mi madre no se interesó por esa fantasía mía, pues era común en ella, tener la cabeza en otra parte, aún en los momentos de las tempestades familiares. A mí la lectura de las manos me salía fácilmente, porque no hacía sino clavar mis ojos en los ojos de las personas y dar en el clavo. ...

Un amor que palpita solitario, 10º entrega

 

Décima entrega exclusiva del poemario Un amor que palpita solitario de Teresa Domingo Català. ESCRITORA Inventamos la lengua de la aurora al amanecer juntos la mañana y oler en nuestras manos la mediana luz lunar que la madrugada llora. Ya no seré Ifigenia ni Dïana, movida por tus labios a escritora, a babel de trineos que labora la misma escarcha que la escarcha emana. Desnudos nuestros cuerpos como flores, sólo envueltos por gotas ...

La araña de oro

 

Como a las cinco de la tarde, mis vecinos venían apareciendo por casa. Era la hora de los sorteos. Adolfina iba a casa de la vecina, doña Pablina, para conversar sobre las apariciones y las poras. No quedaba nadie en el hogar. Estaba pues a mis anchas, y mis amigos, también a sus anchas, se sentaban cómodamente sobre las sillas, alargando las piernas ...