Entrega exclusiva número 12 del poemario Un amor que palpita solitario de Teresa Domingo Català.
FRONTERAS
Se bañan con esmero los relojes,
se alzan contra el tiempo deteniéndose,
y tus huellas escalan el ocaso
de la hierba en silos derramada.
Te oigo en los filos de la noche oscura,
es tu voz dulce una plegaria ausente,
y el amargo sabor del chocolate
entretiene las horas y los besos.
Un madrigal en ...
Hay libros que cambiaron la historia de la humanidad. Empecemos por la Biblia, que transformó al mundo. Y no digo que lo haya mejorado, precisamente, pues el Nuevo Testamento, integrado, en su mayoría, por las cartas o epístolas de San Pablo, aportó un sentimiento cristiano que fanatizó al hombre. El fanatismo dividió el modelo de la causa cristiana. Formó un clero, con enorme peso en ...
Cuando tú vas a Chile, y visitas la casa "La chascona", de Pablo Neruda, te encuentras con su mundo de caracolas y millares de figuras alegóricas del mar y sus adentros.
Un amigo mío, Luis Hernáez, escritor también, me había dicho, hace mucho tiempo, que al llegar a la casa del poeta chileno, se sintió sobrepasado por algo inexplicable, y las lágrimas corrieron por sus mejillas.
"El ...
Entrega exclusiva número 11 del poemario Un amor que palpita solitario de Teresa Domingo Català.
A LA MEMORIA
Fueron tus labios golondrinas tristes
en el suspiro azul de las acacias,
allá donde el amor pierde su nombre.
Resguardada del clima y de los cauces,
subiré a los andamios más golosos
que cubrían la casa con los clavos.
Respiraré el hollín de las especies
en una chimenea con retales
aliviando las sílabas ...
Mi hermana Leny andaba ociosa ese caluroso día de mayo. Me di cuenta de su estado de ánimo por esa mecánica mueca de desprecio que le subía al rostro al observar las formas perezosas de la siesta vagando por el patio.
Tenía la mirada vencida de quienes sólo se reaniman un tanto, al oír, de cuando en cuando, el llamado a la vagancia ...
Desde muy niña, leía las manos.
Mi madre no se interesó por esa fantasía mía, pues era común en ella, tener la cabeza en otra parte, aún en los momentos de las tempestades familiares.
A mí la lectura de las manos me salía fácilmente, porque no hacía sino clavar mis ojos en los ojos de las personas y dar en el clavo. ...