Si bien las felicitaciones, agradecimientos y honores tienen la extraña costumbre de llegar tarde, cuando el cuerpo de los honrados ya se encuentra bajo tierra -o mar, según el caso-, ya va siendo hora que dejemos a los muertos descansar en paz y miremos un poco a los vivos.
La fascinación por la muerte es algo que cada vez me interesa menos. Y, por el contrario, cada vez siento más admiración y predilección por el mundo de los vivos; donde hay tantos hombres y tantas mujeres que luchan, que trabajan, que hacen bien las cosas y que pasan desapercibidos.
Entre estos tantos y tantas se encuentran Juan Casamayor y Encarnación Molina que han sabido fundar y mantener (en estos tiempos que corren. ¡Hay que decirlo!) Páginas de Espuma, una editorial auténtica y potente que hoy celebra sus 15 años de vida.
Pero ¿está bien decir que Páginas de Espuma es una editorial? Supongo que ellos preferirían que dijera que es el cumpleaños de la familia. Porque entre los editores, los autores y todo el equipo que hay detrás de esta editorial existe un profundo lazo, que podríamos tildar de familiar, en el buen sentido de la palabra: cuando se refiere al ‘trato de confianza con o hacia alguien’.
Y creo que confianza es una palabra que se amolda perfectamente a la forma de trabajar de Encarna y Juan; quienes apuestan por el buen hacer de sus autores y se juegan en cada uno de sus libros como si se tratara del último. Y que, a diferencia de lo que ocurre con otras editoriales, trabajan en cada libro como luthiers de las letras. Y esa confianza es sin duda la que les ha permitido llegar tan lejos y tan alto.
Los primeros pasos de Página de Espuma
Páginas de Espuma nació a finales de 1999 como una editorial independiente. Y tiene la independencia y la lucidez que pocas veces se ven en el mundo editorial: son capaces de publicar aquello que les interesa, poniendo siempre por delante de cualquier otro accesorio mundanal la buena literatura. Desde hace 15 años, Juan y Encarna publican cuentos y ensayos y rinden homenaje a los vivos. Autores, lectores, libreros, artistas, apasionados de la lectura… todo un amplio abanico de profesionales y ociosos que disfrutamos del trabajo minucioso de esta pequeña-grande editorial.
En los últimos años hemos visto aflorar una persistente narrativa cuentística en España que nos ha dejado anonadados a más de uno. ¡Créanme! Esto no habría sido posible sin el apoyo que esta editorial le brindó al cuento en su joven trayectoria. Y que se convirtió en un faro al que se aferraron muchos autores para dar a conocer sus obras hasta el momento menores o inéditas. Porque en los noventa ¿a quién le interesaba el cuento? ¿qué editorial estaba dispuesta a publicar a autores ignotos que escribieran narrativa breve?
La apuesta de Páginas de Espuma fue certera; desglosando una lista fascinante de buenos narradores que también creyeron en estos dos duendes de los libros. Andrés Neuman, Eduardo Berti, Eloy Tizón, Lola López Momdéjar, Flavia Company, Fernando Iwasaki, José María Merino y Ana María Shua son algunos de los muchos autores vivos (vivísimos) que pertenecen a esta familia. Y también algunos muertos (vivos también) como Louis Barthas, G. de Maupassant y Antón Chéjov.
Hay quienes se niegan a aceptar que la primera vez de algo sea importante. El primer beso intentamos olvidarlo porque nuestra torpeza nos impidió hacer las cosas como creemos que deberíamos haberlo hecho. Y ni hablar de nuestra primera vez con mayúscula; deseamos «ignorarla» y negar su importancia para no quedar tan mal parados. En el caso del primer libro de Páginas de Espuma me temo que esta tendencia se anula; dan ganas de recordar esa primera vez porque no hay nada de humillante en ella. Ella representa más bien un paso certero que acuñaría el presagio de un proyecto que no hacía más que comenzar de maravilla. Aquel primer libro dejó en evidencia que esta no sería una editorial como cualquier otra. Los «Escritos» de Luis Buñuel, en el año 2000, marcarían un hito para el mercado editorial en España y serían la mejor tarjeta de presentación de una editorial que en breve estaría en boca de todos.
Hoy, después de 15 años, Páginas de Espuma no sólo ha crecido muchísimo sino que continúa haciéndolo. Y ese crecimiento se ha caracterizado sobre todo por un intento constante de mover las fronteras (o anularlas); publicando a autores de diferentes continentes, estableciendo su presencia en varios países y, sobre todo, ofreciendo una literatura quebradiza. Me refiero a una escritura que traspasa los límites de las leyes de la narratología y que se sale de los esquemas. Porque eso es lo que destaca la labor de esta familia: el ofrecernos una mirada que sobrepasa los límites de lo posible e invitarnos a creer que hay mucho que todavía no se ha escrito. En pocas palabras reinventando la escritura o reescribiendo la noción de inventar.
Apostar por el cuento
Siempre me he preguntado cómo se gestó tan lúcida idea: el primer día, ése en que Páginas de Espuma comenzó a ser en la imaginación de sus progenitores. ¿Qué clase de mente vapuleada debe alguien tener para fundar en el ´99 una editorial dedicada exclusivamente al cuento? Porque resulta sencillo pensarlo hoy, cuando las microficciones han adquirido una gran popularidad y vivimos en la era de las rayo-telecomunicaciones, pero en aquel momento en que Google era un niño de pecho y en el que Internet no era ni una décima de lo que hoy es, sin duda habrá sido una rotunda locura. Sólo alguien muy extraño, visionario y apasionado puede haber tenido las agallas de pensarlo y decirlo en voz alta. Y ¿cómo fue? Imagino que una noche Juan y Encarna estaban cenando y uno le dice al otro: ‘Mi vida, ¿te parece si fundamos una editorial de cuentos?’ Y ¿cuál de los dos trajo semejante y absurda idea? ¿Y cuál fue la respuesta del otro? De esos primeros instantes de debate podría escribirse una narración espeluznante, sin lugar a dudas.
¿Y por qué me intriga tanto atisbar ese instante? Porque pienso que es fácil rendirles homenaje hoy a estos dos lunáticos, pero resistir en aquel ´99 no habrá sido así de sencillo. Y saber que con una fortaleza menor esta idea podría no haber germinado me pone los pelos de punta. Pensar que sin la persistencia de estos dos dementes hoy no habría lugar para el cuento en España, no habría Páginas de Espuma, me pinta una realidad paralela desoladora. Y digo más, que Encarna y Juan sigan adelante en una España donde cada vez escribir y leer importa menos, donde cierran las librerías y las bibliotecas se ven condenadas a cobrar un alquiler por sus libros, me parece un acto heroico. ¿Cómo no llenarlos de homenajes y demostrarles mi inmenso agradecimiento?
Páginas de Espuma, la editorial más viva, clara y necesaria del momento cumple 15 años. En una España donde la cultura es devastada, ella persiste y sigue creciendo. Lo mínimo que se merecen Juan Casamayor y Encarna Molina es un homenaje. Ahora. Ahora que están vivos, y que vivos nos miman a los lectores con libros preciosamente acabados y exquisitamente escogidos.
Y hasta aquí mi mínimo homenaje a estos dos maravillosos bestias del mundo de los libros. Aprovecho para invitarlos a todos a no perderse ninguno de sus títulos ni sus presentaciones; porque encontrarte con ellos es tener un trocito de paraíso: un regalo aquí, hoy, que estamos vivos. ¡Celebremos la vida! ¡Celebremos a Páginas de Espuma!
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