Patricia Highsmith: beber para gestionar la creatividad

Patricia Highsmith: beber para gestionar la creatividadLa forma en la que los escritores se relacionan con la bebida es muy particular. Cada uno encuentra en ella el refugio adecuado para continuar escribiendo y viviendo. Dorothy Parker, Anne Sexton, Jean Rhys y Elizabeth Bishop son algunas de las autoras que han aparecido en este ciclo de literatura y alcohol.

Hoy le toca el turno a otra americana que ha dejado obras impresionantes en el universo de la narrativa a quien la vida le costó lo suyo. Sin lugar a dudas no deberíamos morirnos sin haber leído a Patricia Highsmith.

Infancia de abandonos

Patricia Highsmith nació en New York en 1921 y no fue una niña deseada. Esta certeza marcó profundamente su existencia y se perfila como eje en su obra. Su madre intentó abortar a los cuatro meses de embarazo; empujada por el padre de Patricia que no deseaba tenerla. Finalmente su madre se separó y decidió tenerla; más por culpa que por convencimiento.

Patricia sintió siempre una especie de amor-odio profundo por ella. Era una mujer a la que consideraba una desalmada y una falsa. Pese a ello, algo en ella la hacía volver junto a su madre, y la llevó a mantener a lo largo de la vida un estrecho lazo con ella.

Cuando Patricia tenía ocho años, después de una larga temporada en la que su madre y la que entonces era su pareja discutían constantemente, ella decidió mudarse con su hija a casa de su madre y se fue con Patricia a Texas. Pero algo cambió en ella durante ese viaje; algo que la llevó a regresar a New York y abandonar a su hija sin darle explicaciones. De este abandono Patricia no se curó nunca.

Patricia Highsmith: beber para gestionar la creatividad

La bebida y la escritura

Una infancia y una adolescencia de golpes y abandono habrían sido suficientes para gestar en Highsmith una afición por la bebida: la huida más razonable en una situación emocional desequilibrada. No obstante, ella descubrió una razón más firme para abandonarse a la bebida, a la que consideraba una compañera esencial para cualquier artista. A través de la vida podía ver las cosas sencillas y ciertas de la vida y acceder a las emociones primitivas, por esa razón desde que comenzó a tomar no cesó de hacerlo, intentando encontrar en la bebida ese espacio de libertad que no podía hallar en otras cosas.

Patricia bebía desde que se levantaba hasta que se acostaba y le gustaban especialmente el vodka, la ginebra, la cerveza y el whisky. Encontraba en la bebida un espacio para canalizar su creatividad que tenía un caudal impresionante. Además, fue una lectora voraz desde la adolescencia; siendo algunos de sus escritores-pilares Dostoyevski, Gide, Menninger.

Esas duras primeas experiencias también dejaron en ella un cierto temor al desequilibrio mental, debido a sus largos períodos de depresión y a la forma en la que surgía su escritura. Este miedo la llevaba a escribir detalladamente cómo se sentía, cuáles eran sus síntomas para intentar adelantarse a la enfermedad. En cierta ocasión escribió:

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La violencia como hilo conductor

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Algunos de los títulos ineludibles de Highsmith, «Extraños en un tren», «El grito de la lechuza» o «Ese dulce mal» nos permiten encontrarnos con una voz quebrada pero insistente. Ambiciosa en el terreno literario, Patricia hizo de la literatura un territorio donde explicar el pasado, donde contarse las incomprensiones de la infancia, y al mismo tiempo plasmar esas dolencias en un universo de ficción propio y absolutamente auténtico, donde la violencia es una de las protagonistas.

El abandono vivido desde pequeña fue creciendo denyeo de ella y se vio reflejado en un rictus serio y una literatura frontal en la que los personajes violentos y los asesinos eran moneda corriente.

Uno de sus personajes más famosos, Tom Ripley, le sirvió sin duda para explicarse a sí misma: la paranoia alcohólica, el odio a sí misma y la culpa por el pasado presentes en este personaje dicen mucho de su autora. Y debajo de esas experiencias el sentimiento de fragilidad e incomprensión en un mundo cruel. Es más: en Ripley el alcoholismo de Patricia puede verse figurado a través de los asesinatos; esa necesidad que le lleva a actuar de forma cruel, para después avergonzarse de esta actitud.

Es a través de este personaje que podemos acercarnos a los sentimientos más profundos de Patricia. Esa infelicidad constante fue sin duda la verdadera responsable de su necesidad de refugiarse en la bebida; aunque ella haya encontrado muchas otras razones y explicaciones. En el fondo, Highsmith desarrolló a lo largo de su vida una búsqueda angustiosa de una luz que, en el fondo estaba convencida, jamás encontraría.

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