Entre un halcón peregrino y el mundo hay dos ojos fieros y un talón que se clava con precisión. A lo largo de «El peregrino», de J. A. Baker —Editorial Sigilo— podemos descubrir algunas de las costumbres de esta hermosa ave y reflexionar en torno a nuestra implicación en el equilibrio natural.
A unos quinientos metros de mi casa vive un joven que se dedica a entrenar halcones. Cada vez que paso junto a él y le veo dominando a estas criaturas se me hace un nudo en el pecho. Y al verlo me pregunto por qué los humanos hemos entendido tan mal nuestra relación con el entorno. Nuestra admiración por las demás criaturas parece inevitablemente conducir al deseo de poseerlas, de controlarlas; con la prepotente idea de que somos los únicos seres capaces de discernir y orientar las vidas de los otros de forma provechosa. Mi vecino goza de cierto prestigio. Viene a verlo gente de toda la provincia; y él hace demostraciones con las aves, enseñando sus virtudes y mostrando su capacidad de lideraazgo. La gente parece admirarlo. Y yo siempre estoy deseando que alguna de esas criaturas poderosas un día se canse, se rebele y le quite los ojos. Al leer «El peregrino», de J. A. Baker (Editorial Sigilo) no he podido evitar pensar en ellas, esas aves hermosas y majestuosas condenadas al cautiverio. Y me gustaría que todos leyeran este libro porque la mirada de Baker se extiende sobre la naturaleza, y lo que podría ser un simple texto sobre avistamiento de halcones peregrinos se convierte en un tratado en favor de la vida salvaje, y una crítica a nuestra dañina forma de relacionarnos con nuestro entorno. ¡Un libro delicioso que te recomiendo que no dejes de leer!
La observación silenciosa
J. A. Baker escribió «El peregrino» después de una exhaustiva observación. Durante diez años recorrió el campo, los bosques de encinas y sobre todo surcó el cielo con los ojos en busca de peregrinos. Los siguió de lejos, aprendió acerca de sus costumbres, entendió esa urgencia de la migración e intentó dejar un texto que reuniera no sólo el resultado de su observación sino, sobre todo, los cambios que él mismo como observador, como hombre, como animal, fue experimentando a lo largo de ese tiempo.
En ese sentido «El peregrino» es un libro acerca de todo lo que nos perdemos por tener la vista puesta en la tierra. Nos habla sobre lo mucho que podríamos aprender de otras criaturas a las que consideramos insignificantes. Y nos invita a redescubrir nuestra identidad confrontando nuestras costumbres con las que tienen nuestras hermanas las aves.
«El peregrino» es también una crítica a los cambios bruscos que el capitalismo oprime sobre la vida salvaje, y un llamado de atención para aprender a mirar y cuidar aquello que nos rodea, incluso aquello que no sabemos entender. Un escrito delicado que constantemente está tocándonos la fibra. Un libro que no deberían perderse los amantes del cine y de la literatura, dice Werner Herzog. Y yo agrego: ni tampoco los amantes de los pájaros y la naturaleza.
No quiero olvidarme del trabajo delicado y atento de traducción que ha hecho Marcelo Cohen; decantándose por un lenguaje cercano ha sabido entregarnos un libro consistente y contemporáneo, sin olvidarse de la identidad del texto original.
La vida de los peregrinos
Halcón errante. Ese es el nombre que recibe el Halcón Peregrino en algunas regiones. Sus costumbres nómadas le han permitido abarcar una gran porción de la tierra y le han servido para ganarse el respeto y la admiración de los amantes de los pájaros.
Pero esto parecía no saberlo Baker cuando escribió «El peregrino», y en eso reside una de las cosas más hermosas del libro: está escrito desde la mirada de quien observa el mundo por vez primera. Y el resultado es un texto que reúne su observación de una especie fascinante, escrita con desenvoltura, acierto y también buen gusto literario.
A lo largo de la observación, el autor va entendiendo que en ese paisaje que creía idéntico a cualquier otro de Inglaterra, existe una vida subterfugia auténtica, distinta en todos los bosques por parecidos que sean.
A medida que se zambulle en la vida salvaje, Baker descubre las relaciones de equilibrio, poder y supervivencia entre las diversas especies de aves. Ve la vida de las palomas torcaces, de los silbadores o silbones, de las avefrías, y busca su relación con el peregrino, ese objeto preciado, al que persigue con atención, deseando aprender de él.
A lo largo de su observación Baker experimenta muchos cambios emocionales y en su modo de mirar el mundo, que se ven reflejados en el texto. Y, sobre todo, comprende que toda observación del mundo es en primer lugar una respuesta ante una inquietud que compartimos con todas las especies y que tiene que ver con la identidad y, por ende, con el lugar que la naturaleza ha decidido otorgarnos en esta cosa tan extraña a la que llamamos vida. Desde esta óptica, este es un libro que tiene más que ver con una búsqueda personal que no puede desligarse de lo colectivo ni tampoco de lo que circunda nuestro plano vital. ¿Por qué de todos los animales somos nosotros los únicos incapaces de aprender, de usar nuestra herencia natural de forma saludable para nosotros y el resto de la naturaleza? Al leer a Baker es difícil no aterrizar en esta pregunta.
Naturaleza y violencia
Una de las cosas más cuestionables de nuestro tiempo es la visión que tenemos de la violencia. La dificultad para definir los límites entre lo violento y lo injusto y, por consiguiente, de entender la violencia como una herencia natural de nuestra animalidad.
Sobre este tema reflexiona de forma exquisita Baker y nos anima a realizar un pequeño análisis sobre nuestras acciones en la naturaleza. De alguna forma, al observar el comportamiento de los peregrinos, el autor entiende que ciertas formas de violencia provienen de ese extraño equilibrio que ha creado la naturaleza, y que el problema ha sido nuestro desde el principio al ser incapaces de definir cuál es la violencia que deviene de lo natural y cuál la que ha sido provocada por una mala evolución de nuestra especie.
La muerte se nos pega como escarcha, nos convertimos en asesinos incapaces de discernir la naturaleza que llevamos dentro. Y, al no poder controlarla, nos convertimos en criaturas que desprenden odio y contaminan todo lo que pisan.
Al borde de las cosas
Siempre he deseado estar al borde de las cosas, dice Baker. Al leer este libro podemos internarnos en las sensaciones que sugiere esta idea y experimentar en carne propia la obsesión que va creciendo en el observador al descubrir a los halcones. También nos permite reforzar la idea de que todo ese mundo es posible porque la violencia y la paz se encuentran en equilibrio; uno de los asuntos más difíciles de comprender porque damos a la violencia una connotación negativa y no somos capaces de diferenciarla de la crueldad o las injusticias.
«El peregrino» es un libro ineludible para estos tiempos que corren porque nos enseña a mirar mejor el mundo que estamos perdiendo a causa de nuestras acciones. Ese mundo que se desvanece, mientras nosotros fingimos que ese cielo claro que vemos, mañana, al despertarnos, seguirá ahí. ¿Que nos hace creer tal necedad? Somos la única especie que podría salvar el planeta, porque somos la única que no lo entiende y que lo destruye. Libros como éste nos invitan a migrar hacia una actitud más honesta y fiel a lo que somos –criaturas naturales–, para reconstruir nuestra relación con aquello que observamos y redefinir nuestro rol en este universo verde que nos ha tocado en suerte.
¡Cuánto me gustaría que mi vecino leyera «El peregrino»! Creo en la fuerza transformadora de la palabra y estoy segura de que nadie podría pasar por este libro sin replantearse su noción de animal de paso!
EL PEREGRINO
J.A. Baker
Traducción: Marcelo Cohen
Editorial Sigilo
978-987-4063-58-8
224 páginas
18,00 €
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