Periodismo y colonialismo. Sobre los peligros del poder en la comunicación

Este artículo surge porque un periódico español ha publicado un artículo racista y colonialista y no ha pasado nada. Me resulta peligroso pensar que vivimos soportando este tipo de violencia, que la tenemos interiorizada a tal punto que no somos capaces de ver su gravedad.

En literatura se permite todo. Pero cuando hacemos periodismo debemos recordar que no somos un personaje, que lo que decimos sale de nuestra boca, y que las heridas son reales. En el artículo de hoy hablamos sobre los peligros que encierra este poder de comunicar. ¿Cómo asegurarse de hacer un uso apropiado de esa autoridad?
A raíz de la publicación de un artículo construido en torno a ideas racistas y sentimientos agresivos, me he decidido a escribir sobre este tema, que tanto me interesa. Para seguir remando por un periodismo más abierto y amable. Porque la amabilidad no es la tibieza, sino la posibilidad de expresarnos teniendo en cuenta que hay un otro, y muchos otros, del otro lado, y que se merecen nuestra energía positiva y nuestro respeto.

 
 

Supremacismo periodístico. Un caso real

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Esta frase pertenece a un artículo publicado recientemente en un medio periodístico de cierta relevancia en España. Lo que comienza, o promete ser, una crítica a la literatura del escritor argentino César Aira, se convierte en un grito de supremacía colonialista. Y este desagüe es lo preocupante. Sinceramente, lo que alguien piense de una escritura específica, por muy importante que sea para la trayectoria de un país, no es tan relevante; es decir, cualquiera puede opinar en torno a la literatura libremente. Justamente, se supone que los que nos dedicamos a recomendar libros, deberíamos hacerlo de la mejor forma posible, señalando aquellas obras que nos parecen de mala calidad; lo que no podemos hacer es convertir nuestra opinión en una bandera. Mucho menos para afirmar ideas que pueden ser peligrosas, sobre todo, si sabemos que pueden herir a otros.

Hay algunas cosas a tener en cuenta antes de sentarnos a escribir sobre la obra de alguien. En primer lugar, si tenemos algo negativo que decir, debemos tener buenos argumentos para hacerlo. No podemos permitirnos hacer afirmaciones de ningún tipo sin un proceso de reflexión, es decir, sin ofrecer explicaciones razonables que refuercen nuestra idea. Si lo que vamos a dar es una opinión negativa o agresiva (me cuesta creer que debamos llegar a este punto) la regla se dobla. Más razones deberíamos mostrar, más argumentos, elaborar.

Sin querer hablar más de este artículo, que muchos ya habrán leído, diré que sin ser ninguna experta en Aira, todo lo que he leído de él, como mínimo me ha resultado revelador. Por lo que afirmaciones tan extremas (y groseras) me dejan alucinada. Pero, al margen de que te guste o no su obra, reducir su trabajo como lo hace este susodicho, me parece que nos puede servir para entender el desconocimiento con el que se ha elaborado ese artículo. Está claro que tiene cuentas pendientes con él, y por eso ha decidido no tomarse tan en serio su trabajo periodístico. Un periodista que dice:
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En legítima defensa

Insisto. Cualquiera puede tener una opinión negativa respecto a cualquier obra y su autor, y tiene derecho a compartirla; eso es libertad de expresión. Lo que no entra en esta categoría es usar un espacio de poder (el periodismo lo es, publicar en un medio determinado lo es, porque hay mucha gente que te lee y que puede ser influenciada por tus palabras) para difundir ideas colonialistas, racistas o de tipo supremacista.

Evidentemente es gravísimo que esas ideas existan, que estén en el aire, que nos tengamos que enfrentar a ellas cada día. Pero todavía me parece más peligroso que un medio periodístico de cabida a un artículo que difunda esas ideas. La responsabilidad del medio es cotejar si lo que sus periodistas quieren firmar es información o un acto de difamación, violencia o canalización verbal de su propia frustración contra los que «no son como él».

La crítica literaria se caracteriza por la composición de argumentos bien fundamentados y su exposición desde el conocimiento. Lo que muchas veces nos encontramos, y es éste el caso, es que la mayoría de las críticas carecen de lucidez argumentativa y que son motivadas por amiguismos o enfados. Decir que Aira acabará con la literatura es una afirmación muy gorda como para ofrecerla sin elaborar un argumento contundente. Pero más grave, y para esto no hay argumento que te salve las papas, es afirmar que todo un país es lerdo o un pésimo lector. Me hiere porque en los últimos años hemos sabido construir una literatura hispanoamericana grandiosa, mestiza y diversa, gracias al aporte de muchísimas literaturas y países, una obra multicultural que no sólo le pertenece a España, y da mucha rabia pensar que hay gente incapaz de ver eso, gente que sigue aferrada a ideas colonialistas y unitarias que son las que pueden llevarnos al empobrecimiento cultural y emocional.

Volviendo al trabajo periodístico, cuando hablo de argumentos y razonamiento no digo que hay que dejar al margen las emociones (¡no seré yo, lectora pulsiva quien diga semejante barbaridad!), lo que intento expresar es que, si vamos a tirar mierda contra un sistema, más nos vale tener buenos argumentos, si vamos a hablar negativamente sobre un autor, más nos vale hacerlo desde la empatía, con cierta templanza y siempre dejando en pie la duda, la posibilidad de estar equivocándonos. Porque siempre corremos ese riesgo.

Si no nos movemos, tipos como éste acabarán con el buen periodismo y este universo de letras hispanoamericanas que ya va asomando lentamente.

Comentarios1

  • myriamrudoy

    Estimada Tes: Qué bueno que nos adviertes sobre estos falsos críticos, que denostan descontextualizando lo dicho o escrito por el autor. Debería sospechar que si hay análisis sesudos, es por algo. Gracias!! Myriam



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