Así define Antonio Soler su encuentro con Claude Duneton en el prólogo de «La perra de mi vida» (Malpaso). Y a continuación pasa a detallarnos una experiencia entre él, Claude y Jean-Paul Dekiss en una casa que perteneció a Margueritte Yourcenar y que se ha convertido en una residencia para escritores.
En este prólogo-relato que nos ofrece Soler encontramos una ventana para acercarnos a este libro de Duneton que acaba de publicar la maravillosa Malpaso y que él ha traducido. Fue gracias a Duneton, dice Soler que «Villa Mont-Noir se convirtió en una pequeña fábrica de producción literaria«.
Un niño y una perra traviesa
«La perra de mi vida» relata la historia de Rita, una perra muy traviesa a la que nadie consigue educar, que vive de una forma rebelde y que adora los terrones de azúcar y correr libre por el campo. Es la historia de amistad entre un niño solitario y una perra que le enseña a experimentar, a acercarse a sus propias emociones y a responsabilizarse de sus actos. Un libro durísimo, lleno de dolor y del silencio que araña, pero también que ofrece luces de esperanza sobre el futuro. Con una prosa sencilla que hiere hasta lo más hondo, Duneton nos invita a reflexionar sobre la naturaleza humana: la forma en la que se trenzan las relaciones entre las especies, entre las distintas clases sociales, entre los padres y sus hijos.
Aprender a escribir es un trabajo arduo cuando lo que te rodea es miseria, violencia, crueldad; aprender a poner en palabras la propia historia puede resultar más doloroso que la propia experiencia porque es una forma de reforzar las repercusiones que cada daño tuvo en nuestra psique. Pero si a eso se le suma, la posibilidad-necesidad de volverse otro, sin duda la valentía necesaria para tomar esta decisión se vuelve desmesurada.
Claude Duneton (de cuya biografía no he encontrado mucho: un brevísima página en la Wikipedia sólo en francés) parece que sí pudo hacerlo. Aprender a escribir, digo, aprovechando sus experiencias para consolidar una obra que lo convertiría en un importante referente de su generación…
Eso dice Soler; quien nos asegura que en estas pocas páginas nos encontraremos con ese escritor y ese hombre que fue Claude Duneton de una forma condensada. Pero hay más, y también nos lo avisa el autor de «Una historia violenta». También nos encontramos con nosotros: porque en este libro lleno de infancia, de ternura y a la vez de soledad e infortunio, hay un poco de nuestra historia como especie, de nuestras inseguridades, de nuestros miedos, de nuestras batallas y sobre todo, de nuestras esperanzas y de nuestras pasiones.
Entre la crueldad y la ética
La vida en el campo y la crueldad en el trato a los individuos parecen elementos que siempre van acompañados. Lo he visto en persona y también lo he leído en muchísimos libros: parece una certeza de esas que duelen pero que son irrevocables. En esa brutalidad se detiene Duneton; a esa insensibilidad nos obliga a acercarnos y lo que hallamos no es demasiado alentador.
Esta historia, es cierto, podría haber sido escrita con un tono dogmático y liberador para su autor, pero entonces, no sería una novela. Mis pocos años de activismo me han enseñado que la escritura es otra cosa; que no se puede escribir ficción desde la certeza y que por eso, de las injusticias, hay que hablar desde la realidad, desde el desgarro pero ocultando nuestra huella. De lo contrario, lo que se construye es una crónica, que puede ser una obra valiosa (como la que hace Louis Barthas sobre la Primera Guerra Mundial) pero que como obra literaria deja a un lado las posibilidades que ofrece la ficción.
Porque fundamentalmente una novela es una ventana o un cuadro donde no hay punto de vista, o mejor dicho donde éste puede variar dependiendo la perspectiva del lector. Amos Oz habla sobre eso en su obra «Contra el fanatismo» y lo dice con una claridad desbordante. Es duro asumir que uno como autor tiene que hacer a un lado sus convicciones si quiere desarrollar una escritura ética, pero es una verdad de la que no podemos escapar. Porque, también lo dice Oz en ese libro, tenemos que aprender a empatizar con aquellos que desde el punto de vista del activista que vive en nosotros, son nuestros enemigos. Sobre todo esto se puede aprender leyendo «La perra de mi vida».
La forma en la que Duneton aborda la historia de Rita me parece alucinante; sin sentimentalismos, como bien lo expresa Soler en el prólogo, pero también sin un ápice de resentimiento. Valiéndose de la memoria como órgano conductor a los hechos, no a las emociones que produjeron esos acontecimientos. Y pienso que es una lección admirable para los lectores que abordamos la escritura.
Y digo esto porque al final del libro no te queda clara del todo su posición en aquella historia; no terminas de saber si reniega o no del niño que fue, de los padres que le tocaron, de la crueldad que rondó su infancia. Aunque se estima que sí; que la mera necesidad de contar estas cosas, de escribir sobre la violencia con la que los perros son tratados en las zonas rurales, puede ser un indicativo de su sensibilidad en torno a la vida de estos individuos ninguneados por la historia. Una sensibilidad que además se extiende hacia la realidad de toda la sociedad para poner en palabras las diferencias que nos separan y que nos hacen infelices, y terminar hablando del alma del ser humano, desde un punto de vista casi satírico y resignado. Quizás me equivoque y sea mi perspectiva la que me lleve a creerlo.
Sea como sea pienso que «La perra de mi vida» es un fabuloso relato que nos cuenta lo que las personas hacemos con lo que nos hacen y una impresionante apuesta por una literatura libre de dogmatismos y sensiblerías, pero que no olvida a qué hemos venido a este mundo. Al margen de todo, el prólogo de Antonio Soler es tan maravilloso (un relato en sí mismo) que sólo por él valdría la pena hacerse con este libro.
¡Lean «La perra de mi vida»! Déjense cautivar por la sintética pero exquisita prosa de Duneton y atrévanse a entablar un diálogo con la infancia, que es también el presente y que será el futuro al que arribaremos un día. Juntos, como aquel joven Duneton que no pudo desprenderse del recuerdo de Rita y debió escribir este intenso relato en homenaje a la compañía silenciosa de aquella perra descarriada y gamberra.
La perra de mi vida
Claude Duneton
Traducción y prólogo de Antonio Soler
Editorial Malpaso, 2015
ISBN: 978-84-15996-78-1
104 páginas
13,50 €
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