3 personajes homosexuales censurados por el cine

Leemos con el deseo de hallarnos en los personajes. De vivir otras vidas. las que quisiéramos tener, las que no nos han dejado, las que no pudimos. Y vemos películas con el mismo objetivo. Y cuando los cineastas se confabulan para modificar las características, los deseos y las pasiones de los personajes para convertirlos en criaturas normalizadas, que responden a un cuadro convencional, el mundo se nos viene abajo.

La idea del siguiente artículo ha surgido tras toparme con este texto de Marta Baleriola en El Salto, que me ha hecho pensar y me ha llevado a recordar estos ejemplos. En un intento de sumarme a su iniciativa por dejar en evidencia a los cineastas y películas que anulan el carácter lésbico, gay o bisexual de ciertos personajes que nos han maravillado a lo largo de la historia de la literatura.

Cuando los tomates están agrios

Soy de las que leyeron «Tomates verdes fritos» de Fannie Flagg después de haber visto la película. La razón que me llevó a zambullirme en la lectura fue la siguiente. Siendo Idgie un personaje tan fuerte y encarado, por qué en su relación con Ruth era tan quedada.

Esta inquietud fue razón suficiente para querer conocer el personaje ideado por Flagg y encontrarme con su libre pasión en la que la autora hace muchísimo hincapié. Estas cosas siempre me han llamado la atención en las historias, porque cuando crees que el personaje ha sido mal construido, generalmente se debe a una falta de libertad por parte del creador.

En este caso, mientras que en la película Idgie y Ruth mantienen una estrechísima amistad sin llegar a poner en palabras jamás su amor homosexual, en el libro este amor se vive con total naturalidad y es uno de los elementos fundamentales de la trama, que da pulso al resto de los acontecimientos de la historia. Un amor que es complicidad y cercanía emocional pero también deseo y carne.

El cine ha virado muchas relaciones homosexuales a lo largo de su historia, haciéndolas parecer heteronormativas o presentando sexualidades casi inexistentes, y no se ha salvado esta bonita historia de dicha censura.

La muerte que nunca llega

En «Muerte en Venecia» tenemos un claro ejemplo de lo que el cine ha roto en la vida. Aschenbach, que en el libro es un escritor lleno de curiosidad pero a la vez con conflictos internos absolutamente encontrados respecto a la moral y al deseo, se deja llevar y es gracias a la frescura con la que se halla narrado que podemos entender paso a paso sus sensaciones.

Mientras en el libro de Thomas Mann sus problemas con la sexualidad aparecen constantemente, en la película se toman sólo de forma superficial, o en todo caso no se explicita en escenas apasionadas, como en el libro; escenas que nos permitirían entender profundamente al personaje por empatizar con sus sentimientos.

Por cierto, «La muerte de Tadzio» de Luisgé Martín es un libro maravilloso que nos permite revisar esta historia desde la piel del joven del que se enamora locamente el escritor.

Nuestro poeta gay

«Lorca, muerte de un poeta» es otra película que, si bien no está basada en el personaje de un libro sí que se trata de un personaje del que me he sentido siempre muy cerca. Lorca, cuya sexualidad fue negada por los historiadores durante años, consiguiendo incluso «reescribir» sus poemas para que encajara en un discurso heteropatriarcal y en ocasiones, viril (dos cosas que el poeta no fue), aparece en esta película en toda su esencia política pero su sexualidad queda al margen.

Aparece también en la película de forma contundente su estrecha amistad con Dalí, pero del amor y del deseo que la relación despertó en ambos, sólo se ofrecen insinuaciones. Esas que tanto gustan en la sociedad heteropatriarcal, que parece alimentarse de morbo y sutileza. Hay sin duda en Federico todo un personaje para reivindicar a los cuatro vientos en el día del orgullo LGTBI.

Y como éstos, existen numerosísimos personajes que han cambiado al pasar de las páginas a la pantalla. Por eso, es necesario que estemos atentos, porque a veces la mala consecución de un personaje no tiene tanto ver con la falta de herramientas o talento de parte del creador como de la presencia siempre tendenciosa de la censura.



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