Un mes atrás, Poemas del Alma dedicaba dos artículos a las poesías relacionadas con el amor. Así fue como nos referimos a los poemas para conquistar, aquellos que expresan los sentimientos del autor, y a los poemas para enamorados, ideales para los casos donde la relación sentimental ya se ha afianzado.
Hoy retomaremos la temática de los poemas amorosos. Es que el amor, el romance y la pasión son cuestiones centrales en la historia de la poesía e inspiraron millones de versos en todo el planeta.
Podemos hablar, por ejemplo, de Juan Ramón Jiménez (1881–1958) y su poema titulado «El amor»:
El amor, ¿a qué huele? Parece, cuando se ama,
que el mundo entero tiene rumor de primavera.
Las hojas secas tornan y las ramas con nieve,
y él sigue ardiente y joven, oliendo a la rosa eterna.
San Juan de la Cruz (1542–1591), por su parte, escribió en «Llama de amor viva»:
¡O llama de amor viva
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
Pues ya no eres esquiva
acaba ya si quieres,
¡rompe la tela de este dulce encuentro!
Francisco de Quevedo (1580–1645) se encargó de definir al amor en, justamente, «Definición del amor»:
Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.
Amado Nervo (1870–1919) dedicó versos al nacimiento del amor («El amor nuevo»):
Todo amor nuevo que aparece
nos ilumina la existencia,
nos la perfuma y enflorece.
Por último, podemos mencionar a Gustavo Adolfo Bécquer (1836–1870), quien en su «Rima LXIV» escribió:
Como guarda el avaro su tesoro,
guardaba mi dolor;
quería probar que hay algo eterno
a la que eterno me juró su amor.
Es imposible reseñar los miles de poemas amorosos que existen. Los románticos tienen en la poesía a una aliada invaluable para acompañar sus horas.
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