No he escrito nada acerca del drama Glück. Hasta hoy. Desconfío de la gente que toma partido de buenas a primeras sin ahondar en los matices del conflicto. Desconfío y me propongo no actuar de la misma manera. Sobre el problema desarrollado y planteado desde ambos lados de la discusión —editorial Pre-textos y el representante de la poeta Louise Glück, Andrew Wylie— no voy a opinar. Las relaciones entre editores y escritores son como las relaciones de pareja, por mucho que profundicemos en lo que se pone sobre la mesa del conflicto, lo único que veremos será la punta del iceberg. Como en las discusiones de parejas, lo mejor es limitarse a prestar apoyo a las partes y tratar de pensar en lo que rodea los conflictos y nos atañe a nosotros. Por eso, en este artículo lo que voy a hacer es reflexionar sobre el borde del asunto, sobre algunos de los temas que podrían haberse puesto sobre la mesa a raíz de este conflicto y sobre los que nos convendría reflexionar.
La poesía, que no se nos olvide
Lo primero que quiero decir es que cuando se anunció el Nobel me albergó una inmensa alegría. Que una autora (lo de mujer poeta es algo a subrayar también) dedicada completamente a la poesía sea distinguida con este galardón es algo que se ve poquísimo y que, a los amantes del género debería alegrarnos. Si no fallo, en la larga historia de estos premios, sólo tres escritoras fueron galardonadas por su obra poética: Gabriela Mistral, Wislawa Szymborska y ahora, Louise Glück. Que se premie el trabajo poético es fascinante y digno de una fiesta. Sobre todo en estos tiempos de desvelo estético.
Cualquiera que haya leído algo –poema, libro o fragmento– de Louise Glück no puede negar su duende, es decir, su gran capacidad para amasar frases y devolvernos reflexiones primitivas desde una poética que resiste al paso del tiempo. Sinceramente, su obra es amplia y necesaria. Por eso, me llena de tristeza todo lo que ha pasado. Y pienso que cualquiera que ame la poesía debería sentirse entristecido por todo lo que ha ocurrido con la suya. Un problema que deja en evidencia que el capital heteropatriarcal tiene siempre la última palabra. ¿No les sorprende que una vez más en el blanco esté una poeta? El tiro se dirige a su representante, pero no deja de ser ella la principal afectada. No ella, su obra, que posiblemente no tendrá todos los lectores que se merece. Es éste un asunto que deja en evidencia la fragilidad que todavía embarga la obra de las mujeres. Nadie ha dudado en acusar a la poeta de lavarse las manos, de no jugarse por la editorial. No dejo de preguntarme si podría haber ocurrido lo mismo si estuviéramos hablando de un poeta, de la trayectoria y el renombre de Glück.
Otra cosa que me ha llamado mucho la atención es la cantidad de gente que ha tomado carta y opinión en el asunto. Si la poesía realmente tuviera tantos lectores como revuelo se ha armado, no tendríamos los poetas que trabajar tanto para ser escuchados. Esto me hace desconfiar aún más. ¿Dónde estaba esa crítica especializada en asuntos editoriales cuando Pre-textos sacaba esas ediciones hermosas de Glück, que aparentemente no compraba nadie? ¿Dónde estaban esos apasionados defensores del sector editorial poético, donde todo se hace por amor y nada por dinero, cuando a Glück no la conocía nadie en España y la editorial perdía dinero por publicarla? ¡Qué bien nos vendría que se armara este mismo revuelo por los hermosos poemarios que acaban de sacar Valeria Correa Fiz y Mónica Ojeda! ¡Ahí es donde necesitamos hacer ruido, queridos periodistas y amantes de la lírica!
Lo tercero es la cuestión monetaria, aunque está desde el principio en primer lugar. Seguimos manchados de romanticismo. Nos han convencido de que la poesía no se debe al dinero, pero no dejamos de vivir en este mundo. No nos vamos los poetas a un planeta donde no haya que trabajar para pagar el alquiler o para garantizarnos nuestra subsistencia. ¿No sería mejor vivir, como en otros países, de nuestra obra poética; pudiendo dedicarnos de lleno a ella, sin que esto signifique renunciar a las comodidades de una vida digna?
Seguimos considerando que vivir de la poesía es imposible. Y no nos preocupa. Hacemos chistes. No queremos cambiar esto. Somos tan retorcidos que nos hace sentir cierta superioridad moral dedicarnos a un género que no es rentable. Situaciones como la expuesta, donde la propia editorial argumenta a favor de un mercado que se autodestruye me parece peligroso. Vivimos traicionando nuestro propio oficio. Esa idea de que buscar una vida donde podamos vivir de nuestra poesía es venderse al capitalismo es un arma de doble filo. Porque al enunciarla y ponerla en práctica nos estamos dejando domesticar por ese sistema que a la poesía no le da importancia.
Dice Remedios Zafra en ese libro extraordinario que es «El entusiasmo» que las consecuencias de estos retorcidos mecanismos es aplazar nuestra vida y nuestra vocación, y toda creación es inevitablemente atravesada por el mundo real, el capitalismo la fuerza de trabajo. Intentar mantenerla fuera de ese asunto es una forma de renunciar a una parte de nosotros. ¿Por qué seguimos insistiendo con tanta fuerza en que no podremos jamás vivir de la poesía? De alguna forma somos nosotros mismos los que estamos despreciando el valor de nuestro apasionante arte.
Editoriales y poetas
Admiro muchísimo el trabajo de Manuel Borrás. La editorial Pre-textos me encanta y valoro mucho el empeño por difundir obras desconocidas dentro de nuestro territorio. No es éste un artículo contra su exquisito trabajo. Es más bien un llamado de atención a todo lo que rodea este conflicto, a los que han asumido roles de justicieros sin tener nada que ver en el asunto. Me da la sensación de que se nos ha ido un poco de las manos este asunto. ¿Cómo puede ser que por un malentendido o una discusión en el sector editorial una obra como la de Louise Glück se haya quedado sin editor. ¿Estamos todos locos?
Las relaciones entre autores y editores son un terreno delicado, decía al principio. Cada uno dará su versión de la historia. Y todo será verdad. ¿Podemos acusar a una poeta de querer aprovechar su minuto de fama para conseguir un prestigio por el camino que cree oportuno? Estamos muy en contra del dinero pero en cuanto alguien mira su propio bolsillo y trata de reconducir su carrera (la poesía le pertenece a ella, eso tampoco hay que olvidarlo) nos ponemos locos. ¿Quién está más enfermo de capitalismo? No podemos condenar a alguien por querer decidir mejor dónde quiere ver sus versos publicados. Sé de poetas que publican con pequeñas editoriales porque escogen contribuir con el ecosistema humilde de la poesía y los admiro; pero pienso que es una decisión muy personal, y que ninguna obra debería ser eliminada del mercado por los problemas técnicos o los malentendidos entre autor y editor.
Al margen de lo que ha sucedido, podríamos pensar que Louise Glück ha decidido dejar Pre-textos y llevarse su música a otra parte. ¿Puede ser realmente acusada de desleal? ¿Desde cuándo un escritor se casa con su editor? Cuando los hombres hablan de honor, lealtad y fidelidad la cosa se complica, porque generalmente estos valores se fundamentan en opiniones antiguas que nada tienen que ver con la valoración real de los acontecimientos sino con un sentimiento de tribu machista que me resulta peligroso.
¿Por qué ha resultado más importante la opinión de un editor que la obra de la poeta? Queremos leer a Louise Glück, y a causa de la que está cayendo nos vamos a quedar sin su poesía. ¿Merece la pena? ¿Estamos todos locos? ¿Desde cuando nos gustan las editoriales antes que los autores y los libros? Me parece verdaderamente una locura. Ponernos la camiseta de una editorial es también subirnos al trenecito del sistema capitalista, aunque pensemos que estamos yendo contra él. Si queremos que se trate de la poesía y no del capital, quizá deberíamos pensar mucho antes de opinar en asuntos tan peliagudos. ¡Larga vida para la fabulosa editorial Pre-textos! ¡Y larga vida para la poesía exquisita de Louise Glück!
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