Escribí hace unos días sobre una visita a las exposiciones de la Biblioteca Nacional de España. Hoy me detengo en una de ellas que me parece interesantísima y que dará pie a un nuevo ciclo en el que llevo trabajando desde hace un tiempo que reunirá fotografía y literatura, dos disciplinas que me interesan especialmente desde que era niña. La exposición se llama «La cámara de hacer poemas» y puede visitarse en la Sala Mínima de la BNE hasta mediados de septiembre. ¿Se te ocurre una forma mejor de captar los vericuetos de la relación histórica entre ambas disciplinas?
El ojo-cámara que caza imágenes
Susan Sontag describía a los fotógrafos como paseantes armados y no se equivocaba. La fotografía, al igual que el lenguaje, permite contar historias, acercarse a una realidad y tomar de ella algo que llame nuestra atención para luego mostrarlo. Partir de un punto para crear una visión del mundo muy específica. Y al igual que la poesía, la fotografía también permite crear imágenes amplias que den lugar a diversas interpretaciones. Sin duda, son dos hermanas separadas al nacer que no han hecho otra cosa a lo largo de la historia que buscarse y renombrarse.
Ya en el siglo XIX el poeta Baudelaire dijo que de las artes escénicas la más afín, la más posible de hermanar con la poesía, es la fotografía. Y si echamos un vistazo a la historia de ambas disciplinas podemos encontrar reflejos, guiños y detalles vinculados a su hermana, detalles que se han ido mezclando hasta pasar prácticamente desapercibidos. De esta fusión surgió la idea de «La cámara de hacer poemas» que reúne obras que abarcan dos siglos y que permiten entender la transformación que en ambos géneros han tenido lugar gracias a este mestizaje.
Fue también Baudelaire quien habló del concepto de ojo-cámara, y dejó constancia de su tiempo, época de cambios en la que la fotografía comenzaba a adquirir cada vez mayor relevancia y la literatura se apoyaba en ella para reescribirse. Como buen observador, Baudelaire usa esta idea para demostrar que nuestra visión está en constante formación y que nuestros ojos sirven para ir más allá de lo que vemos, pero también para contar más de lo que las palabras parecen permitirnos. Sobre la alianza entre fotografía y poesía también desarrolló una interesante reflexión Baudelaire.
Y esa alianza, que continúa siempre en marcha, a quienes amamos ambos mundos nos despierta un interés pulsivo que nos lleva a hacernos preguntas y buscar explicaciones. Por eso, visitar esta exposición puede ser una excelente forma de meterse en los secretos históricos de este lazo entre disciplinas artísticas.
Imágenes que se escriben y poemas que se dibujan
Sobre las relaciones que existen entre fotografía y poesía y la manera en la que las fronteras entre ambas disciplinas a veces se desdibujan va la exposición «La cámara de hacer poemas», comisariada por Horacio Fernández y Juan Bonilla. Se trata de un viaje a través de la relación entre ambas artes usando como transporte una gran cantidad de libros seleccionados especialmente para la ocasión con los que podemos descubrir cómo el lazo entre ambos territorios viene de tiempos antiquísimos y aunque ahora es mucho más visible, se ha ido afirmando con el correr de los siglos.
En 1905 se publicó en Madrid «¡Quién supiera escribir!» un libro en el que el artista Antonio Cánovas ilustra a través de fotos el famoso poema de Ramón de Campoamor. Este es uno de los libros principales de una muestra que reúne a muchísimas obras publicadas en todo el territorio hispanohablante. De todas formas, la relación entre ambas disciplinas viene de más atrás y una buena forma de descubrirlo es visitando esta fabulosa exposición.
Entre los libros y fotolibros de los que se alimenta este proyecto se encuentran «Diario de Djelfa» de Max Aub, que se trata de una obra que muestra la dura vida en los campos de concentración acompañadas de la voz del poeta. «Momentos» de Joaquín del Palacio asimismo ilumina los versos de Álvaro Bartolóme con imágenes apropiadas. «Viento del pueblo», por su parte permite acercarse a la poesía de Miguel Hernández y a una época oscura de la historia española: a través de imágenes tomadas de periódicos y de la propaganda oficial, podemos transitar por numerosos sucesos que marcaron la vida del poeta y de la patria.
No puede faltar tampoco esa versión de «Poeta en Nueva York» de Federico García Lorca con fotografías de Oriol Maspons y Julio Ubiña, así como tampoco «Fotografías» de Manuel Álvarez Bravo, que fue elogiado por André Breton, quien aseguró que Bravo representaba lo más poético de México. En definitiva, podemos observar algunos de los fotolibros más importantes de la historia, como mapas de un cruce de fronteras sumamente interesante.
¡Pronto volveré sobre esta relación! De momento, te animo a visitar la exposición porque vale realmente la pena. Puedes hacerlo en la Sala Mínima del Museo de la BNE hasta el 23 de septiembre, de martes a sábados, de 10.00 a 20.00 y los domingos de 10.00 a 14.00.
¡Y no te pierdas todas nuestras fotos sobre la visita al Museo de la Biblioteca Nacional de España! Puedes verlas aquí.
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