Poesía eres tú. Hace unos días me pidieron un texto que definiera el concepto de poesía. Obviamente vino a mí esa frase de Bécquer, tan bonita y tan quemada, ella. Una frase a la que nos aferramos apasionados de las letras y principiantes en el oficio. Probablemente porque, pese a lo gastadita que se encuentra, es una sentencia tan contundente y cierta que se basta a sí misma para explicar lo que la poesía es: un encuentro con la propia experiencia vital que deviene en la mirada al otro (persona amada, colectivo, mundo, etc).
Apoyándome en diversos extractos de poetas a los que admiro he intentado dar con una mirada heterodoxa sobre lo que es la creación poética en sus diversas vertientes. Y es que no existe una única forma de mirarla, de contarla y de experimentarla y en eso reside su mayor belleza: su cualidad de cosmopolita. En esa gran diversidad me centro para escribir y pensar este maravilloso espacio que es la palabra musical de la literatura.
La poesía como argumento social
Es difícil explicar el mundo cuando sólo puedes mirarlo a través del lenguaje, pero para muchos la poesía ofrece ese territorio fértil en el que es posible encontrar las imágenes que aunque no sirvan para responder al mundo, al menos sí para poner en palabras la herida.
La poesía como espacio de discusión y rebeldía social ha sido cultivada desde tiempos antiquísimos. Y en ese sentido podemos encontrar poetas que han explorado esa posibilidad tanto desde la fonética como desde la filosofía. En ambos casos el objetivo es el mismo: construir un universo que sustituya a la realidad, para extrapolar en él aquellas sombras difíciles de soportar y buscar una hendidura de luz para pensar el mundo de otra manera. Y tenemos por ahí a Bertolt Brecht, Roque Dalton, Marina Tsvietáievna y Nazik Al Malaika, entre miles y miles de autores que han sabido jugarse por el mundo a través de la palabra.
La poesía es, en ese sentido, un oficio que exige un cierto compromiso social; de hecho muchísimos de los poetas que se decantan por esta idea también llevan a cabo un activismo en el terreno que consideran más necesario. La poesía les permite unificar la lucha con la responsabilidad que sienten respecto a la palabra y mientras colaboran con alternativas políticas para luchar contra las injusticias sociales publican obras que dejan en evidencia esos mismos problemas por los que luchan.
La poesía como compresa para aliviar las heridas
A veces ese compromiso con la palabra no se ve reflejado en la lucha por una idea en particular, sino con una búsqueda de lo pequeño, de aquello que se esconde a la vista en el lenguaje y que obliga a llegar al fondo de las ideas a través de las palabras. En ese sentido, la poesía se convierte en una herramienta de indagación interior, generalmente intimista, que se comparte y si está bien trabajada puede dejar grandes aportes a la experiencia de lectores de diferentes características.
En este grupo de poetas que buscan en lo propio pero que nos han dejado fabulosos parches para nuestras heridas podemos citar a Anna Sexton, Leopoldo Lugones, Mariane Moore y Juan Ramón Jiménez. Nuevamente: hay tantos y tantas que reduzco a cuatro la lista para no volverme cansina.
Este modo de encarar la actividad poética consiste en partir de la propia herida para llegar a la que motivó al lector a acercarse al poema. Es decir, la duda-pena-experiencia del poeta sirve como un espejo para que el lector pueda mirarse y encontrarse. En ese sentido podríamos decir que la poesía nunca (o casi nunca) es algo tan individual porque siempre contempla las dos miradas y permite una comprensión variada de las frases al carecer de esa literalidad que exige la narrativa.
La poesía como promesa
La poesía, sin importar cómo se llegue a ella y de qué forma se la encare siempre ofrece una esperanza, en el futuro, en la posibilidad que albergan las palabras, en las realidades paralelas que se mueven con vertiginosidad entre nuestras células neuronales cada vez que un poema nos transforma-transporta. Decía Celaya que es un arma cargada de futuro y no se engañaba. Quién sabe qué posibles cambios habitan en la fuerza de una frase, y quizá sea esa la razón principal por la que la necesitamos.
Y volviendo a aquella frase de Bécquer podemos terminar afirmando que cuando nos habla de ese tú no necesariamente se refiere a la persona amada sino a cualquiera que esté del otro lado, leyendo, dejándose conmover por la palabra. Los problemas sociales que hablan de la otredad, la experiencia íntima que sirve para expresar lo colectivo, la mirada sobre el mundo en el que no habitamos solos.
Pienso que sin duda es ésta la mejor definición que puede hacerse de este bello género cargado de futuro.
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