Cada vez que comienzo un artículo en el que deseo hablar de una autora que escribe poesía tengo miedo de llamarla poetisa, dada la enorme controversia que existe en torno a este término. Sin embargo, me gusta tanto esta palabra que deseo reivindicarla. Por eso he pensado en escribir este artículo. Espero que les guste.
Poeta, poetisa y poetastro
En el diccionario DRAE existen tres conceptos que han dado lugar a diversas interpretaciones, estos son (poeta, poetisa y poetastro) El primero hace referencia a toda persona que escribe poesía, sea hombre o mujer. El segundo se refiere a la mujer que escribe; mientras que el tercero hace alusión a los hombres que escriben mal, es decir a los malos poetas masculinos.
La ausencia del término poetastra ha permitido que a lo largo de las décadas recayera la connotación peyorativa sobre el término poetisa y muchas personas dejaran de utilizarla. Porque dentro de este concepto estarían incluidas tanto las buenas como las malas autoras de poesía. Muchos entienden que el término hace referencia a una calidad inferior a la que pueda producir un poeta hombre.
Personalmente me gusta la sonoridad del término poetisa, aunque a veces he desistido de utilizarlo por la gran controversia que existe en torno a él, aunque me identifico mucho más con él que con el de poeta, quizás porque soy un poco cursi 😉 .
En algunas culturas de la antigüedad se consideraba que la mujer que componía versos lo hacía mal (el machismo siempre termina siendo el mal de todas las épocas y sociedades). Se creía que las mujeres carecían de aptitudes para crear obras poéticas y eran en extremo cursis (otro término precioso que se ha manoseado tanto, que al día de hoy es negativo).
Leer esto es sumamente desolador para quienes desean utilizar este sustantivo; sin embargo, intentar acercarnos al verdadero origen del término puede ayudarnos a lavar un poco su imagen.
Lo arcaico del término
Hay dos motivos por los que muchas personas se inclinan por el concepto de poeta. Uno de ellos es que lo consideran anticuado, el otro es por las connotaciones negativas que encierra.
Muchos autores aseguran que el regusto arcaico del término les exaspera. ¿Acaso no somos conscientes de que todo nuestro idioma lo tiene y que en el origen de las palabras reside la intensidad de su esencia?
Es cierto que el lenguaje es una entidad viva que va modificándose a lo largo del tiempo (a veces para bien y otras para reducirse, lamentablemente), sin embargo, no podemos rechazar su valor histórico, que lo tiene. Sin él el lenguaje no habría podido mantenerse desde hace siglos, ni tampoco transmitirse de generación en generación.
Por tanto, objetar que no deseamos utilizar el término porque resulta anticuado, podría tener el mismo valor de ignorancia que expresar que los poetas del XV no tienen nada para ofrecernos. Y ¿alguien realmente puede estar convencido de ello?
En un debate sobre la utilización de uno u otro término, una autora de poesía escribió que se inclinaba por el término poeta porque el segundo le sonaba a una referencia sectaria a «lo femenino». La pregunta es ¿qué es lo femenino? El empeño de las mujeres que escriben poesía por identificarse con el término adjudicado a los hombres desde hace siglos me desorienta; parece más propio de alguien que no está del todo convencido de lo que escribe. Es decir, si creemos que escribimos bien, si sabemos que nuestro arte no es el propio de una poetastra, ¿por qué nos da tanto miedo identificarnos con el término poetisa? ¿Por qué le tememos tanto a las palabras y a sus connotaciones negativas?
Dicho esto debo agregar que estos dos argumentos no me parecen suficientes para desistir de él. Por el contrario, parecen más razones para luchar por su reivindicación.
Femeninos especiales y sustantivos neutros
Según lo expresa el Diccionario Panhispánico de Dudas la formación de los términos profesionales femeninos se realiza de la siguiente forma: aunque la mayoría de las profesiones que acaban en -a suelen funcionar indistintamente para referirse a hombres como a mujeres (el/la atleta, el/la terapeuta, el/la pediatra), en ciertos casos puntuales y por cuestiones etimológicas, el femenino presenta la terminación culta -isa: profetisa, papisa. En el caso de poeta, existen ambas posibilidades: la poeta/poetisa.
Para apoyar el uso del término poetisa podemos referirnos a la idea que de él tenían autores como Jorge Guillén, Rosa Chacel y Dámaso Alonso. Ellos tres coincidían en que era necesario rehabilitar el femenino poetisa, para reivindicar la importancia de nuestro lenguaje, de la historia que él carga sobre sus hombros.
En este punto es importante hacer una aclaración. El término poeta no es de carácter masculino, sino neutral o común, por lo que utilizarlo para referirse a una mujer que escribe poesía no sería ser machista, sino estar en desacuerdo con el otro concepto, sea por las cuestiones que sea. La existencia del género neutro suele pasarnos desapercibida, sin embargo, no podemos negarla; de este modo, aquellas palabras que se ubican dentro de esta clasificación serán masculinas o femeninas en base al determinante que las acompañe.
Reivincar el término escribiendo buena poesía
Según la autora Ana Rossetti, es necesario rehabilitar el femenino, dándole un particular contenido y reivindicando a las buenas poetisas que han existido a lo largo de los siglos, en vez de evitar una palabra como poetisa solo porque su uso anterior la haya estigmatizado. Dice:
Para concluir podemos decir que en español es posible escoger tanto el sustantivo de género común (poeta), como el femenino (poetisa) para referirse a una mujer que escribe poesía. Todos tenemos la libertad de optar por uno u otro término; lo que nos obliga a respetar a aquéllos que se inclinan por el otro, porque debemos saber que no hay nada de peyorativo en poetisa ni nada de sexista en poeta.
¡Defendamos nuestra identidad a través del arte y dejemos que las palabras signifiquen lo que son! Con todo esto y porque la sonoridad del término poetisa me parece precioso, personalmente me inclino por éste, y ¡ojalá que muchas de ustedes hagan esto!
Hombres y mujeres no somos iguales, por la misma razón que todas las mujeres no somos iguales entre nosotras ni los hombres lo son entre sí. No le temamos a las diferencias, construyamos a partir de ellas. Seamos poetas y poetisas y escribamos como personas libres, más allá del sexo y sexualidad con el y la que nos identifiquemos.
Comentarios4
interesante el articulo 🙂
Tes. Me encanta tu artículo y creeme que estoy muy de acuerdo contigo. Sin embargo, aún hoy en nuestros días, existen muchos peyorativos y más doloroso es ver que los prejuicios nos hacen estragos en temas que debieron haber quedado en la edad media. A mí, en lo personal, me gusta mucho el término poetisa, es una palabra humilde, mística y elegante que, a mi parecer, engloba toda la magia que puede crear una mujer. Para mí, cada mujer hace poesía en su muy particular forma de hacer las cosas, hasta en lo más común de su día a día. Gracias por todo el contenido del portal y por tus maravillosas palabras que enseñan y despiertan interés. Saludos.
Hermoso e ilustrador artículo nosd comparte la autora, mil gracias por tan valiosas enseñanzas. Bendiciones.
Muy interesante el artículo, con mi respeto, quise transcribir un poema publicado en el día de la fecha , por un poeta , estudioso investigador de nuestra lengua materna DON FÉLIZ ABAD SÁNCHEZ,inspirado en el tema de este artículo, quien acaba de publicar su libro autobiográfico VOLVER A EMPEZAR
MUCHAS GRACIAS
POETA, POETISA , POETASTRO
Poeta, quien escribe poesía,
vocablo neutro que a los dos admite;
poetisa, mujer de mi alegría
porque con su encanto nadie compite.
Poetastro, adjudicado a varones
desorientados en la poesía,
que solo cuentan con las ilusiones,
el ritmo y la métrica no porfía.
Poetastra, me desconcertó ayer,
vocablo ausente; más como premisa
peyorativo para la mujer,
se lo adjudican a la poetisa.
Es algo imposible de comprender:
poetisa siempre será alegría,
porque los encantos de la mujer
son quienes inspiran mi poesía.
Poemas de Camilo
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