Seguramente te habrás preguntado más de una vez por qué los niños se empecinan con un cuento y quieren escucharlo una y otra vez. La psicóloga Jane Herbert tiene respuestas para eso y hoy escribo sobre algunos apuntes que hace que me parecen interesantes. Sin duda, colaborar con el desarrollo cognitivo y emocional de nuestros peques es uno de los objetivos que todo adulto no debe ignorar. Así que tener en cuenta estas cosas puede serte de gran ayuda si has emprendido la ardua tarea de cuidar y educar.
Los cuentos y las relaciones afectivas
Es común que los niños y niñas pidan que cada noche se les lea el mismo cuento e incluso pueden pedirlo varias veces en la misma noche. Esto genera en algunos padres y madres cierta preocupación, porque se preguntan si no estará adquiriendo hábitos obsesivos que tarde o temprano le traigan dificultades mayores. Jane Herbert, quien se ha especializado en cognición y desarrollo infantil en la Universidad de Wollongong (Australia), dice que no hay nada de qué preocuparse. La razón por la cual los niños necesitan de esa rutina repetitiva tiene que ver con la necesidad de asimilar conceptos y de interiorizar lo que va aprendiendo; al demostrar interés por un determinado cuento, expresa que lo que esa lectura le aporta le resulta importante o necesario, y es sumamente positivo contribuir con ese bienestar y ese incentivo ofreciéndole lo que desea.
Durante la primera infancia la literatura puede ser fundamental para adquirir vocabulario y aprender a interiorizar el lenguaje y su complejidad de una forma fluida. Sobradas pruebas hay de los altos beneficios que suponen para un niño o una niña escuchar cuentos antes de dormir; siendo una de las principales herramientas para adquirir habilidades en el proceso de alfabetización.
Herbert explica que es sumamente importante que quien lea esas historias sea un adulto de referencia para la criatura: padre, madre, niñera o niñero, hermano o hermana mayor, etc, es decir, alguien con quien se sienta protegida o a gusto. De este modo el provecho de la lectura es todavía mayor. La lectura en ese sentido contribuye con el desarrollo de una relación positiva entre ambas partes y colabora con el bienestar emocional e intelectual del menor.
Herbert afirma que el hábito de la lectura y la repetición de un mismo cuento durante una o dos semanas colabora con el desarrollo de las funciones motrices para las que se requiere la memoria: por ejemplo, para aprender a producir sonidos con un sonajero. Esto vale también para la exposición a contenido multimedia. Si a un niño o una niña de unos dos años se le pone un vídeo de forma repetitiva, podrá desarrollar y gestionar con mayor rapidez el ordenamiento de sus recuerdos.
En lo que respecta al lenguaje, la repetición es sumamente beneficiosa para ampliar el vocabulario y durante los primeros años de vida la lectura puede ser realmente beneficiosa para fomentarlo. La exposición a estructuras claras, le sirven a la criatura para aprender a decodificar el contenido del lenguaje y poco a poco le incentivarán a formular preguntas y asociar conceptos. Un buen consejo es conversar con ellos después de la lectura, para incentivarlos a desarrollar la comprensión lectora (que se traduce en una mayor comprensión de su entorno), la capacidad crítica y la posibilidad de poner en palabras lo que entendieron.
La repetición como actitud positiva
El estudio de Jane Herbert se detiene en las fases del proceso de aprendizaje: los niños muy pequeños necesitan establecer un lazo con lo familiar y entonces buscan la repetición porque les hace sentir seguros. Conforme van creciendo, desarrollan interés por la novedad, que será lo que los lleve a explorar nuevas miradas sobre el mundo. Estas fases del aprendizaje se ven claramente desarrolladas en la vida de cada individuo, independientemente de su raza; aunque pueden presentarse excepciones, claro.
¿Y por qué después de haberse empeñado en leer cada noche el mismo libro de pronto, no sólo cambian a otro, sino que se olvidan por completo del primero? Porque una vez que han conseguido asimilar lo que la lectura y las imágenes tenían para ofrecerles, necesitan enfocarse en otra cosa para continuar su proceso de aprendizaje. En la práctica puede resultar extraño, pero cuando lo miramos en perspectiva y a la luz de la ciencia, adquiere total sentido.
Y por último, ¿por qué un cuento? Porque aunque para un adulto su estructura y su vocabulario sean muy sencillos, contienen un 50% más de palabras poco habituales (inexistentes en el discurso coloquial), incluso respecto a las que utilizarían en una conversación un grupo de alumnos universitarios. ¡Eso es imposible! Exclamarás; y sin embargo ¿cuántas veces en una charla con tus amigos mencionas palabras como cuervo, jirafa o murciélago? Tú ya las tienes incorporadas pero en algún momento tuviste que aprenderlas; y si los peques no se exponen a estos cuentos ¿de dónde van a conocerlas? Debemos tener bien presente que el proceso de asimilación y comprensión del lenguaje es arduo y lento, por lo que toda nuestra atención debe estar en proporcionarles a los niños y niñas la oportunidad de aprender y descubrir el mundo de una forma positiva y completa.
Y quizá este consejo de Herbert venga genial para terminar. Para colaborar con esa asimilación del entorno en niños y niñas una buena práctica es conversar al finalizar la lectura sobre el cuento escogido. De este modo se potencia en el menor la capacidad de absorción y se le ayuda a desarrollar la comprensión lectora para fortalecer sus habilidades cognitivas.
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