El término sempiterno hace alusión a algo que nunca va a terminarse. Pero, ¡a no equivocarse! No es un sinónimo de eterno, porque lo eterno no tiene comienzo ni fin mientras que lo sempiterno ha tenido un principio. Además, es el título del último libro de relatos de Elías Jauregui Castro.
Creo que fue muy acertado de su parte llamarlo así; dado que a lo largo de todos los relatos nos encontramos con personajes atormentados que, en determinada situación y por decisiones específicas que han tomado, se ven envueltos en situaciones inesperadas que no se terminan.
En este libro el término adquiere un sentido más amplio. Se presenta no solo en referencia a aquello que no termina sino que, además, reincide; como es el caso de la muerte, la soledad y la incomprensión, en la historia de la humanidad.
Acerca del autor
Elías Jauregui se estrenó con «Trece» en el 2009 y ahora vuelve. Sus dos libros han sido publicados por RIL Editores y presentan características particulares. No es un autor más de los miles que surgen cada año, tiene un estilo limpio aunque extravagante y ciertamente ha manifestado una dirección unívoca en sus creaciones.
En lo creativo, nos ofrece ambientes lúgubres y narraciones desestructuradas que nos permiten ahondar en lo ridícula y azarosa que es la existencia. Y en lo que respecta al mensaje, presenta un marcado compromiso y denuncia social. Todo esto encubierto en relatos llamativos y macabros, y universos sumamente extraños donde todo es posible y, a la vez, lo más plausible no tiene lugar.
Nació en Santiago de Chile en agosto de 1975 y se gana la vida como publicista. No obstante, procura que le reste tiempo para escribir ficción y para componer música (es baterista y letrista de la banda chilena Fe de Erratas, que también les recomiendo).
En lo que respecta a su narrativa, creo que deben darle una oportunidad; tiene un estilo asombroso e historias absolutamente ocurrentes e interesantes.
Universos extravagantes donde lo imposible es moneda corriente
En «Sempiternos» se encontrarán con historias de diversa índole y también ambivalentes estilos. Narraciones místicas y de hilo ininterrumpido (si se puede en Jauregui), entre las que podría destacarse el relato «El número de almas». Y relatos estrictamente fantasiosos que rozan la ciencia ficción como «Las cosas de los sueños»; el cual presenta una narración que va y viene de la realidad al mundo de los sueños, y se encuentra llena de elementos oníricos.
De «Las cosas de los sueños» lo que más me gusta es la forma en la que Elías consigue describir lo que se siente al estar en ese universo casi absolutamente desconocido, incluso para quienes lo vienen estudiando desde hace siglos. Lo que nos sucede cuando dormimos: las sensaciones de ser perseguidos y las sensaciones de paz cuando nos encontramos a gusto. Sensaciones solamente comparables con la lectura. Dice:
Si no nos dijeran que se trata de un relato sobre los sueños, me atrevería a afirmar que se refiere a esas sensaciones indescriptibles que podemos experimentar cuando disfrutamos de un buen libro.
Pero seguramente lo que más sobresale de su obra son los manuales; un tipo de texto absolutamente llamativo y que me ha gustado especialmente. Son textos que contienen una serie de puntos que deben seguirse en caso de querer «irse» o en caso de querer «volver»; para lo segundo hace falta haberse ido. Pero ¿cómo saber si ya nos hemos ido? Las respuestas las encontrarán en ese relato.
Si cada individuo al momento de nacer viniera con un manual para cada cosa, como si de un electrodoméstico se tratara, la vida sería ¿más sencilla o más complicada?
La construcción literaria
Si leen a Jauregui no encontrarán a Ursula Le Guin ni a Jorge Luis Borges, tampoco a Asimov ni a Rosa Montero. No obstante, podrán notar aspectos de cada uno de ellos en estas páginas.
Dicen que la literatura se construye a partir de las experiencias y que los libros se reescriben una y otra vez, no necesariamente por la misma persona. Cada uno le da su tinte particular. Sin lugar a dudas Jauregui tiene su propio estilo y sobradas pruebas da de ello en este libro.
En «Sempiternos» encontrarán desde un extraño relato entre un también extraño hombre con tendencias obsesivas y un alacrán, hasta una vida futurista en la que las personas perciben el mundo a través de una pantalla. Si no hubiera leído este relato hace varios años, hoy habría creído que era una mejora del mundo de Bruna Husky, pero no. Se ve que muchas personas a lo largo del globo son capaces de ver el futuro de forma similar, y con esa misma fe (o ausencia de ella) en la humanidad: imaginando un futuro con todo destruido a causa de los abusos que se van cobrando la vida del planeta poco a poco, hasta alcanzar esa realidad.
Son infinitas las obras que se han escrito en torno a la muerte, la soledad, el universo de los sueños y el futuro, sin embargo les aseguro que en esta obra encontrarán una nueva forma de entender estos temas filosóficos básicos. Jauregui lo hace a través de historias rebuscadas, de hilos que de repente se interrumpen para dar lugar a escenas descabelladas y que luego vuelven a ese punto de partida.
Es cierto que el uso de la analepsis por momentos parece abusivo, aunque, personalmente me ha parecido extraordinario y en ninguna de las ocasiones he llegado a perderme. Creo que está muy bien hilado y utilizado este recurso. Sobre todo, me ha gustado su empleo en «El color del alacrán» donde el ritmo se interrumpe constantemente y te obliga a regresar en el tiempo; del mismo modo que lo hace una pieza de R&B (aunque no sé si esta comparación le gustará a Jauregui, un ortodoxo del Rock and Roll).
Bueno, ya lo saben. «Sempiternos» es una excelente lectura para esta época y para prepararnos a ese futuro en el que las máquinas nos harán más sencilla o menos natural la vida.
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