Creo que no existe una actividad que nos permita vivir otras vidas, como nos lo permite la escritura. Nada se asemeja a meternos en la piel de diversos personajes y transitar por historias que están a años luz de la nuestra, para bien o para mal.
Pero este trabajo no es sencillo; ni siquiera todos los que escribimos lo conseguimos con la misma certeza. Es probable que sea fundamental extrapolar nuestra empatía al plano de la escritura y hacer de ella una de las herramientas fundamentales para encarar la creación.
En el artículo de hoy les traigo a dos autores que han comprendido de forma impresionante la importancia de la empatía al escribir; ellos son: Arnold Bennett y Huber Haddad.
Bennett se hace otro
Seguramente la novela de Arnold Bennett, «Enterrado en vida» es una de las obras en las que mejor se pinta la posibilidad de ser otro a través de la escritura; oportunidad que en esta novela se convierte en algo absolutamente tangible.
En esta historia nos encontramos con un hombre que se halla agonizando en la planta alta de un hospital; en la planta baja, otro individuo, tiene que decidir qué hacer con su vida. Incapaz de aceptarse tal cual es, entiende que tiene dos opciones: tomar la identidad del que está a punto de marcharse, y dejar esta vida, o armarse de valor y enfrentarse con lo que le toca. De esta decisión dependerá, como es de esperarse, todo su futuro. Y el de la escritura.
Según Benett, toda novela tiene que parecer verdad y por eso la construcción de los personajes debe ser certera. Para él, éste es uno de los aspectos en los que más debe trabajar un narrador.
Hubert Haddad de israelí a palestino
Otro ejemplo de empatía en la escritura es el que elabora Hubert Haddad en su novela «Palestina»; un ejercicio puro que nos lleva a enfrentarnos con la guerra santa librada desde hace años entre judíos y palestinos a través de una escritura valiente y honesta, donde la perspectiva ajena es fundamental.
La historia se narra en tercera persona y comienza con el ataque de unos residentes de Cisjordania a un grupo de soldados israelíes. De una forma intensa y espeluznante el autor nos adentra en lo más profundo del conflicto. Pero lo que vuelve más interesante este libro es la maestría con la que Haddad cuenta la historia.
Unas mujeres palestinas lo rescatan, lo curan y lo adoptan. Y se convierte en un palestino más al que llaman Nessim. En esta nueva vida, Cham vive en sus propio cuerpo el tormento de la ocupación: toda Cisjordania se halla repleta de soldados israelíes y de puestos militares; la paz no tiene cabida en ese territorio y él ahora debe cuidarse, porque es un palestino.
La tristeza y la violencia son las protagonistas de las calles. Pero también, en esa situación de apartheid, perviven la amistad, la solidaridad y el amor; porque en los momentos cruciales, siempre somos capaces de encontrarnos con nuestra esencia y luchar unidos por una realidad más favorable.
Empatía como lema
Según lo expresó David Grossman, uno de los más famosos escritores israelíes, el problema principal del conflicto en Israel es la pérdida absoluta de la empatía.
Haddad se interna en esa búsqueda por conocer la verdad desde el lado opuesto y de una forma absolutamente figurativa: cambiando los roles de los propios personajes, para obligarnos a hacer la empatía de una página a la siguiente; para que comprendamos que en una guerra siempre los que se arriesgan son personas: individuos libres con deseos y sueños que les son arrebatados de un instante a otro, sin que nadie pueda hacer nada por impedirlo.
En la escritura pasa lo mismo que en la vida: si no hay empatía, la historia y las relaciones carecen de alma y de profundidad. ¿Cómo explicar lo que siente o sintió una persona sin vestirnos con su traje, sufrir su dolor y reír con su alegría?
A la hora de escribir ponernos en el lugar del otro es fundamental: poder vivir la vida de los personajes no como si fuéramos ellos, sino siendo ellos. Esa es la única forma posible de crear una historia, como decía Benett, realista y creíble.
Si seguimos este consejo y trabajamos a fondo nuestros personajes, podemos encarar una escritura auténtica y creíble; de lo contrario, nuestra narrativa posiblemente esté condenada al fracaso.
Comentarios1
Vaya pinta tan buena que tienen las dos novelas que comentas. Voy a tener que ponerme las pilas y leer y escribir más. "Escribir para vivir, vivir para escribir" 😉
Un fuerte abrazo, Tes.
¡Muchas gracias, Rapsódico! Ya me contarás qué te parecen... Sí, creo que son dos obras de las que se puede aprender muchísimo de escritura y humanidad.
Un abrazo gigantesco.
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