La literatura es una lectura voraz de «Crimen y castigo». Un viaje casi astral desde el rastrojo de trigo donde se halla mi cuerpo a la Rusia zarista de Raskolnikov, donde ronda mi espíritu. También es mi padre diciéndome que soy muy pequeña para esa lectura. Y (nuevamente) yo, robándome el libro de la biblioteca cuando mi padre duerme, huyendo de la casa hacia el campo abierto, a la soledad pampeana de una tarde de verano, a la soledad fría de Dostoyevski. La literatura es un vuelo infantil que se prolonga hasta sostener la vida de persona adulta con mirada de niña.
La literatura es una morada en la que caben tantos invitados como sueños haya. Y es una fiesta como la de ayer. Un encuentro de tres amigos (Soler, Orejudo y Neira) que escriben y se admiran mutuamente pero, sobre todo, que se quieren. Tres escritores que nos invitaron a viajar a través de la teoría literaria y la pasión lectora en una presentación digna del pedazo de novela que es «Los cinco y yo». ¡Hacía mucho que no me la pasaba tan bien!
La literatura en las generaciones
Lo de ayer no fue una presentación al uso, fue un recorrido a través de la historia de España en la mirada de tres hombres, de tres amigos (casi cuatro) que, cual aventura de Enid Blyton, se aventuraron en ese pasadizo secreto que es la memoria para intentar desvelar lo que ha sido de cada uno, para preguntarse «dónde estaba yo cuando…». Tres lúcidos escritores que compartieron con los presentes sus diversas vivencias en torno a la realidad partiendo de la ficción de Orejudo.
Al margen de las discusiones en torno a qué define una generación y quién puede sentirse parte de este o aquel grupo etario, tema que podríamos decir que hizo de columna vertebral de la reunión, la conversación giró en torno a la pasión lectora, la importancia de las primeras lecturas y la forma en la que nos enfrentamos (o acomodamos) a este mundo loco que nos dejan en herencia nuestros mayores.
La dictadura también sobrevoló la charla y me ha resultado sumamente gráfica e interesante esa mirada de la historia en los representantes de tres generaciones diferentes, aunque muy vecinas. Cuando Franco murió Julio festejó su muerte (como parte de una generación de muchachos perseguidos, algunos asesinados, encarcelados, censurados, la muerte del dictador significó para ellos una liberación, el mundo volvía a pertenecerles). Soler también se fue de fiesta, aunque todavía no había nacido en él la conciencia cívica, eran básicamente unos días festivos que había que aprovechar. Para Orejudo, la muerte de Franco se resume en un tuit fabuloso, dictado por su padre (cuando Twitter ni siquiera era un proyecto, claro).
Humor, ajuste de cuentas y nostalgia
En «Los cinco y yo» Orejudo toma lista: a sí mismo, a su generación, y a esos cuatro compañeros (los cinco de Blyton) con los que vivió tantas aventuras. Parece también un ajuste de cuentas con el pasado pero sin la nostalgia, según Neira. Para Orejudo la nostalgia debe quedarse fuera de la literatura porque la echa a perder. Soler, por su parte, destacó el humor serio con el que se encuentra narrada la novela, las descripciones del barrio, del mundo a través de esos ojos niños llenos de curiosidad.
No hay ajuste de cuentas, dice Orejudo, sino el deseo (o la necesidad) de fijarse qué ha sido de él y de sus amigos, en el presente. Y, a la vez de cumplir el sueño niño de participar de una aventura junto a los personajes de Blyton. A su vez, intentó una estructura nueva. Construyó una novela con forma de glosa, algo que no había probado antes y que supuso un desafío. Porque ese es el gran incentivo para escribir: probar cosas nuevas, renovarse.
Hubo espacio también para las preguntas, para batallar con las palabras de una forma entretenida (y divertida), para bromear en torno a la edad y para ponerse serios. Soler se detuvo en un tema algo recurrente en la novela que tiene que ver con la imposición del canon literario. El deseo de rechazar a Joyce y Faulkner ¿tiene más que ver con la rebeldía con los mayores o con la frivolización de la literatura?, pregunta e insiste.
Es interesante la visión de Orejudo: las lecturas son impuestas a través de las élites; el canon es un ejercicio de poder, es dictado, prefabricado por editoriales y críticos. Pero eso no es lo más curioso sino que esos mismos que dictan lo que hay que leer no estarían dispuestos a publicar ni a leer a nuevos Joyces o Faulkneres. Caben matices, ciertamente, pero el tiempo es cruel y aquí nos quedamos.
La memoria y la imaginación en la ficción
Y llegamos a la memoria. ¿Se escribe desde la imaginación o desde lo que recordamos? Los tres estuvieron de acuerdo en la gran importancia que operan ambos ingredientes en la escritura, y lo mucho que se entremezclan. Los Antonios coinciden en que ambas ocupan sin embargo una función muy diferente (se parte de un recuerdo y se arriba a la ficción que es alumbrada desde la imaginación). Neira cree que es difícil establecer el límite entre ambas porque no se puede imaginar lo que no se ha vivido (lo que no se recuerda).
Es posible que los tres estén en lo cierto, porque ¿acaso no es la memoria una construcción ficcional? ¿No es la vida toda una ficción que nos vamos contando según pasan los años con mayor, menor o ninguna precisión? Es más, pienso que «Los cinco y yo» también es un homenaje a esa manera de explicarnos la vida que experimentamos todos: que parte de la remembranza y se dirige a la realidad-certeza.
La literatua y el rastrojo, decía. Toda mi inquietud literaria se reduce a ese verano de infancia en compañía de ese chico de personalidad trastocada y ataques de epilepsia (antes de saber cómo se sentía aquello) y de Sofía, esa prostituta que, perdónenme los abolicionistas, pero es el personaje femenino más fuerte y rebelde que ha dado la literatura occidental, al que estoy convencida que no hemos sabido leer correctamente, y al que le debemos muchísimas páginas. La literatura fue entonces mi hogar cuando casa ya no era un sitio donde sentirme a salvo. A salvo como ayer.
Sabrán disculpar mi olvido torpe pero no hay fotos. A cambio, sin embargo, les dejo las recomendaciones que apostillan las imágenes que he preparado sobre estos tres. ¡Lean, amigos, como en la infancia!
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