«Los mercaderes» es el título de una trilogía de Ana María Matute que escarba en torno a la memoria, a lo que el pasado nos condiciona y a la importancia de trazarse un destino diferente del que nos han marcado. Dicha trilogía comienza con «Primera memoria», una novela llena de ternura y de realismo que nadie debería dejar de leer. Hoy, en el nonagésimo segundo aniversario del nacimiento de su autora, rescato en nuestro Desván de los libros perdidos esta obra maravillosa. Ana María Matute debería ser nuestra meta a la hora de crear: escribir desde la pulsión consiguiendo hacer de la palabra rescate y búsqueda.
El fin de la infancia y la guerra
La guerra había empezado hacía apenas mes y medio y las noticias que llegaban a esa casa en medio de la isla no eran para nada alentadoras. Sin embargo, toda noticia era bienvenida con tal de romper con esa calma aceitosa en la que Matia, la protagonista, se siente inmersa.
Matia y Borja han llegado a casa de su abuela después de la muerte de su madre y aunque la perspectiva no es nada buena –todo apunta a que esas vacaciones se extenderán y que se quedarán a vivir en esa isla para siempre–, ambos, y sobre todo Matia, ansían el momento en que todo termine –y con todo, sobre todo, la guerra– y puedan volver a la vida normal. Sobre este panorama se extiende esta primera parte de la saga «Los mercaderes».
Matia es un personaje curioso al que le interesa conocer más del mundo de lo que le muestran. Entrometida al punto de meterse en problemas e incapaz de aceptar por normal un hecho que considera un acto de injusticia. A medida que avanzamos en la lectura la vamos descubriendo y empatizamos con esa forma de mirar y desear el mundo. Al igual que en el resto de las novelas de Ana María Matute tenemos aquí una narración que afronta la pulsión interna y se rebela ante la anulación, que a través de la educación y los buenos modales nos quieren imponer.
En esta primera parte de la trilogía nos encontramos con las aventuras que viven en esa isla silenciosa y quieta estos dos hermanos. Criaturas que se detestan profundamente cuando no saben a quién echarle la culpa de tanto infortunio y que intentan salvarse de la tristeza que una abuela canosa parece haber permitido que se apoderase de su casa.
Es también una mirada sobre esa etapa de la vida que está entre la infancia y la adultez que se caracteriza por esa sensación de no saber qué somos, cómo y por qué. Ese momento en el que nacen o se intensifican todas las preguntas y donde toda respuesta parece pobre frente a un mundo desolador, peligroso, agresivo, donde somos títeres de los deseos de otros y caminantes que ignoran el destino que les aguarda.
Esa voz cuidada de la Matute
«Primera memoria» tiene el ritmo constante de las obras escritas con cuidado; con ese uso maravilloso que hace Ana María de las aclaraciones, de las pausas, de los agujeros que nos llevan a otra parte y difuminan la distancia temporal entre lo que es recuerdo y presente.
La guerra civil, tan presente en toda la obra de Ana María Matute atraviesa toda la «Primera memoria». Es la guerra el punto de fuga de todas las complicaciones, la razón de tanta destrucción, y es como un pequeño monstruo que va creciendo desde fuera hacia dentro de los personajes, convirtiéndose en una especie de maldición de la que parece muy difícil huir.
«Primera memoria» es una novela extraordinaria donde acompañamos a estos niños, que van descubriendo el mundo y tienen que decidir qué piensan y si la forma en la que van a mirar el mundo a partir de ese momento en adelante será idéntica a la que les han inculcado. O si, en cambio, prefieren autoformarse, decidir qué es lo importante y qué cosas no tienen por qué continuar sosteniéndose con el paso del tiempo. Una aventura que no carece de momentos de misterio, tan propios de la mente maravillosa de Ana María, de su imaginación amplísima, y tan presente en todos sus libros.
Sin duda, «Primera memoria» es una de las grandes obras de la Matute, que nadie debería perderse; por eso he decidido incluirla en esta lista de recomendaciones que es el ciclo el desván de los libros perdidos. ¡No dejes de leerla!
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