Los problemas que enfrenta la industria del libro desde hace poco más de una década han provocado un rotundo replanteamiento en el paradigma de la producción del mercado, en el que autores y editoriales han debido modificar su forma de trabajar. El afianzamiento de los métodos de publicación por pago, los mecanismos poco fiables de compañías distribuidoras como Amazon, y las dificultades económicas propias de la época han derivado en la producción masiva de libros y la reducción de la calidad literaria. No obstante, es un buen momento para recuperar la pasión verdadera por el libro y apoyar a quienes están haciendo una buena labor en el mercado.
Hágalo usted mismo aunque no valga nada
En la última década el auge de la autoproducción o del hágalo usted mismo ha provocado que prácticamente todos creamos que podemos hacerlo todo, es decir, autoabastecernos completamente. Cabe mencionar que esto que en otro contexto podría ser absolutamente positivo y llevarnos a una revolución y a la adquisición de una libertad siempre soñada nunca puesta en práctica, en este caso nos ha dejado un saldo absolutamente negativo.
Evidentemente todos tenemos o deberíamos tener la capacidad de ser autosuficientes, de desprendernos de un sistema nocivo que nos mantiene esclavos y de formular una manera auténtica de enfrentar esta vida tan desproporcionada y sinsentida. Pero no lo hacemos. La propaganda de la autoproducción se apoya en ese sofisma de independencia, pero presenta un ligero matiz que no nos beneficia en nada: el sistema se aprovecha de ese impulso de autosuficiencia y nos encarcela. Y aquí estamos, los humanos, soldaditos siempre a la deriva, aceptando las reglas y pedaleando en este sinsentido sin ser del todo conscientes de lo que implica.
¿Y qué tiene esto que ver con el mundo del libro? ¡Mucho! Hace unos días me pidieron un texto acerca de cómo publicar un primer libro. Sin duda yo no soy la persona más indicada para escribir sobre ello, siendo que reniego de todas las nuevas formas que ha adquirido la publicación en los últimos años; que me he metido en una lista de cada vez menos personas que no están dispuestas a autopublicarse porque están convencidas de que publicar un libro es fácil lo difícil es conseguir que alguien que no engrose nuestra larga lista de amigos en las redes sociales, y con cierta perspicacia lectora, esté dispuesto a apostar por nuestro estilo porque considere que nuestro trabajo merece la pena su trabajo.
¿Cuánto cuesta producir un libro?
Otro tema bien actual es el de la mano de obra gratis, que es la estrategia que asumen las editoriales de autopublicación pero tomada de un modelo un poco más antiguo y bien asentado en nuestra realidad: el modelo Wikipedia podríamos llamarlo.
Cuando surgió Wikipedia entendimos que había gente capaz de aprovechar la mano de obra gratuita, disimulada en conceptos de cultura popular y libertad de expresión, para conseguir un espacio de poder en el sistema capitalista. No se necesita de un organismo especializado para tener una buena enciclopedia, si lo que se busca no es calidad sino cantidad, y si se convence a miles de personas en todo el mundo a que trabajen gratis en un proyecto que se autodenomina común pero que tiene sus propios beneficiarios. Debemos tener bien presente que siempre SIEMPRE hay alguien que está ganando incluso cuando a nosotros nos resulta aparentemente gratis y libertario el asunto.
Y esto se enlaza con otro punto que me interesa. En la Revista Xataka, Sergio Ramos, escribe sobre el verdadero coste que supone producir un libro. Y desglosaba el valor definitivo en los porcentajes que a cada parte involucrada en el proceso de creación le toca: 10% (al autor), 30% (a la editorial) y 60% (repartido entre la distribuidora y los puntos de venta). A simple vista parece una barbaridad de números y muchos autores se vienen quejando del escaso porcentaje que les toca a ellos, creadores de la obra. Sin embargo, una obra es mucho más que la escritura, es el trabajo de corrección, maquetación, distribución; sin todo eso, el autor sería un inmenso desconocido en un mundo en el que vivimos todos seres desconocidos. Quizá va siendo hora de que llamemos a cada cosa por su nombre y empecemos a aceptar que la construcción de un libro es un trabajo en equipo.
Así que, aunque dije que no soy la persona indicada para hablar de ello, me metí en el fregado porque el mundo del libro es un hábitat que me atrae profundamente y que continúa sorprendiéndome a cada paso. Y se me ocurren más cosas que las señaladas sobre las que es importante reflexionar desde dentro. Las pantomimas de los premios literarios, el prestigio de editoriales que no apuestan por buena literatura, el hecho de que se presenten como editoriales empresas-imprenta que se dedican a satisfacer el ego de los autoproclamados escritores, podrían ser algunas de ellas.
Y escribo sobre esto pensando en que cuando la casa apesta sólo existe una forma de mantenerla en pie: vaciarla y limpiarla completamente. Y creyendo en esa idea me reafirmo en mi pasión por los libros y el mundo editorial.
Del libro, la calidad literaria y la pasión lectora
Que el modelo editorial está cambiando es un hecho. ¿Y qué suponen estos cambios? Podríamos hablar por ejemplo del modelo económico que ha absorbido los mecanismos dentro del mercado del libro. La consecuencia más perceptible de ello es el hecho de que las editoriales apuesten más que nunca por lo seguro y que los autores valiosos, que son aquellos que se atreven con un nuevo lenguaje, con nuevas formas de decir las cosas, cada vez tienen menos posibilidades en este mundo. Y esto a quienes amamos los libros nos significa una pérdida de buenas lecturas.
No obstante, todavía hay reductos de resistencia, y apostar por los pequeños sellos que todavía quieren preservar la industria del libro de la basura comercial, podría ser una buena forma de poner nuestro granito de arena para sostener este pequeño sistema.
La vida útil del libro hoy es muy inferior a la que tenía hace tan sólo una década. Si un libro no consigue vender en las primeras semanas se elimina de las librerías, pasa a los almacenes y muchos de ellos, terminan olvidados. Es lamentable que hayamos caído en este sistema de producción capitalista que se ha olvidado por completo de las razones por las cuales necesitábamos los libros, las razones que nos llevaron a abrazar la literatura como si se tratase de un santo grial. ¿No deseábamos acaso justamente luchar contra ese cínico sistema?
Todas estas reflexiones me han recordado una cosa: recuperar las razones que nos acercaron a la literatura puede ser el mejor mecanismo para luchar contra el sistema, para no hacer caso de las premisas de vanagloria personal y para buscar en los libros aquello que nos libere y nos permita disfrutar en la medida de lo posible esta absurda vida que tenemos. Así que, ¡que vivan los libros!
Comentarios3
"!QUE VIVAN LOS LIBROS!"
¡Que vivan!! 🙂
QUERIDA TES: Encuaderné como libro "Lo que escribí...", tengo interés en hacértelo llegar ,dime cómo. Estoy pendiente. Tuyo Ramón Félix de la Torre.
Extraordinario artículo. Reflejas la realidad actual tal como es. ¡ Felicitaciones ¡
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