A propósito de la publicación de un texto sobre la inmensa Alejandra Pizarnik se realizó un mini debate en el área de comentarios que me despertó el interés sobre este tema. He pensado, por tanto, compartir con ustedes mis puntos de vista sobre la publicación de diarios póstumos, incentivándolos a que también ustedes participen con sus pareceres y consigamos aprender y aclarar nuestras dudas sobre este tema.
Los diarios como género literario
Existen dos tipos de diarios: los que todos conocemos, donde una persona expresa cómo se siente, cómo vive qué le duele y ciertas cuestiones íntimas, y los que crean los escritores. Estos últimos pertenecen a un género literario y se caracterizan porque en ellos los autores intentan plasmar cuestiones que hacen a sus experiencias, a su labor como escritores. Tal es el caso de la obra «Diarios de un escritor» de Fedor Dostoyevski, donde el autor deja constancia de su opinión con respecto a la escritura en sí y a ciertos autores como Pushkin o Nékrasov.
Con el correr de los años estas diferencias se han ido limando y al día de hoy, la única diferencia que parece existir entre un diario escrito por una persona que se dedica a cualquier cosa menos que a la literatura y el de un escritor, es que los de este último mantienen un estilo y cierta estructura que podría volver a dicho libro una obra artística.
A la hora de escribir un diario es fundamental que el autor tenga en cuenta una serie de principios o estructuras, por ejemplo la ficción como tal no puede formar parte de él o ciertas libertades no pueden ser tomadas en cuenta. El diarista no puede ser impostor sin embargo sí debe contar su verdad, lo que podría convertirlo en un mentiroso desde el punto de vista opuesto, pero no en un impostor. De todas formas, un diarista mentiroso es como un fabricante de monedas falsas por lo que tampoco desearíamos leerlo.
Lo que quiero decir es que este género, tal cual hoy es entendido, no se trata de otra cosa que de un producto del mercado, ya que la construcción de un diario para ser espontánea y verdadera debe ser desordenada y contradictoria y ¿qué podríamos sacar en conclusión si se publicaran todos tal cual han sido escritos? NADA. Por eso es necesario que se revisen aunque al hacerlo pierdan el alma (ni hablar si son revisados por un tercero), para que puedan ser leídos y comprendidos con coherencia. En definitiva, un diario cruda es semejante a un producto al que le falta ser ensamblado.
Publicación de diarios póstumos
Es importante tener presente que una de las características fundamentales del diario es el haber sido escrito en dos tiempos: por un lado en el día a día del autor, por el otro en los retoques que el mismo haga antes de la publicación.
Cuando la publicación se hace a título póstumo, quien se encarga de las correcciones suele ser un familiar, amigo o alguien interesado en la obra de dicho autor, pero entonces el diario deja de ser íntimo. Se trata de una colaboración, donde las frases se entremezclan, algunas son recortadas, y se manosea la obra a tal punto que se pierde el sentido que el autor le diera, ni hablar de aquellos diarios que contienen explicaciones al margen realizadas por el recopilador.
El dramaturgo Ariel Barchilón dice:
Y pese a que es cierto que un escritor escribe con su vida entera, nadie tiene derecho a invadir su privacidad, aún o sobre todo, si él ya no está para defenderse. Algunos argumentan «si ya está muerto no se enterará» y son esas personas que por momentos aseguran que existe otra vida y en estas situaciones hablan que después de la muerte no hay nada, porque en el fondo lo hacen porque les viene bien para sacar tajada.
Diarios póstumos famosos y controversiales
En muchos casos la publicación de diarios póstumos sirve para que los detractores del autor se enzañen con él; tal es el caso de Lord Byron, de quien se publicaron cartas privadas donde contaba cómo había separado a su hija Allegra de la madre, después de eso pasó de ser considerado un incuestionable autor romántico a convertirse en un cretino.
Con Gabriela Mistral también ocurrió algo similar. Gracias a la publicación póstuma de sus diarios, publicación que no había sido autorizada por la autora, se tuvo conocimiento de muchos de los secretos que tenían que ver con la sexualidad de la autora y que no aportaron nada relevante a la poesía chilena, tan sólo datos sobre la vida privada de la autora, de la que numerosos buitres se nutrieron para criticarla o ponerla en un pedestal.
Me parece nefasto que exista tanta ponzoña y deseos de defenestrar a otro ser humano vivo o muerto. Me pregunto si la Mistral no contó acerca de su homosexualidad ¿No tenía derecho a no hacerlo? ¿No era acaso su vida? Y más aún, ¿Qué derecho tienen todos los otros al utilizar sus diarios íntimos para promover la lectura de la poetisa, no son lo suficientemente valiosas sus poesías como para necesitar de ese amarillismo repugnante para acercarse a ella?
¿Es legal profanar la intimidad?
Un diario póstumo es la publicación de escritos muy personales que se realiza cuando el escritor ya ha fallecido, en algunos casos el mismo lo consciente y lo deja por escrito antes de morir, en otros son familiares, amigos o avariciosos de las letras quienes toman la decisión y bajo la excusa «es un tesoro para la literatura» profanan la intimidad de esa persona. En este artículo me estoy refiriendo a este último caso.
Los escritores solemos tener cientos de cuadernitos o carpetas en la computadora (según la época y los gustos creativos de cada uno) y aquello que decidimos no publicar no tenemos por qué eliminarlo, creemos en la intimidad… Al morir un autor quien se hace con todo lo escrito, comienza a publicar todo lo que haya quedado inédito. Y muchas veces a raíz de esas publicaciones se transforma completamente la imagen del autor, porque se conocen cosas que el propio autor había preferido guardar en el anonimato. ¿No les parece un atropello a la libertad?
Llegado este punto me cuesta aceptar que publicar cartas o escritos privados sin el consentimiento de su autor es una falta grave a la individualidad y la intimidad de esa persona, esté viva o no, y me parece terrible que no existan leyes que puedan proteger a esos autores, porque dedicaron su vida a ofrecernos entretenimiento y conocimientos, ¿no nos bastan sus obras para mantener viva su memoria?
Comentarios1
No es bueno ventilar intimidades. Pienso que los muertos no pueden defenderse de cuanto hicieron de malo o irregular en su vida privada y es de gente cretina publicar lo que ellos no decidieron dar a conocer.
Muy bueno el artículo. Téxil !!!
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