Leer es una actividad íntima que nos conecta con lo más hondo de nosotros mismos y que nos permite sentir el abrazo de un entorno que no nos es hostil. La lectura nos ayuda a conectar con el mundo desde una perspectiva saludable, y nos vuelve más felices. Así lo demostraba un reciente estudio realizado por estudiantes de una universidad romana. Como todos sabemos, sin embargo, no todos los libros pueden ofrecernos esto: están los libros que nos cambian y aquéllos que habría sido mejor no haber conocido.
Hoy escribo sobre estos últimos. Las 3 cosas que tienen en común los malos libros.
1- Se centran en dar respuestas
Leemos porque la vida nos llena de inquietudes y de sufrimiento, y solamente la literatura nos sostiene. Leemos porque encontramos en el milagro de las palabras el espacio de construirnos. Leemos porque sabemos que detrás de cada abismo se enciende una luz necesaria. Leemos porque buscamos respuestas que sabemos que jamás encontraremos pero nos fascina la búsqueda, el viaje.
Cuando llegamos a un libro que dice tener las respuestas a esas inquietudes que nos vienen acorralando desde que tenemos uso de razón, nos ilusionamos ¿realmente existía una respuesta para esto? Y entonces aparecen todos esos libros malos que se formulan partiendo de la certeza y se construyen con vanidad y prepotencia. ¡Huyamos de ellos!
¿Por qué un libro no puede dar respuestas? Porque entonces podría decirse que toda la historia de la literatura ha sido en vano; que hemos errado en el objetivo. Un libro no puede dar respuestas porque la principal función de la literatura es movilizarnos y obligarnos a ser los propios artífices de nuestra vida. Si pudiéramos hallar las respuestas en los libros, entonces ya no necesitaríamos pensar ni tener criterio propio.
Los malos libros se acercan a las palabras desde las certezas y por eso no consiguen ofrecernos buena literatura.
2- Tienen objetivos imprecisos
La escritura necesita un motor para realizarse. Cuando la raíz está enferma, no hay posibilidades de que nazca una planta fuerte y duradera. Cuando la motivación del autor no está clara; cuando su escritura no tiene una razón de ser, todo ese sistema llamado libro se viene abajo. El objetivo o razón de ser de un libro debe estar claro desde el principio tanto para el autor como para el lector.
Los malos libros se caracterizan también por no tener un objetivo claro y por dar vueltas en círculos que nunca se cierran. Y es que cuando el autor no tiene una idea clara de lo que busca al sentarse a escribir, el resultado son páginas enteras que no conducen a nada, o que van hacia algo impreciso que nunca termina de cerrar.
Por eso otra de las cosas que comparten los malos libros es esa ambigüedad de principios o de modos que los impulsan y que los llevan a ser innecesarios y vacíos.
3- Ofrecen una escritura hueca
Hay buenísimos libros que se construyen en pocas páginas. Hay fabulosos libros que se desarrollan en más de mil páginas. Hay malos y flacos libros, hay malos y gruesos libros. La cantidad nunca define una obra; así como la novela nunca será superior al cuento. No obstante, los buenos libros se caracterizan por ser tan extensos como es preciso; tan cortos como la idea lo exige. El equilibrio en la palabra es algo que comparten los buenos libros y, por ende, el mal uso de ellas el que hermana a los malos.
El síndrome de la escritura hueca es otra de las características que comparten los malos libros: libros que intentan dar respuestas, libros que se construyen con un objetivo impreciso y que obligan al autor a escribir sin parar, dando vueltas en un mismo punto, sobredimensionando cada página para engordar su propia escritura. Los malos libros no necesariamente son largos, pero podría decirse que siempre son más extensos de lo que deberían, sencillamente porque deberían haberse escrito de otro modo.
Vale la pena invertir horas y horas de nuestra vida para leer obras como «Guerra y paz» de Tolstói, que obligatoriamente te cambia; del mismo modo que no merece la pena perder un sólo segundo leyendo una página de algunas de las muchísimas obras de Coelho o de Zafón.
Sea como sea; nadie puede decirnos qué leer y qué no. Incluso la mala literatura es interesante para muchos lectores. Lo importante es saber establecer la justa distancia entre los libros que nos cambian realmente la vida y aquéllos que simplemente se visten de palabras bonitas para conmovernos pero sin ayudarnos a profundizar de verdad en nuestras emociones y en las circunstancias que nos rodean. ¡Les deseo buenos y ricos libros para todos!
Comentarios1
Excelente, muy acertados los tres puntos. En cada uno de los ejemplos citados, así que me gusto y dejo satisfecha ésta lectura, felicidades.
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