Por qué no leemos y debemos a José Viñals

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«De la poesía extranjera» podría haber titulado este artículo. Porque de esa especie de palabra que nace-searrastra en la espesura y en el dolor de la expatriación voy a escribir. Vivir en el exilio (¿por qué hay quienes dicen que pesa menos si es elegido?) te obliga a masticar las palabras y entenderlas de otra forma. Y con el correr del tiempo cada vez te identificas menos con la poesía de tus coetáneos y más con los viejos y viejas que antes se fueron. Desde esa extranjería se escribe mejor, pero hay que leer mucho y vivir más. No es suficiente el cambio de la palabra porquesí, es necesario un mezclarse con la palabra de los otros, para entender de qué materia estamos hechos (que es una mezcla de sonidos, ideas y recuerdos). Y todo eso podemos entenderlo al leer a José Viñals.
Llevo un largo tiempo queriendo escribir sobre él porque me parece que lo adoramos y nombramos poco. Y pienso en aquello que él decía, que la poesía si no es de izquierdas no es de vanguardia, y en la poca izquierda que nos queda, y en la poca poesía que tenemos, y en lo mal que hemos entendido la idea de «vanguardia». Quiero escribir sobre Viñals, porque es importante recordar por qué escribimos para entender por qué vivimos, y encontrarme con su poesía me ha ayudado a entender mejor mis propias razones para experimentar ambas cosas.

Donde la extranjería sangra

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Fue Andrés Neuman el responsable de que me acercara a Viñals. Yo no sé si fue lo bien que me habló de su poesía y o el cariño brillando en sus ojos lo que me decidió, pero le hice caso. Fue hace unos años, pero casi de forma inmediata Viñals se convirtió en un poeta de referencia para mía. Su poesía que está entre lo misterioso y lo milagroso, me ayudó a vislumbrar nuevos colores y matices para la creación, una nueva mirada, que también me sirvió para entender mejor la vida.

Viñals, que nació en Corralito, un pequeño pueblo ubicado a 100 kilómetros de Ciudad de Córdoba (Argentina) en 1930, fue un poeta muy prolífico que se dio a conocer con aquel libro maravilloso que es «Entrevista con el pájaro», al que le siguieron «Coartada para Dios» y «Transmutaciones». Al leerlo nos encontramos con una poesía distinta. Cerca de la voz americana pero teñida de la experiencia del desarraigo. Una poesía que se identifica con las heridas vinculadas a la extranjería y que es búsqueda de sentido en su sentido más estricto.

Sus textos y poemas se encuentran atravesados por la experiencia de la migración, y su manera de amasarla en la palabra es desprendiéndose de las barreras de género (viajar te permite entender otros niveles de libertad) para construir textos que están a mitad de camino entre poesía y prosa, a veces más prosaicos, a veces más líricos, pero siempre musicales.

Que la poesía no tiene que ver con el intelecto sino con el espíritu, le leí decir a José Viñals. En esta frase, intuyo, podemos entender y absorber toda su intención poética, que en lugar de centrarse en demostrar conocimientos lo hizo en los colores, en los pájaros, en los insectos. Escribió sobre las cosas pequeñas apoyándose en un lenguaje a simple vista sencillo, pero trabajado con un oficio de carpintero, o debería decir, panadero. Escribir no como una forma de explicar el mundo sino de poner en palabras las emociones que lo que vemos nos produce. Lo que viene a ser el secreto para hacer de lo intimista un espacio común a todos, siendo la poesía el canal perfecto para esa unión.

Pájaros y palabra

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Mi acercamiento a Viñals es podría decirse reciente –ya dije que le conocí a través de Andrés Neuman, que me recomendó muchísimo su libro «Pan» y me habló con absoluto afecto del poeta– pero intenso y definitivo. Fue conocer su última poesía, encender una chispa que me llevó a sus primeros versos, a sus palabras-pájaro y a su voz.

Y aquí me detengo: en la voz de Viñals, tan llena de pájaros y de cruces idiomáticos, tan profunda en su búsqueda como en los colores de sus imágenes. Un juego de palabras que me habla de un universo mágico que todo poeta debería desear tener para sí, y que él supo construir con trabajo y buen gusto. Por otro lado, comparto con él la fascinación por las aves y ese deseo de huir de lo pactado por otros, en la vida y en la literatura.

Y aquí viene «Pan», que es uno de los libros más releídos de mi biblioteca. Se trata de un poemario en el que cabe toda la vida, y con ella, sus dudas. Un libro donde la melancolía se extiende de principio a fin y ayuda a entender los viajes y mundos que nos impone la extranjería. Es un libro que se apoya en un lenguaje sucio o que se permite ensuciarse y que explora diversas experiencias de la vida y la migración intentando centrarse en las sombras. Una lectura que desvela mucho más a medida que la repites.

Despacito, pero a Viñals hay que ir leyéndolo entero. Empezando por donde sea pero empezando de una vez por todas. Yo lo hice con «Pan», que se publicó de forma póstuma y que puede ser un excelente punto de partida –en gran parte porque intuyo (y te deseo) que te cambiará profundamente–. Pero después hay que ir a «Entrevista con el pájaro», «Padreoscuro»
y aterrizar en «El silencio y las grietas». También se puede hacer un camino más sencillo, tirando de la antología que se ha publicado en ERE (editorial de la Junta de Extremadura), «Caballo en el umbral» (reúne la poesía de Viñals desde 1958 hasta 2006), que es absolutamente recomendable porque permite hacerse una idea de lo que su poesía representa; además, viene acompañada de un prólogo exquisito de Andrés Fisher y Benito del Pliego.

Existe una poesía latinoamericana que se encuentra bañada del decir extranjero: cada vez me siento más cerca de esas voces, que hablan de una realidad que parece quedar en suspenso, de esa identidad que flota en el vacío, sin sitio al que volver ni donde quedarse.

La extranjería te deja a la intemperie, porque para los argentinos has dejado de ser argentino para convertirte en «gallego» y para los españoles perteneces al grupo de escritores latinoamericanos. Y de eso supo mucho Viñals, cuya voz se elevó chocándose con los muros, buscando hogar en tierra extraña. Y esa puede que sea la lamentable explicación de por qué lo leemos tan poco, porque su voz nos habla del dolor de la pérdida, y reconocer(nos) eso no es sencillo. Pero es justamente por eso que deberíamos leerlo.



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