Hubo un escritor, a quien se elogió profundamente durante el período del Boom Latinoamericano que, más tarde, cayó en el olvido, y al que hoy sólo lo recuerdan aquellos que se encuentran más ligados a la literatura de esta etapa, siendo considerado como un escritor de culto. Su nombre era Néstor Sánchez ¿Quieren saber qué pasó realmente con él, por qué fue desapareciendo? En este artículo hablaremos sobre él.
De los elogios a la vida linyera
Autores como Julio Cotázar o Severo Sarduy no dejaron pasar aquellas oportunidades que tuvieron a mano para elogiar a este autor; sin embargo, cuando en la década del 70 dejó la escritura, su memoria se fue difuminando hasta desaparecer casi completamente.
Néstor Sánchez nació en Buenos Aires en 1935, más precisamente en el barrio de Villa Pueyrredón y falleció en ese mismo lugar el 15 de abril de 2003.
En su obra se puede notar una firme inclinación hacia un estilo experimental y extravagante y la constante característica de situar la mayoría de sus historias en a ciudad de Buenos Aires. Si bien su amistad con Cortázar le permitió que sus obras consiguieran una importancia inusitada, no era amigo de los aplausos tan sólo buscaba en la literatura un viaje hacia su interior; por eso, en la década del 70 desapareció bruscamente, abandonando la ciudad y yendo en busca de nuevas experiencias que le ayudaran a crecer y probar nuevas formas de expresión.
Pese a ello, no logró que se lo olvidara completamente; sin ir más lejos, su obra «Nosotros dos» ha sido catalogada como la mejor en su género que se haya escrito después de las publicadas por Roberto Arlt.
Los títulos más famosos de Sánchez, además de la recién citada, son «Siberia blues», «El amhor, los orsinis y la muerte» y «La condición efímera».
Su verdadera pasión siempre fue la poesía; de hecho, el mío se proclamaba «un buen lector de poesía», sin embargo nunca se sintió capaz de desempeñar una labor como poeta, aseguraba que no era dado para este arte y por eso se había entregado a una escritura poemática, como le gustaba llamarla. Un estilo en el que no se le daba importancia a los personajes, sino más bien al tono, como si el libro fuera un poema largo y cada capítulo un verso.
Como muchos otros autores (aunque hoy en día parece ser exigencia obligatoria que todo autor sea graduado en alguna carrera lingüística), Néstor fue autodidacta: aprendió solo lo que iba necesitando a cada paso.
Posiblemente, una de las mayores virtudes y cuestiones llamativas de su estilo es esa forma de escribir que podría asemejarse a una improvisación de jazz, y es que a Sánchez le volvía loco esta música; quizás, esa libertad de aprender lo que quería o creía que necesitaba a cada paso es lo que le permitió ser totalmente él mismo a la hora de sentarse sobre una hoja y fusionar sus dos grandes pasiones, el jazz y la poesía, en una prosa incuestionable, colorida y vanguardista.
La novela para Sánchez
Siempre manifestó su adhesión al surrealismo, a la beat generation y, también aseguró que «Rayuela» fue primordial para él, para comprender su sendero. Ella lo motivó a crear «Nosotros dos» como un intento de prosa poemática, movida por el mensaje «¿encontraría a la maga?». Pero después, tras la publicación de «Siberia blues» se quedó sin ciudad (sus exactas palabras) cuando descubrió que un proceso de vida había concluido y que su país no le alcanzaba que necesitaba completarse, abrir sus fronteras y, por ende, vincularse con otras fuentes literarias.
A partir de ese momento emprendió un viaje, primero a Perú y Chile, donde volvió para publicar «El amhor, los orsinis y la muerte», para muchos su obra maestra, aunque muchos se resisten a ella. El propio autor dijo que la razón por la que escribió aquella obra fue:
Y no se quedó en Buenos Aires, continuó marchándose, esta vez a Estados Unidos. En más de una ocasión había expresado que no quería conformarse y que caminar-viajar era lo que permitía no hacerlo, vivir en estado de peligro para poder acercarse a su verdadera escritura, para dar lo mejor de sí mismo, para llegar a escribir desde el último extremo de sí mismo.
A Sánchez nunca le interesó la novela como algo objetivo, sino más bien como un viaje lleno de bifurcaciones, donde no se tiene plena consciencia de lo que va a ocurrir; es decir, donde no existe un escritor-dios, sino más bien un narrador que parece ir girando a lo largo de la historia, desmenuzando ideas, hechos, razonamientos de forma desordenada y, hasta podríamos decir, incongruentes. Sánchez expresaba que comenzaba la escritura sin saber hacia dónde se dirigía, que la novela se iba tejiendo sola, a medida que él escribía.
El autor aseguró en varias entrevistas que durante años lo persiguió la idea del suicidio, al ser consciente de que ya no había más que experimentar, que de algún modo su vida había concluido y ya nada tenía sentido. Y entonces, decidió terminar con todo. Cuando escribía sentía que su vida tenía una riqueza impresionante que con el correr de los años se fue perdiendo y que, en la vejez, ya no le quedaba ni un gramo de toda esa ilusión.
Comentarios2
SUPERINTERESANTE, GRACIAS TEXIL.
Instructivo e interesante.
Gracias.
Ame.
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