Hay autores que realmente han vivido existencias escabrosas y soportado historias terribles. Hay ciertas biografías que, al leerlas, no puedo comprender cómo esas personas en vez de convertirse en escritores y obsequiarnos algo tan fascinante al resto de los mortales, no se dedicaron a asesinar o hacer pagar a todos por lo que a ellos les tocó vivir (tan propio, por cierto, de los humanos).
Hoy hablaremos sobre Robert Walser, un hombre que no le temía a la muerte porque nada podía ser peor para él que la propia existencia y que, sin embargo, en esa vida tortuosa que debió padecer, nos regaló una bellísima y rica literatura.
Pequeña biografía
Robert Walser nació en Biel (Suiza) el 15 de abril de 1878 y falleció el 25 de diciembre de 1956, de una extraña forma. Hallaron su cuerpo, cerca de Herisau (Suiza) aparentemente había salido a hacer uno de sus rutinarios paseos y tuvo una deficiencia cardíaca.
Dejó una obra no del todo extensa que se caracterizó por hacer hincapié en las cuestiones mentales y el mundo de los miserables; entre sus títulos pueden mencionarse «Los hermanos Tanner», «Jakob von Gunten», «El bandido» y «El paseo». Cultivó diversos géneros, principalmente la narrativa (novelas y cuentos) y la lírica (poemas y breves sonetos). Además, de forma póstuma se han publicado pequeñas notas que había dejado escritas en varias libretas, que reciben el nombre de «Microgramas» y que no habían surgido con el objetivo de ser publicadas.
En la navidad de 1956 un grupo de niños que se hallaban paseando por los alrededores de la ciudad de Herisau hallaron un cadáver, era de un hombre y estaba casi sepultado por la nieve. Al analizar el cuerpo dieron con que se trataba de Robert Walser, quien entonces se hallaba internado en el hospital psiquiátrico de la misma ciudad por decisión propia.
Pese a su joven fama, Walser no fue un escritor apreciado, posiblemente porque su resistencia a las multitudes y al contacto con otras personas lo mantuvo al margen de las diversas corrientes literarias. Además, después de pasar un cuarto de siglo en diversas instituciones mentales, su escritura se disolvió, dejó de escribir y se concentró en pasar su tiempo pensando y realizando largas caminatas por el campo, ése era su único esparcimiento.
Walser nació en el seno de una familia humilde en Berna, era el séptimo de ocho hermanos. Cuando tenía 14 años su padre lo sacó de la escuela para que comenzara a trabajar y ayudara con su dinero a mantener a la familia; el joven obedeció y estuvo realizando tareas administrativas en un banco, sin embargo al poco tiempo huyó rumbo a Stuttgart con el objetivo de convertirse en actor (su gran sueño).
Por suerte o por desgracia, en la única audición que hizo fue rechazado y a partir de entonces comenzó a desandar el sendero de las letras. Así conoció a Ingel Verlar, quien se convirtió en su editor y publicó su primer libro. Cabe mencionar que Verlar era también editor de Rainer Maria Rilke y Hugo Von Hofmannsthal, dos importantes autores de la época.
A lo largo de su vida, Walser colaboró con diversas revistas y ediciones literarias, sosteniéndose con sus artículos y consiguiendo un importante prestigio. Además, viviendo en Berlín participó de algunos encuentros con otros autores.
De todas formas, él no había nacido para las tertulias y los espacios sociales, por lo que pronto se cansó de ser un intelectual metropolitano y se retiró a una vida solitaria a las afueras de la ciudad. Donde escribió varias novelas, tales como: «The Tanner Children», «The Factotum» y «Jakob von Gunten».
La salud mental
En lo que respecta a la enfermedad mental de Walser, no se sabe a ciencia cierta cuál era su diagnóstico, sin embargo sí se conoce que varios miembros de su familia padecían este tipo de trastornos (su madre tenía depresión crónica al igual que uno de sus hermanos y otro se había quitado la vida y un tercero había muerto en un hospicio mental).
El propio Walser sufrió de insomnio durante gran parte de su vida, oía voces y tenía ataques de ansiedad y pesadillas reincidentes. Además intentó quitarse la vida en dos ocasiones, fracasando. A propósito de esto, escribió:
Durante sus internaciones, Walser no escribía; en cierta ocasión uno de los internos le preguntó si estaba escribiendo algo y el autor le respondió que no estaba allí para escribir, sino para estar loco; además expresaba que el tiempo de los literatos había concluido.
La escritura como recurso
En toda su obra puede notarse un importante bagaje autobiográfico, pese a que las historias difieren mucho unas de otras es imposible no ver al joven Walser, huyendo de casa de sus padres a por un sueño, sufriendo delirios, sopesando la idea del suicidio…
Además, sus reflexiones en torno a la educación, a los sistemas sociales, a todo lo establecido son absolutamente enriquecedoras y, en cierta medida, revolucionarias. La lectura de Walser, sobre todo de su personaje Jakob von Gunten, genera sensaciones similares a ciertas obras del siglo de oro ruso, sobre todo a las que produce «Memorias del Subsuelo» de Fédor Dostoyevski, mezclado con aquella inocencia y heroísmo presente en la primera etapa de Franz Kafka.
Se dice que sus obras no parecen estar dirigidas ni por una lógica o una consciencia narrativa determinada, sino más bien por sus estados de ánimo y sus deseos fantasiosos. A través de su estilo, por momentos evasivo y hasta podríamos decir paródico, conseguía expresar esas tristezas profundos y las sensaciones que venían persiguiéndole de pequeño. En cierta ocasión escribió:
Dostoyevski, Kafka… no es de extrañar. Hombres que han sufrido inmensamente a lo largo de su vida y que han hecho sufrir con su tristeza o sus acciones. Walser, indudablemente se sentía cerca de ellos y de esa literatura triste, melancólica y, sobre todo, llena de preguntas, que ha caracterizado a estos ineludibles autores.
Continúo sin comprenderlo. ¿En qué se diferencian las mentes y las experiencias de estos hombres que han hecho cosas monstruosas para la literatura y la de aquellos que se convierten en asesinos o torturadores? Posiblemente no difieren demasiado, sólo en que los primeros escogieron positivamente para ellos y para su mundo.
El sufrimiento es lo que nos lleva a los humanos a sacar lo mejor o lo peor de nosotros mismos y, optar por la escritura, es seguramente una forma de evitar que los fantasmas que nos persiguen se apoderen del control de nuestra vida y nos lleven a hacer cosas escalofriantes.
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