Juan Ramón Jiménez es uno de mis autores favoritos. Su «Platero y Yo» y su «Viaje definitivo» son las dos obras que más me conmovieron en mi tierna infancia. Aún antes de comprender la verdad escondida detrás de sus palabras, antes de las despedidas, mucho antes de saber que la muerte era algo que tenía que llegarme. Porque la poesía no necesita que la entendamos, sino que la sintamos, y entonces con diez recitaba el final de ese poema y lo sentía profundamente, con lo que para mí implicaba la melodía de esa estrofa, en aquella infancia.
Recientemente he leído una nota sobre la esencia de Juan Ramón y su poesía y me ha inspirado para regalarles un artículo que escribí con mucho placer, en nombre de uno de los mejores poetas que ha dado España. Espero que les guste.
Granada para Juan Ramón
En una nota que se encontró en la Sala Zenobia-Juan Ramón de Puerto Rico, el poeta granadino, uno de los más impresionantes letristas de su época, decía:
Es necesario aclarar que aquel año 1903 puede indicar muchas cosas, pues si bien parece hacer mención a un amor profundo, a un acontecimiento romántico que pareció devolverle en 1924 la alegría y la esperanza de su primera juventud, ese mismo año también fue aquel en el que se publicó la obra «Arias tristes», una de las más importantes de la lírica juanramoniana. Por lo que se sumarían motivos para esa alegría desbordante.
El propio Ruben Darío al hablar de esa obra, la exalta y aclara que se ha acercado a fondo al carácter de la poesía andaluza y pese a que el resto de los poetas son poetas que veneran el sol y los colores, Juan Ramón Jiménez rompe con ese esquema, es el poeta lunar por excelencia. Muy acertado este comentario si se tiene en cuenta la enorme fascinación de Jiménez por la luna, el crepúsculo, lo nocturno, elementos fundamentales de toda su poesía y que cobrarán un tamaño mayor en la obra «Olvidos».
Así como en la obra de García Lorca, de quien Jiménez era amigo, Granada es para Juan Ramón un espacio imprescindible en su universo poético. Las experiencias que allí ha vivido, tanto cuando ha estado en compañía como en sus momentos de soledad, lo hicieron regresar una y otra vez a un instante en su vida, a ese tiempo de juventud, el amanecer perdido. A esta ciudad le escribió «Olvidos», una obra donde se entremezclan los recuerdos y las sensaciones de antaño con un poeta que ha alcanzado una cierta madurez. Donde puede apreciarse el hallazgo fulgurante del poeta del sentido de la vida y del trabajo vocativo.
El andaluz universal
En una crítica literaria sobre estos «Olvidos de Granada», se expresaba que a través de esta obra el poeta podía contrastar una realidad, la que ahora podía vivir y contemplar, con la que había construido en su infancia en su universo imaginario. En el mismo texto aseguraban que leer esta obra puede ayudar a comprender muchas otras que quedaron en el camino, como si fuera el hilo conductor entre el Jiménez niño y el pasado de sus padres, y el presente, el poeta amante de la vida y que siempre reserva un verso para su amada Granada.
Juan Ramón se autoproclama «el andaluz universal«, mucho antes de que este tópico se pusiera de moda. Asegura que esta tierra es sin duda la responsable de parte de su obra y que pese a que afuera los españoles son conocidos como castellanos, él sabe que no lo es y, trabajó por exaltar esa su tierra de una forma como pocos lo habían hecho antes. Sus ciudades, sus voces y sus noches son elementos fundamentales en toda la obra de Jiménez. Francisco Garfias expresa al respecto:
En este punto cabe señalar que Juan Ramón se acercó a Granada en su más pequeña juventud y posiblemente haya conservado de ella un recuerdo borroso, poco claro. Sin embargo, cuando muchos años después, a raíz de su amistad con Federico García Lorca, volvió a la ciudad de La Alhambra quedó obsesionado con ella, esa ciudad volvió a meterse en sus pensamientos para no abandonarlo jamás y para dar vida en él a decenas de fascinantes versos donde ese pequeño rincón de España era exaltado, como si se tratara de un amor imposible.
La luna, la noche, lo crepuscular en Jiménez
Si deseamos comprender el tono crepuscular en la poesía de Juan Ramón, es sin lugar dudas «Olvidos de Granada» la obra que mejor puede ayudarnos a captarlo. Porque como lo expresara el poeta en una carta a Isabel García Lorca, para él esa tierra es triste, tristísima, pero de una tristeza atractiva, que lo lleva una y otra vez a buscarla, a desearla, esa tristeza propia de la nostalgia, de aquellos espacios que nos atraparon alguna vez y de quienes ya no pudimos despegarnos. Esos lugares que al recordarlos nos devuelven un dejo de melancolía y nos hacen sentir el placer de estar vivos, como si tan sólo por haber respirado el aroma de ese espacio y vislumbrado el paisaje, tan sólo por haber gozado de eso por un instante en nuestra vida, tuviera sentido toda nuestra existencia.
Y en la tristeza se pone la noche, en ella se encuentran los olores del rocío con la soledad del crepúsculo, y en este punto más que en ningún otro la poesía de Juan Ramón resalta por sobre la de los demás andaluces, no por ser mejor sino por tener un tinte otoñal y oscuro que puede encontrarse en versos de poetas que le precedieron pero que sin lugar a dudas ninguno supo describir tan afanosamente como lo hizo Jiménez.
Comentarios1
Hola Texil, déjame contarte esta anécdota. Cuando yo vivía en Nicaragua tuve la dicha de conocer a la poeta Claribel Alegría a través del poeta nicaragüense Francisco Ruiz Udiel ( que se suicidó años después) y ella nos contó que J. R. Jiménez, su mentor, la llevó a visitar a Ezra Pound en el manicomio donde él se encontraba internado en los EEUU. Fue una experiencia muy especial poder conocer al padre de la poesía moderna en Inglés. Pound estaba muy agradecido de la visita y les pidió que volvieran a verlo. Pero Claribel nunca volvió porque dice que le daba pena. Fue un gesto muy hermoso de parte de J. R. Jiménez visitar al Walt Whitman del Siglo XX.
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