Festejamos el Día Internacional del Libro con algunas recomendaciones lectoras.
Este año viviremos un Día del Libro algo diferente. No podemos salir corriendo a comprar nuestros libros. No podemos conversar con nuestro librero sobre los libros que hemos leído y nos han fascinado. Pero sí podemos ayudar a sostener en pie un universo fascinante, hecho de papel y palabra. En homenaje a las librerías y a los fabulosos compañeros de toda la vida, he decidido recoger algunas lecturas favoritas de mi biblioteca para compartirlas. Son libros que tratan sobre libros o que animan a pensarse como parte de la literatura. Aprovecho para recomendarte que te sumes a la iniciativa #ApoyaATuLibrero desarrollada por Cegal.
Libros y viajes
En el mundo de la literatura, los viajes han ocupado siempre un lugar privilegiado. Desde aquellos primeros aventureros que cruzaron mares todavía sin nombre y contaron con asombro el mundo que se movía detrás de la frontera conocida, hasta los viajes que gracias a la imaginación nos han regalado muchísimos autores. Entre mis viajes favoritos están los que me han regalado estos cuatro libros, que releo con la misma pasión del primer día.
Cuando conocí la obra de Julio Verne mi vida cambió para siempre. «Cinco semanas en globo» es uno de aquellos libros que despertó en mí el asombro y el deseo de lo imposible. Lo que deseamos siempre puede parecer imposible, hasta que somos capaces de entender cómo conquistarlo. En estos tiempos difíciles, imaginar con la posibilidad de atravesar nuestros infiernos y nuestras llanuras inhóspitas montados en el globo de la obra verniana no parece ninguna estupidez.
En «El diario de Virginia Woolf» (que ha publicado en dos tomos muy bellamente Tres Hermanas) he encontrado el sosiego y las palabras adecuadas en momentos de incertidumbre. Woolf que me conquistó de adolescente con su novela «Las olas» está siempre en mis pensamientos como esa mujer que supo decirle al mundo la grieta de la familia y las convenciones. ¿Cómo podría faltar un día como hoy la Maestra? Y estoy pensando en tantas mujeres encerradas en sus casas con sus maltratadores y estoy pensando en el infierno que subyace a la realidad que ya creemos atroz. La impotencia también es una forma de resistencia.
«Dadas las circunstancias» de Paco Inclán es el mejor relato de viajes que he leído este año. He caído fascinada en la voz de un viajero desclasado, que busca la historia que se esconde debajo de lo visible. Un libro de bordes, de fronteras desteñidas, que hurga en los lenguajes olvidados e intenta hacer hincapié en la importancia de una mirada fresca, para entender que eso que intentan hacernos creer, de que la vida siempre está en otro lado, es una mentira. La vida es aquí y ahora y puede ser cualquier cosa. Y ahora pienso en qué importante lectura para estos tiempos de tristeza. Si no te reís con Paco, estás muerto. Por cierto, la culpable de esta belleza es la Jekyll & Jill.
«Grandes éxitos» de Antonio Orejudo, publicado en Tusquets, es ya uno de mis libros de cabecera. Una recopilación de reflexiones sobre la realidad con la ironía y la lucidez de uno de los grandes pensadores de este país. Y ahora pienso que este libro fue gafado por su título, y que no tiene el éxito que se merece porque muchos se esperaron un rejunte de historias inconexas, de artículos sin importancia publicados en periódicos diversos. Pero hay un hilo común que conduce todas las historias, y es esa capacidad humana por mirar siempre lo que falta. Sin duda, es otra buenísima lectura para estos tiempos raros.
La memoria en la literatura
Cuando leemos tiene lugar un cruce de memorias: la de quien escribe y la nuestra. La literatura es seguramente uno de los terrenos más fértiles para el ensayo de la memoria. Basta acercarse a cualquier obra para entender cómo trabaja el material de la propia experiencia como abono para la ficción. En estas historias, sin lugar a dudas, la memoria atraviesa el relato como una flecha envenenada.
No puedo pensar en lecturas sobre la memoria sin nombrar a la Hustvedt, de quien aprendo tanto y cuya obra me conmueve como pocas. «Todo cuanto amé» de Siri Hustvedt (Alfaguara) es una novela extraordinaria que trabaja precisamente sobre eso: sobre la forma en la que la memoria consigue sobrellevar las circunstancias dolorosas y sobrevivir(nos). Una novela donde también la amistad, el deseo y la posibilidad de existir más allá de las fronteras de lo real ocupan un papel fundamental. Esta novela se encuentra muy relacionada con otra de Siri que también me enloquece, «Elegía para un americano». Y estoy pensando ahora que en ese vínculo también juega un papel importantísimo la memoria: la de la autora, la de los personajes y la nuestra.
Algunos de los relatos de «Entre amigos» de Amos Oz (Siruela) me vienen acompañando desde hace mucho tiempo. A ellos vuelvo porque me interesa especialmente la forma en la que Oz ha sabido contar historias aparentemente nimias, en las que no sucede nada, para transformarnos desde el fondo: su manera de conquistarnos es a través de el sutil progreso que va imponiendo a sus personajes, los giros asombrosos en las miradas y, sobre todo, el manejo de un lenguaje que se apoya en la memoria y en la responsabilidad de la memoria colectiva para invitarnos a pensarnos mejor. Y nadie debería dejarse fuera de su biblioteca esta colección asombrosa de relatos.
El ejercicio de memoria que hace en «Sur» Antonio Soler tampoco puede quedarse fuera de estas recomendaciones. Y no siempre la memoria es el recuerdo de lo que nos ha sucedido, también hay una forma de practicarla que tiene que ver con las posibilidades, y creo que sobre eso trabajan los personajes de Soler: el deseo siempre a punto.
«La memoria del cuerpo» es una novela preciosa de Patricia Almarcegui que ha publicado Fórcola. Un relato de una bailarina española en una Rusia helada. Cuando llevas mucho tiempo sin tocar la guitarra, de pronto tus dedos hacen cosas que tú ni sabías que recordabas. Lo mismo ocurre con la danza, y sobre esa memoria, sobre aquello que queda marcado a fuego en el cuerpo trabaja con dulzura y lucidez.
«Hacerse el muerto» de Andrés Neumanes otro de los libros que he elegido para este Día del Libro. Hay un cuento de Andrés que cada vez que lo leo me conmueve. Se llama «La bañera» y aparece tanto en alguno de sus libros de cuentos como en aquella novela atravesada de memoria que es «Erase una vez Argentina». La memoria sin duda juega un papel fundamental en toda la obra de Andrés, aunque con una sutileza y un talento que no es de este mundo, él consiga hacernos creer que todo es ficción. En Hacerse el muerto todo es memoria, pero lo curioso es que la forma del mundo interior y exterior se dibuja hacia delante, con el pasado como borde del que saltar al futuro de las posibilidades. Y pienso que «El fusilado» que es seguramente uno de los cuentos de Andrés que más me gustan también hace de la memoria su ingrediente principal.
«La muerte juega a los dados» de Clara Obligado es otro libro precioso para disfrutar en este día del libro. En él, la autora argentina nos sacude al poner patas arriba la quietud de una familia al tocar el secreto. Todas las familias tienen secretos, y buena parte de la literatura ha sido posible gracias a ellos. Sin duda, esto ha entendido Obligado y ha construido un maravilloso libro de relatos que nadie debería perderse.
Pensamiento y libros
Los libros nos llevan de la mano y nos invitan a pensar el mundo de otra manera. O eso deberían. O eso podrían. Termino este viaje de lecturas desde mi biblioteca hasta tu casa, con otros cuatro libros que me maravillan.
«Ojos y capital» es para mí el libro más hermoso y estético de Remedios Zafra. Me parece fascinante el uso del lenguaje, que está a mitad de camino entre lo filosófico y lo poético. El pensamiento que se estira hasta tocar los sentidos. Zafra construye puentes insólitos entre lo que pensamos, lo que decimos y lo que hacemos, y en este libro nos ofrece una interesante reflexión sobre esta realidad de mundos conectados. Y ahora estoy pensando en lo increíble y verdadero que puede resultarnos este libro publicado por Consonni, en estos tiempos donde lo virtual se ha convertido en la forma más normal de acercamiento, en la forma de querernos y de estar juntos.
«Los días de Jesús en la escuela» de J.M. Coetzee es otra de mis obras favoritas. Fundamentalmente me gusta por el trabajo de los diálogos. La frescura de ese niño conversando y preguntando me asombraron profundamente cuando lo leí por primera vez. He vuelto también a este libro muchas veces, porque aunque no es lo mejor de Coetzee tiene algunas cosas que me resultan verdaderamente interesantes. Sea como sea, este escritor no debería faltar en ninguna biblioteca. Su forma de pensar el mundo y la literatura es absolutamente deliciosa. ¡Que nadie deje de leerlo!
Voy a detenerme ahora en «Cinco» de Sergio Chejfec, que ha publicado Jekill&Jill. Pensar en lo que nos provocan los libros nos obliga a viajar de memoria hacia el pasado, y reconquistar las lecturas adolescentes. En mi caso, no puedo separar la literatura del nombre Chejfec, quien me supo acompañar con su maravillosa literatura en momentos de incertidumbre. Y ahora pienso que volver a esas lecturas puede ser una forma fabulosa de reconquistar el terreno de la luz y la esperanza contra la que atentan estos tiempos extraños.
«El libro de los americanos sin nombre» de Cristina Henríquez es mi siguiente recomendación. He amado este libro desde la primera vez que leí. Y ya van muchas. Algunas de estas historias me vienen acompañando e iluminando desde hace unos años y sigo recomendándolo porque es uno de los libros más bellos y realistas que he leído en torno a la extranjería. Henríquez nos invita a pensar el mundo con las palabras de los otros, a mezclarnos y a determinar nuevos futuros impredecibles. Y en estos tiempos de dureza emocional y económica no puedo dejar de pensar en los que se encuentran detenidos a mitad de camino entre países de mentira que no los reciben y patrias que nunca lo fueron tanto. Que los libros nos ayuden a resistir y a entender también la resistencia de los otros.
Y voy a terminar con este libro que me encanta y del que he aprendido mucho: «Roba este libro» de Miguel Albero. Se trata de un viaje a través de las muchas formas de pasión y desórdenes a las que puede llevarnos nuestro amor por los libros. Con el humor que le caracteriza Albero nos ofrece una obra exquisita, reflexiva y lúcida que no viene nada mal para revivir ese fuego que encendieron nuestras primeras lecturas.
Comentarios1
Recomendaciones geniales, gracias
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