Te recomendamos estos dos libros cuyos protagonistas son los árboles y las plantas.
Nuestra relación con el mundo vegetal siempre ha sido estrecha. Posiblemente, nuestra forma de descubrir el lenguaje haya tenido mucho que ver la relación que hemos ido estableciendo con el correr de nuestra historia como especie con el entorno. Al comprender las diversas formas de comunicación que existen en otras especies y otros reinos, hemos descifrado maneras nuevas de comunicarnos entre nosotros. Posiblemente ésta sea una de las razones por la que resulta tan importante saber leer a la naturaleza; porque en ella está el origen y la evolución. Mirar a los árboles puede ser una buena forma para aprender a comunicarnos mejor. Con esta idea en la cabeza comparto aquí dos lecturas que creo pueden servirnos a hacernos preguntar y encontrar luz en ese aspecto.
El clamor de los bosques, de Richard Powers
Esta novela de Richard Powers, exquisitamente traducida por Teresa Lanero, trabaja con el ramaje. Tanto desde el punto de vista forma, donde las historias y personajes se van abriendo como la vida de un árbol hacia el cielo –tendiendo puentes de luz entre savia y fruta–, sino también desde el argumento: un grupo de personas y su relación con determinadas especies de árboles.
Los árboles hacen de anclaje a la vida, conectan generaciones, viven para contar lo que los humanos no pueden. Así, se puede ir tejiendo una hermosa metáfora sobre la manera en la que nos ayudan a sacar adelante nuestra propia vida. Powers establece esta reflexión cruzando vidas humanas aparentemente inconexas y buscando puntos de encuentro entre sus pasados. Nos ofrece interesantes preguntas en torno a nuestra relación con la naturaleza pero también con el resto de las personas. Y no se deja fuera esa identidad mixta de la que toda vida está hecha.
«El clamor de los bosques» es una novela amplia, estética, maravillosa. Ya no se escriben muchos libros así por lo que creo que nadie debería perdérselo.
Maleza viva, de Gemma Pellicer
Este libro de Gemma Pellicer usa la vegetación como punto de partida para trabajar sobre algunos aspectos de las relaciones humanas. Parte de imágenes naturales y busca conexiones con actitudes humanas con circunstancias, con hechos cotidianos. Para ello se apoya en el género del microrrelato y en un estilo que está a mitad de camino entre lo poético y lo narrativo.
«Maleza viva» es un libro lleno de imágenes cuya verdad reside fuera de lo que vemos. Lo importante no es enunciado, se esconde de nuestra mirada, como de un árbol lo que vemos es su capa protectora pero no su sangre. Con esta idea, Gemma Pellicer va construyendo imágenes que parten de la vegetación para asentarse en nuestra vida, para explicarnos y para iluminarnos. «Maleza viva» es un libro de microrrelatos bellísimo que se puede leer como un fabuloso álbum de personajes que habitan los confines del mundo, en esa frontera donde realismo y fantasía se confunden.
De la poética de Pellicer cabría señalar que tiene una forma muy contundente de trabajar el lenguaje, directa y sintética, pero no por ello desprovista de emoción. De hecho, la mirada poética o narradora siempre está fuera de lo que se cuenta, siempre va un paso por delante, para observar algo que para el resto de las personas puede pasar desapercibido, pero que el lenguaje es capaz de captar y de insinuar. Verdaderamente creo que es una narradora exquisita, con el ojo aforístico y poético muy bien desarrollado, lo que le permite escribir microrrelatos fascinantes. Que nadie se la pierda.
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