Cambiando un poco el hilo de nuestros artículos sobre «los mejores cuentos de la literatura universal» hoy les traigo tres relatos que considero de lectura imprescindible. Los mismos pertenecen al escritor Amos Oz y han sido publicados en el libro «Entre amigos» (Ed. Siruela).
Más allá de mis cercanías ideológicas con Amos Oz, lo considero un autor inestimable dado su gran talento para contar historias profundas de una forma cercana y realista. En este conjunto de cuentos acerca de la vida en el kibutz imaginario de Yikhat, aparecen varias historias asombrosas, tiernas, dramáticas e irónicas. He escogido las tres que más me gustan de dicho libro, aunque se las recomiendo todas.
La soledad, el amor y dos mujeres
«Dos mujeres» no es la historia con la que da comienzo este libro, pero creo que podría serlo. En ella Amos consigue plasmar con maestría lo sencillo que nos resulta a los humanos amoldarnos a la rutina. Un cambio brusco en ella puede dejarnos a la intemperie pero solo de forma temporal, tarde o temprano conseguimos salir adelante y zambullirnos en otra rutina, que no siempre es mejor que la anterior.
Este relato habla sobre la soledad que rodea nuestras vidas, aun cuando creemos que no estamos solos, y sobre las muchas tonterías que es capaz de hacer el ser humano por escapar de esa soledad; yendo irrevocablemente a abrazarla de formas inconexas.
Osnat se despierta por el gorjeo de las palomas, el despertador todavía no ha sonado, pero se levanta y sale a trabajar a la lavandería. De camino pasa por la casa de Boaz y Ariela y piensa que todo lo sucedido le resulta ajeno, como si no le hubiera ocurrido a ella. Boaz y ella han roto después de mucho tiempo y él se ha unido a Ariela, que vive a pocas casas de distancia.
Ariela y Osnat mantienen una comunicación postal en la que Osnat le recomienda cómo cuidar bien de Boaz y Ariela intenta acercarse a ella, sin éxito. Un relato que tiene a la soledad como fundamental protagonista, y a la rutina como única herramienta humana para soportarla.
Un relato animalista
Este es mi cuento favorito de todo el libro. No solo porque tiene un mensaje animalista increíble, cosa muy difícil de encontrar en las buenas obras, sino porque además habla acerca de la compasión y la sensación de extranjerismo a la que muchas personas nos hemos tenido que enfrentar a lo largo de nuestra vida (aún en nuestra patria).
A través de estas páginas echamos un vistazo a la vida de Moshé. Perdió a su madre cuando era pequeño y se quedó a vivir con su padre, pero este enfermó y el joven fue trasladado al kibutzim para recibir educación. Allí comparte su vida con otros jóvenes y tiene un tutor al que admira, David Dagan. No obstante, no se siente parte del grupo: no está de acuerdo con sus ideas, no desea la guerra sino un mundo de paz (sin atrocidades), y no tiene la capacidad de odiar y juzgar, sino la tan extraña virtud, cada vez más difícil de encontrar en los humanos, de la compasión.
Moshé trabaja en el gallinero del Kibutz y siente una tristeza infinita por la vida que llevan las gallinas, y todos los animales explotados. Dice que en el futuro será vegano, pero que mientras vive en el kibutz, rodeado de sus compañeros es una decisión difícil.
Se trata de un relato precioso, que nos renueva los ánimos a los que luchamos por los derechos de todos los animales, humanos y no humanos, y que, espero, incentive a muchos a replantearse el consumo de aquellos que sienten y aman como nosotros.
Quiero compartir un extracto de los pensamientos de Moshé que me ha cautivado especialmente y que sirve para resumir su forma de entender la explotación y el comportamiento, razón por la que se siente completamente fuera del sistema.
La infancia dolorida
El último cuento que escogí es «Niño pequeño». Yuval es un niño enfermizo a quien el resto de los niños de la guardería han tomado de punto, y disfrutan haciéndole llorar. Yuval no solo tiene una salud delicada (anginas y resfriados a menudo) sino que además posee una psique sumamente débil; un niño temeroso que se mea en la cama y que no se separa de un patito de goma, al que abraza con fuerza y que tiene el pico borroso de tanto llevárselo a la boca.
Su padre, Roni, es un hombre que mantiene una vida social alegre, pero que en el seno de la familia se vuelve un ser dominado, incapaz de tomar decisiones y de hacerse cargo de su hijo como cree hay que hacerlo. Un hombre sumamente sensible que, cuando su mujer Leah no lo ve, abraza al pequeño, le da besos y le convida trozos de chocolate.
Leah es una mujer emprendedora que considera que los niños deben ser educados con un excesivo rigor para convertirse en hombres de acero en el futuro. Una mujer totalmente convencida de las ideas religiosas de su pueblo y que cumple a raja tabla los designios que se le han inculcado.
Un suceso triste en la guardería hace que Roni despierte por un momento y que intente poner las cosas en su lugar, y consiga ciertos cambios en la forma en la que tratan a su hijo; no obstante, «después del temblor» todo vuelve a la normalidad, la cual consta de rutina y mecanismos autómatas.
Un relato lleno de ternura y de tristeza que deja en evidencia lo expuestos que se encuentran los niños cuando los mayores toman ciertas decisiones. Y lo poco que suelen jugarse los mayores cuando se trata de enfrentar sus peores traumas, aunque de ellos dependa el bienestar de los que dicen amar.
Amos Oz es un autor íntegro que pone en palabras las cualidades y desventajas que puede tener una vida comunitaria; con un lenguaje sencillo se enfrenta sin pelos en la lengua a la verdad escondida debajo de todas las historias: el comportamiento humano, sus causas y consecuencias. ¡No dejen de leer estos relatos y el resto del libro! ¡No van a arrepentirse!
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