Volvemos al rescate de entrevistas a escritores. En esta oportunidad nos centramos en la figura de Roberto Arlt, un escritor que supo hacerse un lugar en la literatura argentina y que marcó los inicios de una escritura urbana que tomarían como referencia muchos escritores en la posteridad.
En una entrevista publicada hace unos años en Página 12 descubrimos las ideas fundamentales del escritor argentino en torno a la escritura de sus contemporáneos y a la suya propia. En esa entrevista me baso para escribir esta nota que espero les guste.
Según Arlt, que era un apasionado lector, la literatura argentina hace pie malamente en las corrientes europeas; está convencido de que se han tomado algunos rasgos auténticos de ciertos movimientos culturales y que cada autor los ha aplicado a su escritura como se le ha ocurrido. Esto ha derivado, explica, en la formación de una literatura híbrida con pocos pilares sólidos.
Dice:
Pero más adelante, en esa misma entrevista, habla de la literatura española, de la literatura francesa y de las buenas obras pertenecientes al Siglo de Oro de la Literatura Rusa. Y asegura que en la literatura argentina caben tres tipos de escritores: los rusófilos (Castelnuovo, Barletta, González Tuñón), los españolizantes (Banchs, Capdevila, Borges) y los afrancesados (Lugones, Güiraldes, Mallea, Mariani).
Él mismo se define como un escritor rusófilo. ¿Era necesario que hiciera esta aclaración? El pensamiento de Arlt, crítico y profundo, donde la melancolía juega un papel fundamental, nos lleva irremediablemente a la época dorada de la literatura rusa. En él se vuelve palpable aquella premisa: «dime qué lees y te diré cómo escribes«.
Arlt no tiene ningún miedo de criticar salvajemente a los escritores de su generación; en descalificar al Borges que todos adoran y enaltecer a autores que pocos conocen, como Larreta. También a la hora de establecer sus preferencias y escoger entre escritores latinoamericanos de personalidad completa y obras imprescindibles, lo tiene claro:
A su vez, si se le pide que califique su obra y la de sus compañeros de grupo; recordemos que fue uno de los referentes del movimiento literario enmarcado en Boedo, se pronuncia con seguridad. El gran punto de unión en la forma de trabajar la escritura de todos los de su grupo era su interés por el sufrimiento humano y la honradez con la que se enfrentan a la creación.
En esa misma nota Arlt afirma que posiblemente lo que más llame la atención (¡y así es!) a las generaciones venideras de la obra de este grupo, sea su resistencia ante el modernismo. Su capacidad para permanecer fiel a sus estilos sin dejarse impregnar de los ribetes impuestos por la ola de modernismo que dominó la literatura no sólo de América sino de gran parte del mundo.
Así mismo, a la hora de hablar sobre aquello que le mueve a escribir, dice Arlt que se considera un individuo inquieto con una fuerte angustia que lo lleva a querer reconocerse en el problema fundamental de la existencia: de qué modo debemos vivir para ser felices.
Y cuenta que partiendo de esa idea busca a través de la novela construir personajes que respondan a la existencia de Roberto Arlt para comprender si él viviendo del modo A, B o C, sería o no feliz. Pero no le interesan en este trabajo la teoría, sino la práctica de la escritura y del razonamiento que son sus dos armas, las dos únicas herramientas que considera necesarias para resolver el gran dilema.
Y siguiendo con esta idea de la forma en la que él mismo encara la escritura asegura que pueden existir dos tipos de escritores. Algunos tienen inquietudes intelectuales y estéticas pero carecen de necesidades espirituales a la hora de encarar la escritura; son autores que pueden escribir muy bien y ofrecer cosas novedosas pero que a la larga no presentan una renovación a la esencia de la literatura como arte. Por otro lado están los que poseen fuertes inquietudes espirituales e instintivas y son ellas las que los llevan a escribir, pudiendo acercarse a la renovación estética e intelectual partiendo de una necesidad profunda por reconocerse en la escritura.
Y ya para ir cerrando, «El juguete rabioso» dice algo que puede servirnos para repensar la propia estética y espiritualidad de nuestra escritura. Dice que tiene mucha fe en su escritura debido a que el fin primero de ella es el descubrimiento de su propia esencia y por ello, entiende que las posibilidades de conseguir su objetivo son realistas y posibles.
Para terminar les recomiendo que lean a este impresionante autor y los invito a conocer la voz de Silvina Ocampo y Horacio Quiroga, otros dos autores que hemos rescatado en este ciclo.
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