La literatura no está en crisis; lo sabemos al leer a Rodrigo Fresán. Su última novela, «La parte inventada», viene a desmentir todo aquello de que la literatura se encuentra en un mal momento: parece un libro escrito con ambición pero, sobre todo, una novela que se presenta como una prueba ineludible de que todavía siguen naciendo buenísimas historias de las que podemos disfrutar y aprender.
Leer a Fresán te renueva pero también te despierta, te obliga a mirar de forma crítica la realidad. Si bien hay muchísimos autores que pueden generar este incentivo en nosotros, creo que él es uno de los que deberían incluirse en la lista de imprescindibles.
Después de leer y escuchar varias entrevistas al autor acerca de la escritura, de su forma de entenderla y de lo que implica el oficio del escritor, he realizado una pequeña nota citando los puntos que me parecieron más trascendentes. Espero que les guste y que se animen a leerlo.
El oficio del escritor
Decidirse a apostarlo todo por las letras no es algo que muchos estén dispuestos a hacer. Según Fresán cada vez surgen más personas que desean convertirse en escritoras pero que no quieren escribir. Y se refiere a la forma en la que se entiende la escritura, como una especie de sentimiento romántico y hasta llamativo cuando en realidad es un trabajo arduo que nunca se termina.
Parece un tema que interesa especialmente a este autor, teniendo en cuenta la forma de abordar la escritura en su última novela. «La parte inventada» es un libro en el que aparecen un compendio de temas literarios que van rondando la vida del protagonista, que es un escritor que desea desaparecer, después de haber conseguido un cierto éxito.
Le he escuchado decir también que en los últimos años cada vez pierde más el deseo de ser escritor mientras, por otro lado, se acrecienta su deseo de escribir. Porque escribir para ser escritor es muy diferente a escribir porque deseamos escribir.
La retroalimentación entre leer y escribir
Si bien a lo largo de la historia de la literatura podemos encontrarnos con cientos de libros donde sus protagonistas son escritores, sigo creyendo que atreverse a meterse en la cabeza de estos personajes requiere una gran valentía. ¿Quién se aventuraría a meterse dentro de su propia cabeza si no tuviera la obligación de hacerlo? ¿Quién estaría dispuesto a soportar sus fantasmas si existiera la posibilidad de no tener que hacerlo? Fresán lo hace trayéndonos un personaje abrumado que divide su vida entre listas, reflexiones y toda suerte de contradicciones literarias.
«La parte inventada» es una novela sumamente literaria dividida en varias partes. Cuando se le pregunta a Fresán por qué esa necesidad de fraccionar la historia expresa:
Y agrega que le gusta pensar en la escritura de un modo estructurado porque le recuerda a ciertas obras artísticas que le impresionaron profundamente: «Un día en la vida» de los Beatles y «Una odisea del espacio» de Stanley Kubrick; y por eso muchos de sus libros se presentan divididos en partes.
Fresán habla de escritores; dice que ha intentado hablar de otras personas pero que fracasó porque «es lo que más le interesa». Todos sus libros son de escritores porque le gustan y, también quizás porque sabe de ellos.
He escuchado muchas veces decir a ciertos escritores que no se sienten a gusto con su vocación, que reniegan de ella incluso; y siempre me ha molestado esa postura de la escritura como una especie de calvario. Me resulta irrisorio pensar en que hemos sido escogidos por una especie de deidad o lo que sea para escribir; es demasiado pretencioso, ¿no les parece? Además, ¿quién podría renegar de algo que ha escogido, más aún de algo que puede haberlo salvado de la soledad en otra época? Fresán expresa que lo que más le interesa de la escritura es que nace como un reflejo automático de algo que nos gusta mucho: leer.
La escritura no sólo responde a esa primera necesidad: la lectura, sino que la retroalimenta. Cuando escribimos estamos realizando un acto físico en dos movimientos, la lectura y la escritura. De este modo, nos convertimos en nuestro primer lector porque, como dice Fresán «cuando te escribes tú también te lees».
No obstante, al escribir haces una lectura más que es alucinante y que como lector no puedes conseguir jamás: una que tiene lugar en la cabeza y la otra lectura sobre lo que acaba expresado en el papel. Entre ambas lecturas hay una distancia abismal.
La novela a lo largo del tiempo
La función de la novela varía de acuerdo a la época. En el siglo XIX la ficción se alternaba con la realidad; las novelas servían para mostrar cómo era un lugar y cómo vivía su gente. La gente moría en la misma cama que nacía sin haberse movido de unos pocos kilómetros y no conocían las ciudades, sino a través de las novelas.
Hoy en día, aunque no viajemos, lo hacemos a través de los nuevos medios de comunicación, por eso la novela ya no cumple esta función de documentadora social, por decirlo de algún modo. En este punto Fresán dice algo muy importante; la función de la novela hoy es ser audaz, es conseguir contar una historia de una forma nueva demostrando que sólo una persona puede haberla contarlo. Mostrar algo bien trabajado pero que a simple vista dé la sensación de que cualquiera podría haberlo escrito, ése debería ser nuestro objetivo al escribir.
Los dejo con estas opiniones, para reafirmar las propias, y les recomiendo la última novela de Fresán «La parte inventada», de la que hablaremos muy pronto.
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