Escribir no es para cualquiera; eso está claro. Pero ser autor de sólo dos obras y que todos en el mundo de la letras te conozcan y lean con ferocidad, eso sí que es algo fuera de este mundo. Juan Rulfo: «El llano en llamas» y «Pedro Páramo». ¿Cómo se puede escribir tanto en tan poco? Esa es la pregunta que siempre he querido hacerle a Rulfo. ¿Cómo puede ser que vuelvas a esos dos libros con la ansiedad de un náufrago, con la certeza de que cabe en ellos toda la literatura? No he podido hacerle esa pregunta pero hoy en nuestro ciclo «Entrevistas para el Recuerdo» rescato algunas de las cosas que dijo-escribió en dos interesantes entrevistas: con Juan Cruz Ruiz en el año 1979 y con Joseph Sommers en el ’73.
Hay en la escritura de Rulfo una constante preocupación por lo escénico. Sus dos obras rozan lo pictórico, que se encuentra iluminado por las leyendas y creencias que el autor vivió de niño y revivió a través de la palabra escrita. Ruiz se acerca a la llaga y le pregunta por la veracidad de los recuerdos de infancia en su obra. Rulfo es tranquilo y habla con cierta timidez pero claridad. No hay recuerdos, pero sí un empeño por ubicarse en ese lugar y asegura que la infancia es lo que más nos influye; de ahí que él haya sentido la necesidad de viajar y escribir desde ese tiempo.
La formación literaria de Rulfo fue, en palabras suyas, arbitraria. Una pasión lectora que le fue llevando de unos libros a otros. Leía todo lo que le caía en las manos y eso le iba dando forma como lector. Un lector curioso y voraz que sin saberlo estaba construyendo un universo propio, variopinto y profundo. De sus primeros años de lectura, Rulfo recuerda a un cura que durante un tiempo guardó su biblioteca en casa del escritor. Había novelas de todo tipo, aunque no obras religiosas. Así, Juan se acercó a Salgari, a Verne, a Dumas.
Si tiene que nombrar, sin embargo, a un sólo autor que le haya marcado profundamente siempre tiene en su boca a Knut Hamsun. Quien dice que lo impresionó tanto que fue capaz de llevarlo a una reflexión afincada en planos antes desconocidos. Para repetir esas sensaciones de bruma tan propias de la obra de Hamsun continúa su búsqueda por Boyersen, Jens Peter Jacobsen y Selma Lagerlof. Hasta llegar a otro nombre que le fascinó Halldor Laxness.
Y la necesidad de escribir «Pedro Páramo» surgió de esa pulsión lectora. No conseguía dar con un libro que le llenara, que fuera exactamente lo que necesitaba leer. Y entonces nació en él Pedro Páramo. Un libro que, asegura, escribió de forma paralela a «El llano en llamas», aunque vio la luz bastante más tarde.
Fue esa necesidad lectora la que lo llevó a una búsqueda de estilo, que fue en lo que más tiempo se detuvo. Cuando ya tenía la trama, los personajes y el ambiente, todavía no hallaba la forma de contar eso que bullía en su interior por salir. Y en esa búsqueda llegó a su gente, al lenguaje cotidiano y apoyándose en él desarrolló una de las obras que cambiaría para siempre la literatura latinoamericana.
Respecto a la forma en la que se enfrenta a la escritura, Rulfo dice que no tiene un sentido crítico-analítico preestablecido. Los personajes aparecen en su imaginación y el trata de ver en qué mundo habitan y, partiendo de esa base, construirles ese mundo y seguir el curso al que los personajes lo van llevando. Primero hay un personaje: la idea exacta de cómo es. Y entonces, comienza a seguirlo sin saber a dónde lo llevará, aunque pueda ser a sitios imprevisibles. Después de todo, la vida también lo es.
Juan Cruz afirma que Rulfo es «un celoso guardián de su propio silencio«, y eso podemos confirmarlo al leerlo: donde todo está ahí por algo y donde el dolor viene cargado de silencio. Ciertamente escribir es difícil, y es por eso que autores como Juan Rulfo no parecen haber nacido en este mundo, aunque sean de Jalisco, aunque los hayan entrevistado, aunque nos encontremos con sus fotos en cualquier libro. No hay otra explicación posible a la inmensa vida que dormita en sus libros: el misterio de la literatura.
Comentarios1
Cuánto me ilustran este tipo de artículos que traen al presente las palabras de los grandes. Gracias por esta labor, Tes. Un abrazo.
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