«Sacramento», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)

«Sacramento», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)

Antonio Soler es quizá el único poeta que conozco que no escribe poesía. A través de su narrativa ha creado un universo propio simbólico y formal que resulta fascinante. En su nueva novela Sacramento (Galaxia Gutenberg) el nivel de deconstrucción lingüística y la hondura de las reflexiones no tienen parangón. Encontramos una historia fascinante donde el cuerpo social y el territorio íntimo protagonizan la trama. A través de estas páginas descubrimos una Málaga asediada por la guerra —las ansias de libertad han prendido mejor que en ninguna otra parte y la violencia para reprimirla también ha superado a otras ciudades—. En ese escenario aparece don Hipólito Lucena, un sacerdote que será expulsado de la Iglesia por sostener un comportamiento hereje. ¿Qué es la moral y quién puede dictaminar en torno a ella? ¿Es posible reconducir el deseo hacia un argumento intelectual, es decir, suprimir el cuerpo a través de la mente? Éstas son algunas de las preguntas que podemos hacernos con esta novela. Preguntas siempre vigentes, siempre interesantes.

Una historia silenciada

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Todo tiempo histórico es tiempo de censura. Las cosas cambian y la moral más cerrada se tiñe de eufemismos para seguir coartando libertades. A esta altura ya todos sabemos que tiempos más modernos no son tiempos más libertarios. De hecho, en algunas instituciones religiosas el tiempo no avanza, y tampoco cambian la censura y la inalterable perfección de los dogmas, que son defendidos con el cuchillo más brutal que ha creado nuestra especie, el silenciamiento. Y es el silencio el gran protagonista de Sacramento. Al descubrir que Hipólito Lucena, don Hipólito para la ciudad, durante años había estado realizando ritos eróticos en la parroquia que dirigía la Iglesia lo borró del mapa. A tal punto que todos dejaron de hablar de él. La Iglesia se encargó de eliminar de los anales de la historia católica de la ciudad a este personaje. ¿Lo hizo por su conducta sexual o porque sus actividades plantearon una pregunta fundamental para los preceptos mejor defendidos de la iglesia?

Sin duda ese silencio fue cavando en la imaginación de Soler hasta que sintió el impulso de ponerlo en palabras. En esta novela magnífica. En Sacramento recorremos una Málaga convulsionada por la cercanía de la guerra. Podemos sentir la agitación de las calles, el miedo, la desesperación, las ansias de libertad. Y corremos el velo sobre una historia que ha permanecido oculta desde entonces.

Huérfano de madre. Niño seminarista. Sacerdote joven con ganas de cambiar el mundo. Hipólito Lucena es el personaje de Sacramento. Un individuo ambiguo, contradictorio. Un hombre que duda y que intenta avanzar contra la niebla. Porque la duda fue la gran constante en su vida. Y la pulsión incontrolable del deseo. Para intentar sostener su vida sacerdotal elabora una teoría sobre la sexualidad que se aleja de las ideas de la Iglesia. Un argumento que le permita convencer a un grupo de feligresas, que serán denominadas hipolitinas, para realizar con él rituales eróticos en la propia parroquia. Entre los dos caminos posibles en una duda de fe, la liberación (recalcular la ruta) o la insistencia en el extravío, escogió el segundo. El deseo de volver a creer lo llevó a elaborar una teoría conformista que aunara principios teológicos y disfrute carnal. ¿Creyó en algún momento esas teorías o fueron mero pretexto para conseguir su único objetivo: satisfacer las ansias de la carne, apagar esa llama que quemaba tanto que llegó a tomar el control de su vida, por encima de la fe? Éstas son algunas de las preguntas que surgen con esta novela.

Pero en don Hipólito no todo es perdición, o no siempre ha sido así. Al principio lucha para que su cabeza controle al cuerpo y durante un tiempo una férrea disciplina le ayuda en esta tarea. No obstante, ciertas vivencias colaboran con ese camino en tinieblas. Antes, mucho antes, la semilla del devenir nublado: la pérdida de su madre, cuando tiene diez años. Niño herido que se hace hombre y debe construir un muro que le permita salvaguardar del mundo su propio infierno interior. ¿Habrá picado la duda ya entonces, cuando ese Dios en el que confiaba le quitó a su madre? ¿Habrá sido ése el origen de la desdicha y de la búsqueda iluminaria? Soler construye palmo a palmo el perfil del personaje. Desde la infancia y el dolor de los otros hasta el final.

«Sacramento», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)

Una reflexión sobre el deseo

¿Se puede domar el deseo? Ésa, creo es la gran pregunta de esta novela. Ligada a ella: ¿tiene una institución humana la autoridad para decidir sobre el deseo de los otros? Porque quien llegue a esta novela buscando encontrar un juicio moral, no debería abrir esta puerta. ¿Hay compasión en la mirada de Soler? Quizá, pero sobre todo una enorme pregunta sobre el proceso de construcción identitario del personaje, el deseo de entender esa duplicidad que se fue desarrollando primero en silencio y luego reforzándose a medida que su poder aumentaba. El proceso de reconversión entre miseria y teoría para justificar lo prohibido está tan bien contado, es tan humano, tan cercano, que creo que a nadie le resultará indiferente. Y eso es lo más fascinante de la novela: la indagación en la naturaleza humana.

¿Qué puede tener de interesante un cura que contraviene el celibato para satisfacer los deseos de la carne? Aquí la principal característica del personaje que llamó la atención de Soler: la contradicción. Lucena no es cualquier cura que mantiene relaciones sexuales, no es un simple «pervertido», es un hombre que duda, que sufre un largo tormento a causa de los preceptos religiosos y que, cuando ya no es capaz de mantener por más tiempo encerrados a sus demonios, edifica su propia teoría sobre la sexualidad. A través de ella seduce a sus feligresas para mantener con ellas rituales eróticos y orgías que apostilla con rezos y oraciones eclesiásticas. Refuerza la fe en ellas partiendo de un engaño. Y recibe además de un espacio donde satisfacer su libido, fidelidad y silencio. Es un personaje contradictorio que se alimentó de las chispas iluminarias para construir un pequeño ecosistema libidinoso asegurándose el silencio y la complicidad de sus feligresas, las hipolitinas. ¿Fue un cretino? ¿Creía Lucena en sus teorías sobre el sexo o las utilizaba para convencer a sus feligresas de aceptar mantener relaciones sexuales con él? Éstas son algunas de las preguntas que aparecen en la novela.

Y me parece que lo que Soler se propone de una forma literaria es, por un lado, contar una historia que ha sido silenciada. –cuyo conocimiento puede servir para comprender muchas otras cosas: como la relación de la Iglesia con el silencio y la censura y los cambios rotundos que supuso la segunda mitad del Siglo XX para España–; pero también, una cosa que me ha interesado especialmente: plantearnos muchas preguntas en torno a esa insistencia de las religiones por separar cuerpo y espíritu. De alguna forma nos propone indirectamente una revisión de nuestra animalidad, de nuestro salvaje instinto que vive y reconduce muchas de nuestras acciones, aunque intentemos negarlo, y nos lleva a hacernos preguntas fundamentales para vivir mejor.

«Sacramento», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)

La arquitectura de la novela

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Dos cosas me han fascinado especialmente de esta novela. Las luminosas reflexiones sobre la escritura y la forma. Ambas se encuentran estrechamente vinculadas y se retroalimentan.

Tenemos ese puzle que es el personaje, que se va armando pieza por pieza. Lo vamos conociendo poco a poco. Podemos reconocer su miedo, sus pulsiones, su confusión y quizá también su desesperación. Cuán desesperado tiene que estar un hombre para traicionar a aquellos que le confían su alma, sus secretos, que tienen fe en cada una de sus palabras. Son muchísimas las preguntas que surgen cuando avanzamos en la historia, reconociendo la oscuridad pero también el desamparo del protagonista.

Y la forma de la novela tiene que ver también con ese proceso creativo. La historia se encuentra dividida en tres partes: las dos primeras narran el encuentro de Antonio Soler con este personaje a raíz de un encargo en los años ochenta; reportaje que nunca vería la luz pero que le acercó a un hombre cuya vida le intrigaría y le llevaría a investigar y seguir su pista durante más de treinta años —¿Quién perseguía a quién, el escritor al personaje, o era al revés?—. En toda esta primera etapa de la lectura nos atravesará esa llama de la escritura, que en alguna medida se parece un poco a la llama del fervor religioso. La última parte es la biografía propiamente dicha de don Hipólito Lucena, escrita desde un lugar absolutamente humano y conciliador; donde encontramos fragmentos filosóficos, escenas eróticas exquisitas y una larga pregunta sobre la fidelidad de la Iglesia respecto a un hombre que lo había dado todo por ella.

Otro rasgo a destacar: el proceso de transformación del personaje. La idea encendiéndose y el comienzo de la captación de sus víctimas es estremecedor. Una novela retorcida, podríamos decir, si no despertara en nosotros la rabia de lo que sabemos que es cierto, que ha sucedido. En este sistema hipolitiano pujan el hedonismo (el placer y su antónimo, el dolor, son los caminos posibles de elevación o bienestar) de cara a una reinterpretación a la luz de las santas escrituras del nihilismo (aquí el alma no ha sido un invento para censurar la voz del deseo y eliminar al cuerpo de la ecuación, sino que puede servir para elevar esto que también nos ha sido dado por dios como camino de salvación).

«Sacramento», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)

La escritura de Antonio Soler

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En la escritura de Soler no hay una lectura moral sobre el comportamiento del sacerdote sino un afán de entender, de poner en contexto lo que ocurrió, con los testimonios y la información y construir el perfil del personaje. El deseo de devolverle a la ciudad un trocito de su historia, silenciada por la Iglesia. Y en este punto entramos en la materia total de la novela: la construcción del personaje en una ciudad que se tambalea entre la fe y la superstición —entre el Dios católico y el cine americano, los ovnis y el jazz—. ¿Puede la fe sustituir el placer de la carne? Esa pregunta que nos ronda desde los comienzos de la filosofía: ¿qué es el alma? ¿es divisible del cuerpo? Soler dice que no es una novela contra la Iglesia sino sobre la Iglesia; ¿se puede escribir sobre la ella sin escribir contra ella? Quizá esa es la pregunta que hay que hacerse. ¿Se puede insistir en el celibato sabiendo que tarde o temprano todos los elegidos se verán impulsados a reconducir esa energía reprimida haciendo uso del más peligroso de los dones eclesiásticos, la autoridad moral, la cuerda que une lo humano con lo divino?

Antonio Soler es uno de los pocos poetas que conozco que no escribe poesía. No es raro encontrarse en la crítica literaria un uso triste del término «poético», que suele aludir al uso exquisito del lenguaje, generalmente denotando alambicadas u ornamentos. No hay nada que me moleste más. Mi visión de lo poético tiene que ver con la forma, con la posibilidad de deconstruir el lenguaje, sus estructuras y sus usos para ofrecer algo distinto. Y esto viene haciéndolo desde hace tiempo Soler. Y en Sacramento esta intención y esta insistencia alcanza otro nivel. La capacidad no sólo de fusionar diversos discursos y géneros, sino de mimetizar sus voces a un punto extremo. Además, consigue aunar la elocuencia de escritores como Umberto Eco con la capacidad detallista y fascinante del Marqués de Sade, incorporando una narrativa novedosa en él, donde Málaga es el cuerpo que se entrega al Sacramento, con sus calles, sus silencios y sus miedos.

Para escribir esta novela se necesita mucho más que talento, se necesita una gran valentía para desenterrar las heridas más purulentas de esta ciudad y también una gran compasión. ¿Quién fue Hipólito Lucena? No hay intención aquí de juzgarlo, de clarificar las habladurías sino de ir un poco más allá: ¿qué le pasó? Un buen novelista sabe que ése es el único camino para hablar de los villanos. No humanizarlos desde la cursilería, como se ha puesto tan de moda en los últimos años en el territorio del cine, sino desde la oscuridad. Humanizarlos desde la herida y a partir de ahí ahondar en todo ese arrastre de porquería que deviene crueldad, concupiscencia y desvío.

Sacramento es una novela extraordinaria, con planteos fascinantes sobre la identidad y nuestra relación con el deseo. Un manual de escritura: de lo que conviene y no hacer, de la importancia de los silencios, del ritmo y de la luz. Sin lugar a dudas es una novela que no has leído antes. Ojalá que te animes a leerla.

«Sacramento», de Antonio Soler (Galaxia Gutenberg)
 
 
 
 
SACRAMENTO
Antonio Soler
Editorial Galaxia Gutenberg
978-84-18807-16-9
416 páginas
22,00 €
 
 

Comentarios1

  • FRANCISCO5

    Me parece una obra "Interesante". Me quedo con la frase de Soler: "El hecho de escribir reordenaba mi vida y me aportaba esperanza, una esperanza sin fundamento. Porque escribir no me llevaba a ninguna otra parte que a la propia escritura.



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