Es difícil encontrarse con un tema que no haya sido muy abordado a lo largo de la historia de la literatura universal. Pero existe: la Prehistoria.
Esta etapa, no se sabe el motivo, no ha inspirado en exceso a los autores. No obstante, a pesar de esta circunstancia, existe un conjunto de obras que se han convertido en un referente tanto porque tratan esta materia, casi abandonada, como por la maestría de su autora.
Jean M. Auel, nacida en 1936 en la ciudad de Chicago, es la responsable de la saga prehistórica más conocida: Los hijos de la tierra. Seis novelas son las que componen esta serie que transcurre en Europa y que plantea la posible convivencia en un tiempo entre el hombre de Cromagnon y el hombre Neanderthal, el cual acabaría extinguiéndose ya que la otra especie humana estaría más avanzada.
Esta teoría sobre la posible coincidencia y convivencia, a día de hoy no se ha llegado a demostrar desde un punto de vista científico.
Seis entregas
En 1980 fue cuando sale a la luz el primer libro de esta hexalogía: El clan del oso cavernario. En él se nos presenta a la protagonista de la misma: Ayla, una niña Cromagnon que queda huérfana por culpa de un terremoto.
Un grupo de Neanderthales, que llevan por nombre el título de esta obra, la adoptarán. Un sinfín de situaciones y adversidades se verá obligada a superar la pequeña que es educada por el chamán y la curandera del lugar.
Tan sólo dos años después de esa primera incursión de Auel en la saga que nos ocupa, se publica El valle de los caballos. Un trabajo este donde se narran las tragedias que asolan a Ayla quien, tras ser expulsada del clan, decide encontrar a la especie a la que ella pertenece.
Pero esa búsqueda no será fácil pues pasará tres años sola, viviendo en una cueva y teniendo como únicos amigos a una yegua y a un león cavernario. Su suerte cambiará cuando aparezca el joven Jondalar (miembro de la tribu Zelandonii), el que será su amor, y con el que continuará su búsqueda.
1985 es el año en el que la tercera parte de la saga se presenta: Los cazadores de mamuts. En este libro, Ayla y Jondalar se encuentran con los Mamutoi que deciden adoptarla a ella, quien pondrá en peligro su relación con su enamorado al tener una breve relación con Ranec. No obstante, al final se marchará emprendiendo un nuevo camino junto a su verdadero amor.
En Las llanuras del tránsito (1990), cuarta entrega, los dos jóvenes regresan a la tierra Zelandonii y lo hacen haciendo frente a un sinfín de peligros, con intento de asesinato incluido.
Por fin, el amor triunfa en Los refugios de piedra (2002). Ayla y Jondalar contraen matrimonio, inician una vida junto a los Zelandonii e incluso llegan a tener una hija: Jonayla. Pero la felicidad se tambalea cuando la tribu donde vive descubre que nuestra protagonista fue criada por los Neanderthales, a los que aquellos considera animales. Sin embargo, sus dotes como curandera le harán alcanzar una posición privilegiada.
Un respeto y una admiración hacia Ayla que en La tierra de las cuevas pintadas (2011), la última entrega de la hexalogía, es el eje central. Y es que el compaginar su papel de madre y esposa con el de sanadora para el resto del grupo no será fácil y le llevará a tener continuos conflictos con su esposo.
¿Cómo se resuelve esta historia? Hay que leer el libro. Y no sólo este sino toda la saga, de gran valor divulgativo, que ha marcado un punto de inflexión en la historia de la literatura universal tanto por abordar un tema bastante olvidado como por hacerlo de forma magistral.
Comentarios1
Sí que lo leeré. Me apasionó muchos la "historia" de Ayla. Ha sido una saga interesante, emocionante y espero no sea el último este de Las Tierras pintadas.
Sí, ojalá que la autora se decida a continuar la saga de un modo u otro porque además de interesante es entretenida.
Me alegra, María, que hayamos coincidido en la valoración de este tema. Has leído ya el último libró? Un abrazo.
Pruden
Aún no lo he leido porque tengo mucho trabajo pero en cuanto pueda intentaré encontrar un hueco. Un saludo
Hola, María: Tampoco yo he podido leerlo. La primera que lo haga, lo comunica. ¿Te parece?
Que tengas unas vacaciones placenteras. Un cordial saludo.
Pruden
Me parece estupendo. Lo hacemos así. Un saludo y disfruta mucho del verano
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