«Salamandra» de María Victoria Vázquez (Textos intrusos)

El último cuentario de María Victoria Vázquez nos ofrece un conjunto de historias más o menos descabelladas que cohabitan en un universo cuidado al detalle donde todo tiene sentido y cobra relevancia literaria. No se lo pierda nadie.

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Todo comienza con un insecto devorando el lenguaje. En «Salamandra» María Victoria Vázquez (Textos intrusos) parte de esa metáfora para construir una serie de cuentos donde la realidad parece deformarse según los ojos, y según qué bichos nos amenacen. Un libro hermoso que me ha dejado unas sensaciones de fábula, que les deseo a todos.
 
 

Los bichos y la noche

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Una mujer sola en la playa. El agua avanza. La noche avanza. La luz es una luciérnaga que insiste. Otra mujer rememora su vida, sus gatos queridos y las etapas de su existencia en una casa. Parejas que se rompen, madres que no se saben capaces de cuidar, almas que viven en la incertidumbre y sobre las que avanzan los insectos. Esta es la amplia red de personajes que habitan este libro.

Algunos de los cuentos de «Salamandra» parecen tomar impulso en otros de «Frío» (el libro anterior de su autora), pero la narración se nota más convincente, con una solidez ficcional que nos permite intuir el crecimiento de su autora, la maduración de su oficio y dedicación. Esto dota de contundencia al libro, regalándonos una lectura absolutamente gozosa.

Uno de los temas que mejor trabaja Vázquez es la extrañeza. La mayoría de los personajes se encuentran inmersos en una realidad que si bien los atraviesa ellos parecen no ser del todo conscientes de ello, entonces actúan como si la vida estuviera en otra parte. La idea de que en todos los cuentos habiten insectos, quizá tiene un poco que ver con ello: esas criaturas tan diferentes a nosotros, que no entendemos y que nos parecen frías, y por otro lado, nos devuelven a la realidad cuando aparecen. Y nos decimos como uno de los personajes «no sé cuándo aparecieron las orugas».

Otra de las cosas que hace muy bien Vázquez es el planteamiento de la casa como memoria. Desde una exploración que va de lo memorial a lo anecdótico consigue en determinados cuentos que el escenario sea tierra que recuerda, paredes que no olvidan, y construye un universo que guarda en sus repliegues el aliento de los personajes. Este detalle en «Salamandra» me ha parecido un fabuloso hallazgo.

Escarabajos que trepan

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Entre las cosas que hay que señalar de la narrativa de Vázquez deberíamos detenernos en su manera de jugar con las elipsis. No sólo en el remate de algunas de las historias, sino, y esto es lo que más me ha interesado, en el nudo. Justo cuando crees que va a revelarte algo importante que te ayudará a entender toda la historia, se hace un silencio, y la narración se deshace en una luz distinta. Todos esos huecos, sin embargo, están tan bien trabajados que puedes rellenarlos; porque el trazo de la narración te permite comprender sobre lo que se sugiere. Por otro lado, todo el libro parece ir de un extremo al otro. De la ternura a la crueldad, y en el medio roza todos los posibles espacios donde un relato puede tejerse.

Para profundizar en los logros de este segundo cuentario, vamos a decir lo siguiente. Si en «Frío» María Victoria Vázquez nos ofrecía un universo que no terminaba de adaptarse a la realidad y coqueteaba con lo fantástico, en «Salamandra» va un paso más allá y atraviesa esa frontera. Ahora ya no interesan los límites, ya no importa qué es real y qué no, porque el andamiaje de la ficción es tan sólido que nos permite creernos cada historia, cada palabra.

Los escarabajos caen y se hunden en la arena, pero nosotros los sentimos trepándonos por las piernas, y vamos cayendo sublevados en un mundo que no terminamos de entender pero que creemos cierto. Aquí, la construcción de la ficción es tan redonda que se sostiene por sí sola. Son alucinantes los avances estéticos y narrativos que ha hecho Vázquez entre un libro y otro. Ojalá que muchos se animen a leerla.

Orugas y literatura

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El tiempo es otro de los elementos sobre el que trabaja Vázquez con acierto. En algunos de los cuentos es un tiempo estático, en otros avanza de forma normal, y en algunos de los cuentos se sucede de formas arrítmicas. Todo esto le da al libro una variedad que lo vuelve más interesante. Si a esto le sumamos la buena elección de los narradores de cada cuento, resulta una lectura de lo más variopinta y a la vez deliciosa.

Hay algo más que me parece exquisito de «Salamandra»: los insectos como hilos conductores, como venas literarias que permiten las palabras, que las unen, y las restringen. Los insectos aportan uniformidad al libro, y lo llevan hacia delante. La vida es esas pequeñas cosas que se van abriendo camino y nosotros pisamos fuerte, para impedir que las polillas se coman el lenguaje, porque no queremos olvidar, porque no queremos perder. Esa idea, de la literatura como resistencia también va a encontrarla todo aquel que se acerque a este libro.

Leer «Salamandra» puede ser una forma fabulosa de construir la resistencia frente a un mundo que intenta destronar la ilusión y donde la literatura se halla devastada y vendida al mejor postor. María Victoria Vázquez nos permite recuperar la fe en el lenguaje, antes de que las polillas se nos coman. ¡No dejes de leerla!


 
 
 
 

SALAMANDRA
María Victoria Vázquez
Textos intrusos



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